Un estudio avisa de "fracturaciones" en el dolmen de Menga y aboga por un análisis geotécnico para "corregirlas"
Se trata de patologías no "dramáticas" pero que "sí requieren de una atención urgente" para su tratamiento
José Antonio Lozano, del CSIC, explica las patologías del dolmen de Menga
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El libro "Dolmen de Menga. Intervención de 2005-2006", coordinado por el profesor del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla Leonardo García Sanjuán y publicado recientemente por la Editorial de la Universidad hispalense y la editorial Almuzara, refleja en uno de sus capítulos que dicha construcción megalítica, declarada Monumento Nacional en 1886, sufre "fracturaciones" en sus cobijas fruto de la "presión" que soportan las mismas. Ante ello, los científicos abogan por "un estudio geotécnico en profundidad", para esclarecer si tales fracturas "van a ir a más o no" y para averiguar "cómo corregirlas".
El volumen en cuestión, según explica el profesor Leonardo García Sanjuán, consta de 486 páginas divididas en 16 capítulos, que contienen un "amplio estudio multidisciplinar de todo el registro arqueológico" cosechado en las excavaciones acometidas entre octubre de 2005 y febrero de 2006 en este imponente monumento megalítico, buque insignia de los Dólmenes de Antequera (Málaga), un enclave declarado Patrimonio Mundial en 2016 e indiscutible referente del megalitismo en Andalucía y en toda España.
Y es que además de los valores propios del enclave, que abarca también a las construcciones megalíticas de Viera y El Romeral, el dolmen de Menga está caracterizado por notables singularidades.
La alineación de su eje central, por ejemplo, no se corresponde con el lugar de salida del sol como resulta común en los megalitos del sur de la península Ibérica, sino con la Peña de los Enamorados, la montaña de silueta antropomórfica que domina el paisaje de la Vega de Antequera, contando por cierto con un abrigo decorado con pinturas rupestres, al que apunta precisamente el eje de Menga.
El citado estudio científico sobre el registro arqueológico obtenido de la intervención promovida en el dolmen de Menga entre 2005 y 2006 es fruto del trabajo de un equipo de 33 investigadores de España, Francia, Grecia, Portugal y Reino Unido; pertenecientes a las universidades de Alcalá de Henares, Atenas, Bretaña Sur, Córdoba, Durham, Granada, Jaén, Lisboa, Salamanca y Sevilla; así como a organismos como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), el Centre Nationale de la Recherche Scientifique (CNRS) o el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH).
LAS "PATOLOGÍAS" DEL DOLMEN
Uno de los 16 capítulos del libro, como han explicado a Europa Press Leonardo García Sanjuán y el investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) José Antonio Lozano Rodríguez, como ponente de este apartado, se centra en el estado de conservación del dolmen, a cuenta de las "patologías geoquímicas" que presenta.
A tal efecto, José Antonio Lozano ha expuesto que el dolmen de Menga fue levantado con "rocas blandas o moderadamente blandas" y, desde su construcción varios milenios atrás, "ha tenido una continuidad de uso prácticamente constante", acogiendo además actividades "de todo" tipo.
Por ejemplo, ha detallado que allá en los siglos XIX y XX esta construcción megalítica fue utilizada para guardar "ovejas y cabras", extremo que "generó una gran erosión" en sus ortostatos o losas verticales "por el roce del ganado" contra tales piezas. Es más, incluso pesa constancia de "hogueras en el interior" del monumento, pues otrora fue usado como "refugio o vivienda".
Todo ello, según este miembro del CSIC, se ha traducido en "determinadas patologías" en las rocas que conforman el dolmen, como "costras" que en su mayoría reflejan "alteraciones químicas" de los materiales, "filtraciones de agua" o "el mal de la piedra", es decir la progresiva descomposición de las superficies pétreas.
"FRACTURACIÓN" EN LAS COBIJAS
Pero según José Antonio Lozano, las patologías de mayor envergadura detectadas en el dolmen de Menga están "relacionadas con la fracturación" observada en las cobijas del recinto, fruto de la "presión" que soportan, extremo que se aprecia "fundamentalmente" en las dos primeras cobijas de la galería, al no contar las mismas con pilares.
Al punto, José Antonio Lozano y Leonardo García Sanjuán indican que actualmente no se conoce "cuánto riesgo hay" en tales fracturas y si las mismas "van a ir a más o no", pues este estudio sobre el estado de conservación del dolmen y sus patologías constituye "un diagnóstico preliminar, que debe ser ampliado con un estudio geotécnico en profundidad". No sólo para aclarar si dichas fracturas "van a ir a más", sino especialmente para "saber cómo corregirlas", según precisan.
En ese sentido, Leonardo García Sanjuán reflexiona que se trata de "cuestiones que sin ser dramáticas, sí que requieren de una atención urgente" por parte de las autoridades, pues hablamos de patologías que "no han sido monitorizadas ni realmente controladas durante los últimos 20 años", pesando además la falta de "estudios en profundidad" sobre estas afecciones que sufre el dolmen de Menga.
ACTUACIONES CON "REPERCUSIÓN"
A colación, García Sanjuán ha recordado el estudio promovido junto con la también investigadora del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla Coronada Mora Molina, sobre las intervenciones realizadas desde 1840 en los dólmenes de Antequera, pues dicho trabajo arrojó la detección de al menos 26 actuaciones con "repercusiones para la integridad de los dólmenes y su entorno".
"Algunas intervenciones arqueológicas han sido muy agresivas", ha manifestado García Sanjuán, toda vez que aquella "revisión crítica" de las actuaciones acometidas en el enclave reflejaba, por ejemplo, que las excavaciones acometidas en el dolmen de Menga entre 1842 y 1847 por Rafael Mitjana y Ardison ya supusieron "la apertura de un nuevo acceso" o "la presumible acumulación de la masa tumular extraída en otra zona" diferente a la original.
Así, García Sanjuán ha aseverado que estas patologías deben ser "una de las prioridades" a la hora de planear las futuras actuaciones en el dolmen de Menga, un asunto a incluir "muy alto en la agenda de la gestión del monumento".