El Islote sobresale en el corazón de la Sierra de Cádiz

Jerez de la Frontera

No es fácil que un restaurante así triunfe en un pueblo. Y Villamartín, a pesar de su ubicación geográfica, entorno y espíritu emprendedor, no deja de ser una pequeña localidad de 12.000 habitantes, insuficientes para que un establecimiento de estas características pueda mantenerse sólo con villamartinenses. Por eso El Islote ofrece su mejor aspecto los fines de semana, con clientes llegados de otras localidades de la provincia de Cádiz, Sevilla e incluso Málaga.

El local tiene dos espacios bien diferenciados. La planta baja es un gastrobar con una pequeña terraza y mesas altas en la zona de la barra. En la planta de arriba está el salón principal. A penas media decena de mesas vestidas con mantel y sobremantel, cubertería, vajilla y cristalería. La decoración es moderna, fresca y cuida cada detalle, por eso quizás no le hace justicia las flores artificiales.

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La gestión del local es familiar. Antonio Calle, que fue gerente del restaurante Las Montañas de la localidad, lo dirige junto a Charo Ramírez, su mujer, que es la responsable de la cocina. Tienen abierto todo el año, menos algunas semanas en primavera coincidiendo con las ferias, ya que tienen un catering con el mismo nombre que ofrece sus servicios.

La carta de vinos es amplia. Ofrecen más de cincuenta referencias de la Tierra de Cádiz, Ribera del Duero, Rioja, Albariños, Vinos blancos, champagnes y cavas.

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También es llamativa la extensa carta de comidas, teniendo en cuenta la poca rotación que tienen entre semana (abren desde el martes hasta el domingo al mediodía). Hay veinticinco entrantes para compartir además de ocho platos con huevo o ensaladas, diez con marisco, cinco con pescado y hasta dieciséis cortes distintos de carne. Por si fuera poco, trabajan bocados de otros países como el ceviche peruano, los tacos mexicanos, la hamburguesa neoyorquina, el bocata de bogavante canadiense o unos originales spaghetti caldosos con almejas, mejillones, coco y café.

Nos ponemos disposición de la casa y probaremos algunas de sus creaciones para compartir. Acompañaremos el almuerzo con Tesalia, la joya de la corona de la bodega del mismo nombre y uno de los grandes tintos de la Tierra de Cádiz, de Andalucía y de España.

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Comenzaremos con un tartar de salmón con huevos de trucha, salsa de mostaza, miel y wakame. Destaca la presentación, ya que en El Islote le dan gran importancia a la vajilla. Esta en concreto eumula a un islote y le viene que ni pintada. Además, la combinación es deliciosa, con la grasa del pescado integrándose en la potencia de los huevos de trucha y la salsa de mostaza con la melosidad y dulzor de la miel y el wakame. De notable alto.

Seguimos con otro crudo. Un tartar de carabinero con caviar de wasabi y mayonesa de soja. Aunque en estos casos es mejor darle todo protagonismo al marisco, éste ni se inmuta ante la potencia del caviar y la salsa, que potencian su sabor. Producto fresco, mejor tratado e impecablemente presentado.

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En mi opinión, a las gambas de cristal con huevos fritos de campo le sobran los pimientos asados. En cocina buscando el contrapunto con el dulzor del aliño, pero las gambas fritas y los huevos forman un matrimonio tan bien avenido que terceras personas están de más. Perfecto el frito y del pescado y el de los huevos de corral, con clara y yema impecables.

La rotación del producto se somete a una prueba de fuego con las cocochas de merluza al pil pil. Prueba que supera con nota un pescado fresco y bien tratado en una salsa pil pil muy bien ligada. Los jugos y la gelatina del colágeno de la merluza se han emulsionado con el aceite de oliva y el punto de la cocochas es el adecuado.

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El punto del pescado es también óptimo en unos tacos de corvina con salsa tártara y gambas, y en un bacalao a la roteña con patatas.

En El Islote trabajan indistintamente pescado y carne. Un lomo bajo de rubia gallega en su punto con patatas caseras y pimientos cuerno cabra es un claro botón de muestra del buen trabajo en la parrilla de Charo.

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En la carta de postres hay media docena de posibilidades, pero nos ofrecen fuera de carta una tarta de tres chocolates con la que cerramos una experiencia sorprendente en el corazón de la Sierra de Cádiz. Un restaurante para disfrutar a mesa y mantel de una recomendable experiencia gastronómica.

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