Andalucía: ¿Hacia dónde vamos?

Córdoba

El próximo martes conmemoramos el Día de Andalucía. Y les reconozco que, cuando pienso en nuestra tierra, no sé hacia dónde caminamos.

Hubo una etapa en la que para mí Andalucía era un compendio de valores que tenían mucho que ver con una forma de estar en el mundo. Las profundos lazos entre nosotros más allá del espacio estrictamente familiar. El amor puro y limpio hacia tus vecinas, esas que te criaban en la calle. El cuidado de los abuelos hasta su última despedida, en sus casas. Una tupida red de afectos que me llenaban de pequeña y que me hacían encontrar el sentido de la felicidad. Me dí cuenta, cuando crecía, que ese amor que respiré en mi pueblo y que surgía en las calles de cualquier pueblo andaluz era algo nuestro. Nuestra filosofía.

Más tarde, cuando crecí, comencé a amar la cultura. Y entonces cayó sobre mí todo el torrente de la sensibilidad de nuestros creadores. Letras o pinturas que tenían un calor y una luz especial. Una cultura que respira colorido, sentimientos y sabiduría. Y tras leer y observar, me di cuenta del hilo invisible que me unía a ellas y ellos. Una concepción muy nuestra del amor y la tierra.

Cuando llegué a la universidad y me empapé de compromiso, comencé a concebir Andalucía como un anhelo. La búsqueda de una tierra que nos garantizara servicios públicos de calidad, para estudiar y ser cuidados. Para crecer y convivir. Un sentimiento de futuro.

La base de mi andalucismo siempre ha sido el amor, me doy cuenta mientras escribo esta firma. Y por eso la polarización, las mentiras o verdades a medias, las imposturas de un nacionalismo mal entendido o los desmanes de la política me hacen perderme en el sentimiento que hoy me despierta Andalucía. Como concepto.

Por eso, reivindico el amor sin complejos, el trabajo, el contacto de piel, los cuidados, la lucha y la belleza que han ido tejiendo esta tierra. Así no me pierdo y me cargo de futuro, siempre mirando al sur.