El castizo madrileño con luces de neón
La Posada del Nuncio, en pleno Madrid de los Austria, ofrece una carta repleta de clásicos entre los que no faltan sus afamados torreznos
Jerez de la Frontera
Los negocios tradicionales y familiares del centro de Madrid han ido cediendo a las nuevas modas. Bares, tabernas y restaurantes clásicos han ido echando sus persianas y en los rótulos de las fachadas, algunas acertadamente conservadas, se anuncian ahora souvenirs, hamburguesas y otra clase de oferta adaptada a la demanda del turismo del siglo XXI.
Pero por suerte para los más románticos no todo está perdido. En uno de los pórticos de acceso a la plaza mayor, decenas de personas hacen cola ante La Campana, establecimiento conocido por sus famosos bocatas de calamares, aunque personalmente me gustan más los del local que está justo al lado, La Ideal, donde la fritura es tan interesante como su precio y el pan es de mayor calidad. Con bebida incluida, 6 euros. Apetecibles también las pocas tapas que ofrecen también en raciones, como las bravas, las patatas alioli o la morcilla de arroz. Además, el personal es mucho más amable.
Hace justo un año tuve una mala experiencia por la misma zona en Las Cuevas de Luis Candelas. Me apetecía comer cordero y me pareció que esta era una buena opción, ya que el establecimiento había recibido sendas medallas por parte del Ayuntamiento con motivo de las semanas gastronómicas de Madrid en 1983 y 1984. El lugar mantiene su decoración pintoresca e incluso los camareros van vestidos de bandolero, pero confirma en su caso que cualquier tiempo pasado fue mejor. Croquetas con jamón congeladas por dentro, sopa de ajo y huevo dantesca, brazuelo de cordero congelado del que solo se salvaban las papas a lo pobre, y buñuelos de varios días de postre. Para olvidar.
Reconozco que esta vez iba un tanto a la defensiva cuando un amigo me propuso reservar mesa en La Posada del Nuncio, en la calle del mismo nombre, a muy pocos metros de la plaza mayor. El local es clásico y castizo, aunque sus actuales dueños le han dado una vuelta a la decoración, en la que no faltan luces de neón, y en el hilo musical suenan temas más propios de pub inglés.
Mi escepticismo va a más viendo que apenas hay ocupadas un par de mesas más además de la nuestra. Al entrar he visto sentado en la terraza al periodista de TVE, Iñaki Cano.
Carta de corte clásico, con buena bodega, arroces melosos y platos combinados, además de cocina de producto y mercado. Entre las carnes sirven también cachopos y cochinillo.
No podemos resistirnos a pedir los torreznos. Media ración en este caso, consistente en dos buenos trozos. La tira de tocino completa, con su piel frita. Jugosos y tiernos en su interior y crujientes por fuera. Extraordinario comienzo.
También para compartir pedimos la tortilla española. Nos preguntan al pedirla el punto a la que la preferimos. Como mandan los cánones. No hace falta más. Al poco llega con buen aspecto y casi sin cuajar en su interior. Perfecta la cocción de la patata, la calidad de los huevos, el punto de sal y la cantidad justa de cebolla pochada. Excelente versión.
Compartiremos también el plato principal. Una ración de cochinillo bien de cocción y con alguna especia que chirría un poco, pero que tampoco le viene mal. En la base, una compota de manzana que aporta dulzor al conjunto del plato.
Entre los postres caseros, además del flan de queso y el pastel árabe, nos recomiendan la tarta de la abuela. Nos decantamos por ella. No tiene ni las galletas ni la natilla clásicos, pero sí un bizcocho de chocolate borracho y esponjoso con un toque de mermelada. Curioso.
Encantados con la experiencia en La Posada del Nuncio y agradecido por haberme quitado el mal sabor de boca en un Madrid de los Austria donde aún es posible deleitarse con la cocina madrileña más castiza.