Jerez no caminará sola

Jerez de la Frontera

Se me hacía un nudo en la garganta este martes hablando con mi amigo Alejandro Sánchez "Bola" y por poco ni podemos terminar la entrevista en el Hoy por hoy de Radio Jerez. Acabábamos de dar un salto al vacío y, tentando a los más profundos sentimientos, le preguntaba por qué este Rocío iba a ser especial, entrándome él a la muleta con la franqueza y la verdad que le caracterizan: "Qué te voy a contar a ti", me decía entre sollozos, "este Camino será especial porque tanto a la Hermandad como a mí nos falta un referente y un rociero ejemplar. El boss, como yo le decía, el jefe".

Hace ahora un año, también en la víspera del primer día de Camino, entrevistaba por última vez a mi querido primo Isaac. Se mostraba inmensamente feliz y radiante, pese a saberse herido de muerte, ante el inminente comienzo de su última Romería. Los dos lo sabíamos. Como veinticinco años antes fue consciente de ello su padre, tío Antonio Camacho, a quien la Virgen del Rocío le concedió también la gracia de peregrinar por última vez con su querida Hermandad. Así se lo confesó a su fiel amigo Pepe Barrera, eterno alcalde de carretas, detrás de un lentisco en medio del Coto: "Esta es la última copa que me tomo contigo, Pepe".

Qué de recuerdos se amontonan en las horas previas. Titulaba esa postrera entrevista a Isaac con esta frase suya: "Ansío reencontrarme con la Virgen este Lunes de Pentecostés". Qué de paralelismos con aquel último Camino de su padre en 1998. También rodeado de su familia y del cariño de todos.

La comitiva rociera partirá este miércoles a primera hora desde Santo Domingo con el luto en los corazones de los hermanos, porque a esta pérdida se suman también la del entrañable Lolo Bernal o la del joven Pablo Sampalo. Heridas que tardarán en cicatrizar, pero que a un tiempo curten a una Hermandad que caminará unida gracias a rocieros como ellos, y que nunca lo hará sola. Nada hubiera tenido sentido si así fuera.

No caminarán solos Fabiola y sus hijos. Como durante más de veinte años tampoco lo hizo tía Consuelo, ya viuda, rodeada del cariño de toda la gran familia rociera jerezana, y cumpliendo hasta el final el deseo del hermano mayor que cambió para siempre el estado de las cosas de la Hermandad de Jerez.

El Coto, ese trocito de Cielo en medio de la Tierra, lleva dibujada de forma indeleble la senda que trazaron los hermanos mayores Camacho. Y no habrá arenas pesadas ni maleza que desvíen un Camino que, como un buen día entendí de la mano de quien me lo mostró, no es más que una síntesis de la vida misma que concluye con el esperado reencuentro con la Madre.