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Opinión

Julián Granado trae su Paso Cambiado, titulado «Pretorianos»

«...corren tiempos de partitocracia en que los cabezas de partido se creen emperadores, de los coronados al buen tuntún y que luego hay que derrocar a puñaladas»

El «Paso Cambiado» de Julián Granado

El Paso Cambiado de Julián Granado

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Mientras el Imperio Romano gozó de todo su esplendor, el emperador era el único dios viviente en la tierra. Pero nadie hubiera dado ni un sestercio por su trono si no contara con la perruna fidelidad de la guardia pretoriana. Cuando falló esta, entregó la áurea cuchara más de un Calígula o Cómodo o Diocleciano de turno. Y ahora recuerdo la propuesta de Nerón, cuando se ve acorralado, al jefe de sus pretorianos: “Tigelino, como prueba de amor por tu emperador, te quitarás tú la vida en su lugar. Ten mi propio puñal”.

Viene esto a cuento porque corren tiempos de partitocracia en que los cabezas de partido se creen emperadores, de los coronados al buen tuntún y que luego hay que derrocar a puñaladas. De hecho, hubo uno al que los suyos llamaban Dios.Y a otro, más reciente y pardillo, lo echaron manifestantes de su propio partido, a las puertas de su sede, azuzados por la Mesalina de rigor. Pero, tanto como los jefes, han pasado a la historia sus pretorianos, y más recientemente, pretorianas. Estas con la mandíbula de bulldog no tan cuadrada, pero con el pulso mucho más firme para el uso del estilete, y la lengua igualmente torpe para desarrollar ideas ante la prensa o pronunciar discursos parlamentarios. Como que el defecto de que adolecen no está en el habla, sino, como decía Machado, “en la oquedad de sus cabezas”.

El verdadero valor de estos pretorianos se demuestra en su ocaso. Algunos, pillados en un renuncio, han sido condenados al ostracismo por su glorioso partido. Otros, imputados por ladrones, igualmente fueron proscritos como leprosos. Y en casos aislados, los hay Tigelinos que se han hecho el harakiri para proteger la reputación del gran jefe. Pero, de una u otra forma, no abunda el pretoriano que llegue a viejo para disfrutar del retiro del guerrero. Lo que sí hay que reconocerles, en su caída, es que todos guardan silencio. Como puertas.

 
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