Una suculenta historia de amor
Jerez de la Frontera
Diógenes, era un filósofo griego que sobrevivía en las calles de Atenas, como un homelessde hace 2.500 años, que en lugar de cartones “vivía” dentro de un barril -dicen unos- o en una tinaja- dicen otros .(En cualquiera de los dos casos, eligió una “vivienda” muy relacionada con el vino). Pues bien, a él se debe una de las sentencias más utilizadas desde hace unos…¡¡¡ 2.500 años. ¡!! Es la siguiente: “El movimiento se demuestra andando”. La mejor constatación de esta frase ha sido el extraordinario almuerzo de presentación en Madrid del libro “Comer, Beber, Amar Jerez. El universo y las armonías de los Vinos de Jerez en la gastronomía” porque no hay mejor manera de demostrar estas armonías que ponerlas en práctica.
Este libro ideado, trabajado y coordinado por el Consejo Regulador de Jerez y editado por Planeta Gastro, es una de las historias de amor más hermosas que hayan podido escribirse. Mucho más que la de Romeo y Julieta porque termina de manera gratificante y no nos hace llorar, sino salivar, nos llena de placer. Una gran historia entre dos importantes familias, la de los Jereces y la de la Gastronomía. La historia podría escribirse así:
“Mi familia se llama Jerez y somos 10 hermanos. Somos una familia muy plural y diversa, que dirían ahora... Tan plural que tengo hermanos de todas las razas. Uno es prácticamente negro- (espero que no me censuren por no decir de color; me resulta un poco cursi)- dos son más bien mulatos, otros tienen un atractivo color dorado (que son los que más éxito tienen con las chicas, claro...). Todos somos varones menos una, Manzanilla, que es de Sanlúcar de Barrameda. El resto de los nueve hermanos hemos nacido en diferentes puntos de la provincia de Cádiz porque nuestros padres constantemente han estado viajando a lo largo y ancho de la misma: Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María, Chiclana, Chipiona... Lo cierto es que la mayor parte del tiempo lo pasaban en Jerez, porque allí tenían las casas más grandes para albergar a toda nuestra gran familia. Tenemos muy buena educación, hablamos idiomas, somos cosmopolitas, algunos de mis hermanos han dado la vuelta al mundo varias veces, y se han embarcado en todo tipo de aventuras y navíos. Teníamos una gran relación con la familia Gastronomía, compartíamos juntos los más fastuosos banquetes de la historia oriental y occidental, coronaciones de emperadores, tratados de paz bodas reales... en las que compartíamos protagonismos con los Champagnes y los Burdeos, otras dos grandes familias francesas. Pero desde la segunda mitad del siglo pasado, más o menos, empezamos las dos familias, a distanciarnos sin motivo ni razón. Nos alejaron de los lujosos comedores de resplandecientes arañas y espejos y porcelanas de Limoges... Ya no recorremos los pasillos de los grandes palacios sobre bandejas de plata portadas por lacayos para ser depositados en finas copas de cristal de Baccarat. Nos relegaron, a los mármoles, maderas, cerámicas o cualquier de los materiales de las barras de los bares, donde no podíamos expresarnos bien en aquellas copillas de grueso cristal en las que nos tenían secuestrados. Compartíamos barra con las chicas de la familia Gastronomía, sí, pero sin el glamour de las vajillas de Limoges, ni de las sofisticadas preparaciones al más puro estilo Carême. Como si no nos conociéramos, y como si no hubiéramos compartido, muchos años atrás, banquetes y fastuosas armonías palaciegas. Nosotros… ¡¡que nos quisimos tanto!!... nos tratábamos casi como desconocidos, hablando siempre de pie y sin sentarnos a reflexionar el por qué estábamos tan distantes…”.
“Yo quiero ir al comedor -se quejaba mi hermano Oloroso- .Me he pasado más de cien años años acompañando a becadas rellenas de foie gras y trufa, o a pulardas de Bresse, o a venado con salsa de arándanos... ¿Por qué no me dejan acompañar en una mesa con mantel, a una perdiz roja estofada? Y tengo que estar de pié, en la barra?”” Mi hermano Palo Cortado, que es muy profundo en sus pensamientos y muy de diseño, decía que probablemente fuera culpa de esas copitas tan pequeñas, que desentonarían con el resto de la vajilla. Vaya que no pegaban en una mesa medianamente chic. Manzanilla, que es la más descarada, siempre dijo que no la querrían en las mesas porque a ella la consideraban una chica de barra...!!”
Nadie entendía que esta historia de amor que vivieron ambas familias no llegara a ser consumada, y los amantes se separaran sin razón aparente, pero felizmente las cosas empezaron a cambiar y pocos años antes que llegara el siglo XXI, se sentaron a reflexionar el Jerez y la Gastronomía y decidieron volver a retomar su profunda relación de amor, volver a apasionarse ambos sin pamplinas, profundamente.
Y así se culminó esta hermosa historia de amor interpretada en la obra “Comer, Beber, Amar Jerez”. Nunca se unieron tantas energías para conseguir la pareja perfecta, la del Jerez Romeo, y la Julieta Gastronomía. Y para celebrar el estreno en Madrid de esta gran obra “Comer, Beber, Amar Jerez”, dedicada a ese fastuoso matrimonio lleno de armonía y felicidad, ambos contrayentes volvieron a ponerse sobre fino mantel de hilo, en comedor palaciego, bajo luminosas arañas, en copas de fino cristal y con
El restaurante la Deessa, el más chic y gastronómico del Hotel Mandarín Ritz con dos estrellas Michelin y bajo la batuta del gran chef Quique Dacosta, fue el lugar elegido. El conocido sumiller jefe de todos los restaurantes de este grupo, Antonio Navarrete y el propio Quique Dacosta, estuvieron presentes en esta inolvidable ceremonia del matrimonio del Jerez y la Gastronomía.
¡¡Vivan los novios!!
Beber, Comer, Amar Jerez.
El Universo y las Armonias de los Vinos de Jerez en la Gastronomía.
P.V.P. 39,50 €