El georgiano que está dando que hablar en la calle Ancha
Una familia del Este sorprende con una amplia selección de platos de Georgia muy económicos a una clientela cada vez más numerosa
Jerez de la Frontera
La globalización llegó hace mucho también a la gastronomía y de eso nos beneficiamos los aficionados a traspasar fronteras para encontrarnos con culturas, recetas, sabores y productos irreconocibles hace poco para nuestros paladares. En los últimos años se sumaron en Jerez a la diversidad ya existente restaurantes peruanos, yemeníes, palestinos o libaneses que nos acercaron otra forma de entender la cultura gastronómica. Últimamente me habían hablado de un restaurante georgiano que estaba deseando conocer, porque nada conocía de la cocina de ese país del Este de Europa.
Abrieron hace más de tres meses en un local que ha cambiado con demasiada frecuencia de manos en la calle Ancha. Y no será porque no esté bien equipado. Más bien porque se sitúa fuera del habitual circuito de bares y tapas de la ciudad, pese a situarse a pocos metros del barrio de Santiago, dejado incomprensiblemente de la mano de Dios desde hace décadas.
No había vuelto a entrar allí desde que hace años lo regentara una familia de refugiados palestinos. Fue antes de la pandemia cuando llamó mi atención la cocina árabe que servían en Al Batool, con platos palestinos, marroquiés y argelinos reconocibles y sabrosos que ponían los domingos a disposición de la clientela en un buffet. La llegada de la pandemia les asestó un duro golpe del que no lograron salir a flote y se marcharon.
La decoración en esencia es la misma, aunque en la fachada un collage perfectamente prescindible con fotografías a color de platos típicos junto a la bandera nacional georgiana llaman la atención al viandante. Ya dentro, todo sigue más o menos igual, exceptuando algún motivo decorativo, cuadros, algún instrumento y un abrigo tradicional de la región del Cáucaso. Abren cada día entre el mediodía y la noche, salvo los miércoles que permanece cerrado por descanso.
Me voy directo a la carta, ávido de descubrir esos platos desconocidos de su gastronomía. Sin embargo, el primer entrante que ofertan es una ensaladilla de gambas. La idea es tener también platos para los paladares más clásicos y para niños. El resto, cazuela de champiñones con queso, ensalada de pollo, berenjena con crema de nueces y ensalada de verano. Cada plato, al asequible precio de 5 euros.
De verduras ofertan un ragú frío con patata, berenjena, pimentón de tres colores, lechuga y tomate. También un guiso con los mismos ingredientes, pero caliente. Dos sopas: kharcho, de tomate con ternera, y chikhirtma, de pollo con nata. El resto son también recetas nacionales georgianas en las que están presentes la carne de pollo, de cerdo o de ternera, las especias, el queso, las verduras, los encurtidos, las empanadas, los frutos secos... En total, una treintena, incluyendo los postres.
Desde primera hora, Teo y su hermana elaboran toda la carta. Queremos probar los platos más destacados. De beber, me llaman la atención dos botellines con etiquetas desconocidas que hay en la vitrina de la barra. Son dos tipos de limonada, una de estragón, que importan desde Georgia. El contenido color verde transparente me recuerda a un enjuague bucal, pero el sabor es distinto y agradable.
Nada más sentarnos, nos ponen por delante un plato con encurtidos. Hay guindillas, pepinillos, cebollitas, cilantro y algo que no reconozco inicialmente, pero que está bueno. Vamos luego con unas berenjenas rellenas de crema de nueces. Es un plato que se sirve frío, al menos en verano. La verdura asada contiene una agradable salsa. Curioso y rico.
Seguimos con la sopa de tomate con ternera, conocida como kharcho. Generosamente condimentada con cilantro, se sirve caliente y es agradable también, además de generosa de proteínas. Unas hojas de parra rellenas con carne llevan el nombre de dolma. Sirven seis unidades acompañadas de una salsa agria de ciruela verde o tkemali, otra casera con especias o satsebeli y una última picante con yogur natural o adjika. Me encantaron.
Me llama la atención el lula kebab. Es un pincho que mezcla carne de ternera y de cerdo, que llega sobre una tortita y aderezado con cebolla cruda salsa. Para los amantes de un buen kebab, indispensable.
Ofertan tres platos similares con algo parecido a las empanadillas al vapor asiáticas o dim sum. Khinkali, pelmeni o vareniki son sus nombres. En los tres casos, tres masas rellenas de carne de ternera y cerdo, de ternera, cerdo y yogur natural, y de queso. Apostamos por la pelmeni. En generosa cantidad y en cazuela acopañadas de yogur. Otro descubrimiento.
Aunque hay un plato estrella que no pedimos, el acharuli, que es un pan abierto con queso y huevo, lo último que pedimos es lo mejor del almuerzo. Es el kubdari, una empanada rellena de carne picada. El hojaldre está bien trabajado y el resultado es óptimo porque no harta y envuelve un sabroso guiso de carne picada.
Los postres son también caseros. Pedimos dos para compartir, muy similares entre ellos. Napoleón es un dulce hojaldrado con crema muy goloso y rico. También el snikersi, otro bizcocho, pero con claa de huevo, dulce de leche, cacahuetes y chocolate, no menos gustoso para dejar un buen sabor de boca a un experiencia gastronómica muy recomendable. Por diferentes y rica. A ver si consigue cuajar en el local.