Acoso escolar: El testimonio
Hablamos con la madre de una niña víctima de acoso escolar
Acoso escolar: El testimonio
Algeciras
En nuestra última entrega de estos espacios, realizados con la colaboración del Grupo Ubago, conocemos el testimonio de Lucía, la mamá de una niña que ha sufrido el acoso escolar. Lucía además es miembro del AMPA del colegio en el que ahora se encuentra su hija. Nos cuenta en primer lugar como se vive un caso de estas características y las señales de alerta.:
Desde la familia se vive con preocupación, miedo, angustia, incluso culpabilidad ¿qué he hecho mal para que a mi hijo le pase esto? Son las primeras emociones cuando sabes que tu hijo está pasando un calvario en el centro donde estudia.
Nuestro caso duró todo un curso escolar, pero nosotros no fuimos conscientes hasta el segundo trimestre. Mi hija era nueva en el centro, y desde el principio un compañero de clase la tomó como objetivo de sus burlas, insultos, amenazas…
Las señales de alerta fueron el cambio radical de comportamiento de la niña, pero no supimos verlas, creíamos que era lo normal ante los cambios que tenía en su vida. De extrovertida, activa, alegre, pasó a encerrarse en su cuarto, no querer contarnos nada, no querer ir al colegio…en navidades ella no aguantó más y nos contó lo que le estaba pasando: insultos, amenazas, aislamiento del grupo...Todo el repertorio de acoso escolar. Cuando pusimos el caso en conocimiento del centro creíamos que el niño cesaría en sus arrebatos contra ella, pero lejos de esto, las acciones se recrudecieron, chinchetas en el asiento, llamadas intentando provocar que la castigásemos…
Al iniciar el segundo trimestre pusimos en conocimiento del centro lo relatado por mi hija y nos asesoramos a través de AEPAE (Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar) de los pasos que teníamos que dar. Aunque en nuestro caso todo se solucionó a través del propio centro (tutora, orientación y dirección) y no tuvimos que recurrir a la AEPAE, (quienes por cierto en una sola llamada me dieron asesoramiento jurídico, psicológico, escolar, etc.).
A partir de ahí se inició el protocolo y los problemas que fueron surgiendo se fueron solventando.
Lucía explica como afecta el acoso escolar al día a día de la familia. "De una forma negativa sin duda, sobre todo porque al principio no sabemos cómo dotar de herramientas al menor para que solucione los conflictos que se va a encontrar cada día".
Preguntada sobre si había echado algo en falta en todos este proceso explica que "en cuanto al centro no puedo decir que echase nada en falta. Inmediatamente se abrió protocolo de actuación, se hicieron tutorías tanto con mi hija como con el acosador y su familia, etc. Por parte de las familias y los compañeros al principio no había colaboración, pero después de un par de sucesos, tanto familias como compañeros de clase ayudaron a mi hija a superar el problema".
Lucía es parte de una APMPA y queríamos saber el nivel de implicación y si se puede hacer algo con las familias. "Somos conscientes del problema. Pero el acoso escolar es algo que se minimiza hasta que se sufre. Y que es difícil de asumir, tanto en un caso como en otro. Hasta hace poco tiempo “eran cosas de niños” y eran los niños quienes tenían que aprender a superarlo solos.
Creo que los AMPAS no tienen capacidad de acción en estos casos, es decir ¿Qué puede hacer un AMPA contra un niño/niña acosador? Únicamente apoyar las medidas que el centro proponga. Somos conscientes del problema y en la medida de lo posible, colaboramos en facilitar la convivencia en el centro".
Nos preocupamos por la niña, si ha superado el acoso y como se encuentra. "Todo superado…excepto cuando alguien le pide que cuente lo que le pasó. Fue una experiencia muy negativa en la que ella pudo reforzar su autoestima y su confianza en nosotros, y le proporcionó herramientas sociales para enfrentarse a situaciones similares. Pero ojalá las hubiese adquirido de otra forma".
Le hemos pedido a Lucía un consejo para aquellas familias que puedan encontrarse ante una situación como la que ella y su familia han vivido. "Que escuchen y acompañen a su hijo, que nuestro hijo sepa en quién tiene que confiar y quién le va a proteger. Que sigan las vías establecidas para llegar a una resolución del conflicto y que se dejen asesorar en función de la gravedad del caso. Y sobre todo, que hagan saber a su hija o hijo, que en ningún caso, son responsables de lo que les está sucediendo".
Para finalizar esta entrega de espacios hemos querido dar lectura a un relato del escritor sanroqueño José-Reyes Fernández que en su libro "Cuentos urgentes para un tiempo lento", titula:
Las guerras ignotas
Aquí me encuentro bien. Estoy solo y por eso me siento seguro. Cada vez que puedo huyo del frente y me refugio aquí, solo, pero seguro. O no tan solo. Aquí encuentro la compañía de ellos, que no es la misma que la de fuera. Estos de aquí son amigos y me ofrecen seguridad y confianza. Tampoco están aquí, pero yo los siento a mi lado, dándome compañía y el amparo de su amistad. Aunque aún no sé muy bien lo que es la amistad, pues nunca he tenido amigos, solo enemigos y perseguido-res. Así que, cada vez que puedo, huyo de ellos y me refugio aquí, unas veces con Julio, otras veces con Roberto Luis, otras con Emilio e incluso Miguel. Los llamo así en confianza, aunque en sus obras figuren como Julio Verne, Robert Luis Stevenson, Emilio Salgari o Michel Ende. Aun-que son extranjeros me entiendo bien con todos y, con ellos en la biblio-teca, es donde mejor y más seguro estoy. Todos me tratan con confianza.
En casa tampoco me siento muy bien, por lo que paso mucho tiempo encerrado en mi habitación. Pues mi madre no para de regañarme por lo despistado que soy, que si todos los días un cuaderno nuevo, que si pierdo los lápices, que si he roto el compás, que si he derramado el zumo en la
mochila, que si otra vez el chándal agujereado, que si no ganan para arreglarme las gafas (ahora las llevo restauradas con esparadrapo hasta que cobre mi padre), y tantas otras cosas que me ocurren a diario. Pero lo peor fue la bronca de mi padre cuando inutilicé el móvil porque, en un des-cuido, se me cayó al wáter del colegio. Mi madre dice que soy un desastrado y mi padre que parezco tonto. Por eso me encierro en mi habitación.
No, no estoy bien en ningún sitio. Siempre vivo con miedo y angustia, mirando para atrás. Tengo pesadillas y apenas duermo. Trato de ocultar los moretones que delatan mi humillación. A veces pienso que, en estas circunstancias, no merece la pena vivir. Que mejor sería poner fin a este sufrimiento y acabar de una vez con todo.
Pero cuando llego aquí me alivio, me sosiego, me encuentro seguro en la soledad de mis amigos de la biblioteca.
Lo malo es que pronto sonará el timbre del recreo y tendré que salir al patio. Y me encontrarán de nuevo, aunque me esconda, y volverán a escupirme, otra vez, en el bocadillo.
Juan Manuel Dicenta
En la radio desde el año 1981, comenzó en los...