El tren que espera a Godot en Huelva

Sevilla

El trazado ferroviario que conecta Huelva con Sevilla terminó de construirse en 1880, en el siglo XIX. Estábamos en pleno auge de la minería en la faja pirítica y la línea estaba pensada para conectarse en distintos puntos con los ramales que enlazaban con las minas abiertas en ambas provincias.

Son 110 kilómetros de recorrido que discurren a modo de zigzag por la cornisa suroeste del aljarafe sevillano y que emplea una media de hora y cuarenta minutos en realizar el trayecto. Eso si todo va bien y no hay averías en los maltrechos trenes que Renfe destina al servicio. Las quejas de los usuarios por los retrasos y por los convoyes en mal estado son continuas desde hace años. Ambas capitales, separadas por 90 kilómetros, se conectan por carretera en la mitad de tiempo.

La demanda de la alta velocidad entre Huelva y Sevilla, que conecte las ciudades en 40 minutos, es igual de legítima que la de cualquier otro territorio, donde ya operan además otras compañías ferroviarias de bajo coste que, a golpe de ofertas y descuentos, hacen más atractivo el destino para los viajeros.

Lo más cerca que hemos estado en Huelva de acariciar el sueño del AVE fue tras conseguir la Declaración de Impacto Ambiental Favorable del proyecto. Un documento que dejó caducar el ejecutivo de Mariano Rajoy en 2012 sin licitar la actuación y paralizando desde entonces la llegada de la alta velocidad.

En 2018 se inició de nuevo la tramitación de esta Declaración. Seis años han transcurrido desde entonces esperando a Godot sin que la DIA haya visto la luz. En paralelo el Gobierno ha aprobado nuevas líneas de AVE en otros territorios de España en la mitad de tiempo. Caso, por ejemplo, del nuevo tramo en el País Vasco comprendido entre Astigarraga y Lezo, en la provincia de Guipúzcua, con mucha mayor complejidad orográfica. Bien por ellos.

Huelva vive hoy un nuevo auge minero, pero además tiene un puerto que está incluido en la red prioritaria del Corredor Ferroviario del Atlántico. Susceptible por tanto de captar fondos europeos con los que financiar parte de ese nuevo trazado ferroviario de ancho europeo, de doble vía o una única vía, pero que nos devuelva al fin al rail del siglo XXI. A la eterna aspiración de tener un tren moderno.