Los hilos invisibles del pensamiento de María Zambrano
SER Málaga elabora un podcast sobre la vida y obra de la pensadora nacida en Vélez-Málaga
Los hilos invisibles. María Zambrano
Málaga
La vigencia del pensamiento de la filósofa María Zambrano la convierte en una autora esencial ante los desafíos políticos y sociales a los que se enfrenta Europa. Sus reflexiones acerca del fascismo, los populismos, la mujer o el ecologismo hacen fundamental recuperar las reflexiones de esta intelectual que comprendió que la política debía estar al servicio del pueblo y era necesaria la participación de todos los sectores de la sociedad para su correcto funcionamiento. El podcast de SER Málaga 'Los Hilos invisibles. María Zambrano' trata de recorrer la vida y obra de la pensadora cuyo universo simbólico estuvo marcado por su Vélez-Málaga natal, su pasión por el flamenco, la admiración por su padre o su relación con los poetas e intelectuales de la Generación del 27, a la que perteneció. Recorrer su vida es transitar también por la historia de la España del siglo XX, la Guerra Civil y el exilio, en el que Zambrano permaneció 45 años. Tan brillante como olvidada, la intelectual fue reconocida antes fuera de España que dentro y primero que filósofa se le consideró literata.
La faceta más personal de la filósofa
La cercanía de los orígenes de la pensadora, en Vélez-Málaga, han permitido iniciar este relato periodístico con un recorrido real por su localidad natal y la visita a la calle donde su ubicaba su casa (la antigua calle Mendrugo, ahora Federico Macías) y de la que ella recordaba un pozo “de aguas negras y misteriosas” y también el limonero del patio al que la acercaba su padre tomada en brazos: “Tengo en la mejilla el roce de esa piel rugosa, fresca y perfumada”, llegó a escribir Zambrano. La escuela donde daba clases su madre o el café cantante que había a pocos metros de su vivienda también formaron parte del itinerario zambraniano. Una visita junto al director gerente de la Fundación María Zambrano, Luis Ortega, y de la secretaria académica de la institución, Alicia Berenguer.
En este paseo por los orígenes, la Fundación de la pensadora, ubicada en el Palacio del Marqués de Beniel de Vélez-Málaga, muestra fotografías de una pequeña María en los brazos de su padre en torno a 1905 o vestida de flamenca también con un año y junto a un gato, su animal predilecto. En su casa en Roma, con su hermana, llegó a tener 18 gatos además de alimentar a los de la calle, lo que le valió una orden de expulsión de la ciudad -aunque “se arregló enseguida”- según contó la propia filósofa en 1985 en el programa de RTVE Tatuajepresentado por el poeta y escritor José Miguel Ullán.
Una intelectual comprometida con su momento histórico
Zambrano participó activamente en movimientos estudiantiles en favor de la República y sus inquietudes políticas se plasmaron ya en su primera publicación, Horizonte del liberalismo (1930), justo en el periodo de entreguerras europeo, donde cundió la desconfianza hacia el otro. La pensadora hizo hincapié en la necesidad de mirar al otro con solidaridad “y no como un enemigo, como alguien beligerante o como un contendiente que nos está intentando arrebatar nuestro papel en el mundo, si no todo lo contrario, somos ciudadanos de una polis común”, afirma el profesor de Filosofía Carlos Javier González. También en Los intelectuales en el drama de España (1937) Zambrano aborda el fenómeno del totalitarismo justo durante la Guerra Civil española. En palabras del profesor emérito de la Universidad Autónoma de Madrid y patrono de la Fundación María Zambrano, José Luis Mora, se trata del “alegato más lúcido que se ha escrito contra el fascismo, tratando de mostrar que España no reunía las condiciones para haberse incorporado al fascismo, como finalmente ocurrió” (comunicación personal, 19 de junio de 2024). Zambrano también publicó artículos en revistas y periódicos con una fuerte crítica social sobre la pobreza de los campesinos, la situación de las mujeres en el campo o acerca de la juventud.
El gusto por el flamenco
El personaje de Zambrano es poliédrico y muestra a una mujer polifacética e inquieta, a la que le encantaba el arte. No en vano, quiso dedicarse precisamente a la música, aunque su padre se lo desaconsejó porque opinaba que “no era cosa seria”, según algunos autores. Su gusto por el flamenco quedó inmortalizado en una carta al profesor de Filosofía y flamencólogo Agustín García Chicón fechada el 20 de diciembre de 1983 en el que Zambrano explicaba que al oír hacia el año 1933 ó 1934 en Madrid unos discos por la radio del cantaor Juan Breva, reacia como siempre era al sueño, sintió “los albores del dormir”. “Qué extraño es esto”, le dijo a su madre, quién le contestó: “No es extraño, las malagueñas de Juan Breva fueron tu nana. La taberna en la que él cantaba todas las noches estaba cerca de nuestra casa y tu padre andaba muy afligido porque los rumores y el canto perturbarían, si es que no lo impedían, tu sueño”, explican desde la Fundación de la pensadora.
"Cuando en el cante jondo, que es al que se refiere María Zambrano, el cantaor está ahí como en trance, lo que surge de esta persona no pasa por la razón, sino que es algo más animal, visceral. Y yo creo que por eso también le gusta el cante jondo y esto es lo que le llama más la atención a María, que no pase por la razón, porque sale lo más auténtico de las personas", afirma Alicia Berenguer. “Ella se veía a sí misma como una bailaora, haciendo frente a los infortunios, capeando el temporal”, añade Luis Ortega.
La razón poética
Las aportaciones epistemológicas de la pensadora son señaladas por varios estudiosos de su obra. Para el catedrático emérito de la Universidad de Málaga y Doctor en Filosofía, Juan Fernando Ortega, amigo personal de la intelectual y uno de sus principales valedores, Zambrano supuso “un comienzo en la nueva era de la filosofía” por cuanto rompió con el racionalismo como corriente filosófica imperante, a la que pertenecía su maestro Ortega y Gasset. Entendía que no todo se resolvía pensando, si no que para poder razonar eran necesarios unos principios que son “intuitivos”. El profesor emérito de la Universidad Autónoma de Madrid José Luis Mora abunda en este sentido e indica que la gran aportación de Zambrano fue entender que las corrientes filosóficas del momento, los llamados “ismos”, se habían convertido en una facultad excluyente que había eliminado lo más sustancial del ser humano y habían derivado en los fascismos, con lo que “empezó a reflexionar en profundidad sobre cómo construir una forma de razón que no dejara a nadie fuera”. Tanto Ortega como Mora hacen alusión a la razón poética, el método de conocimiento de Zambrano recogido en su gran obra Claros del bosque, publicada en 1977. Y en la interpretación de este doble término acuñado por la intelectual hay que entender poética como derivada de la poiesis, que en griego se considera “creación”, “intuición”; así las cosas, la razón poética ha de considerarse como razón creadora o intuitiva, es decir, una forma de conocimiento en la que se ponen en sintonía la razón y el corazón, según el director de la Fundación María Zambrano, Luis Ortega.
Una vida marcada por el exilio
La vida de María Zambrano no fue fácil; estuvo marcada por las vicisitudes personales y económicas tras verse a obligada a exiliarse al término de la Guerra Civil española. Sin trabajo estable y escribiendo de forma incansable, la pensadora estuvo en México, Cuba, Puerto Rico, Francia o Italia y contó con el apoyo de amigos e intelectuales. El exilio, que duró más de cuatro décadas, dejó una profunda huella en su vida y en su obra.
Entre los momentos más duros para la filósofa, estuvo su viaje a París en 1946 ante el anuncio de la grave enfermedad de su madre. Al llegar, hacía dos días que había fallecido y allí supo “de los sufrimientos que habían pasado su madre y su hermana durante la dominación nazi”. Araceli había sido torturada por la Gestapo por su vinculación con su compañero sentimental Manuel Muñoz, el último director General de Seguridad de la República. La pensadora ya nunca abandonaría a su hermana, a que le quedaron fuertes secuelas psicológicas.
“María no sólo era buena persona, si no que quería que todos lo fuéramos”, relata Luis Ortega. Por su parte, Alicia Berenguer señala que el pensamiento de la filósofa nos dirige a un mundo “sin conflicto”, donde en vez de intentar el dominio del otro se pasaría a intentar entenderlo, sin resentimiento, “un reflejo de lo que fue su vida y su razón poética".
La vuelta del exilio
Diría la filósofa que “el hombre es el ser que padece su propia trascendencia". En su caso, su pensamiento no comenzó a trascender en España hasta la década de los setenta a pesar de ser “una de las mentes más lúcidas del país”, según diversos académicos. La dictadura y el hecho de que no se reeditaran sus obras en España tuvo bastante que ver. Su regreso el 20 de noviembre de 1984 tras 45 años de exilio fue todo un acontecimiento tanto de índole cultural como político, porque supuso además el final de la diáspora de 1939, cuando numerosos artistas e intelectuales tuvieron que cruzar la frontera por la victoria del bando franquista en la Guerra Civil; María fue una de las últimas en volver. Tres años antes de su regreso, había recibido el premio Príncipe de Asturias (1981) y se le había nombrado Hija Predilecta de Andalucía (1981) y Doctora Honoris Causa de la Universidad de Málaga (1982). Más adelante fue galardonada con el Premio Cervantes (1988) y fue candidata al premio Nobel de literatura (1989).
En 1987 el ayuntamiento de Vélez-Málaga creó la fundación María Zambrano, que fue presidida por la propia pensadora en vida. La filósofa recibió de esta entidad una pensión vitalicia que le permitió seguir trabajando en sus obras desde el domicilio en Madrid en el que se asentó a su vuelta. La pensadora donó su legado testamentariamente a dicha fundación.
Zambrano falleció el 6 de febrero de 1991 a los 86 años de edad. Sus restos reposan en el cementerio de su localidad natal con un epitafio del Cantar de los cantares que ella misma escogió antes de morir: “Surge, amica mea, et veni”, es decir, levántate, amiga mía, y ven.
Los hilos invisibles. María Zambrano
Nieves Egea
Redactora de Informativos de SER Málaga. Especializada...