Etapa de la invasión francesa y su efecto en el Arahal.
El comentario de Rafael Martín.
El comentario de Rafael Martín
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Arahal.
Buenos días, oyentes de Arahal al día. Os habla Rafael Martín. En el comentario de esta semana os invito a viajar al Arahal de inicios del siglo XIX. Una época que vivió momentos muy difíciles, con desafíos que marcaron profundamente su historia Fue de los períodos más complejos, ya que en él concurrieron unas circunstancias bastante negativas para nuestra localidad. Ese mismo año de 1800, una epidemia de fiebre amarilla arrasó con el occidente de Andalucía, incluyendo muchas capitales y pueblos.
Todo comenzó en Cádiz, cuando una corbeta, llamada Delfín, procedente de La Habana trajo a su tripulación infectada por la citada enfermedad, que se propagó rápidamente a lugares como Sevilla, Córdoba, Huelva y sus alrededores. A pesar de las medidas preventivas implementadas en El Arahal, como restringir la entrada de forasteros y reforzar la higiene, la epidemia también llegó a esta localidad. Sólo en el hospital de la Santa Caridad y Misericordia ingresaron ese año 84 enfermos, casi la mitad en el último trimestre, período de mayor efecto y con un 10% de muertes de esos enfermos ingresados.
Esta situación supuso que se dictaran por parte de las Autoridades Sanitarias una serie de medidas higiénicas en el entorno del pueblo y en las propia casas. Una de ellas son las relacionadas con los campos santos de los hospitales, prohibiéndose la exhumación de cadáveres en los mismos, y obligando a su cierre para siempre, motivo que originó la puesta en funcionamiento del Cementerio de San Antonio, inaugurado en el año 1800. Durante el último trimestre de ese año, la situación fue tan grave que el Ayuntamiento solicitó la ayuda de la Hermandad de la Misericordia. Se organizó una procesión con la imagen del Santo Cristo de la Misericordia para pedir la protección divina y mitigar los efectos de la epidemia en la región, especialmente en las ciudades y pueblos de Sevilla y Cádiz, que también sufrían la devastación de la fiebre amarilla. En aquel entonces, El Arahal contaba con unos mil seiscientos vecinos, equivalentes a aproximadamente siete mil quinientos habitantes, distribuidos en 1,202 casas en unas 45 calles, de ellas 750 en el casco urbano, según las notas históricas de Patricio Gutiérrez Bravo de finales del siglo XVIII . La economía de la villa giraba principalmente en torno a la agricultura, destacando el cultivo de trigo y cereales, que ocupaban casi el 65% de las más de veinte mil hectáreas del municipio, seguido del olivar, que ya cubría un 30% del área, produciendo un aceite de oliva muy apreciado en Sevilla y otras localidades. La mayoría de la población trabajaba en el campo: un 80% eran jornaleros y un 5% grandes hacendados, arrendatarios de tierras pertenecientes al noveno Duque de Osuna, D. Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pacheco. Además, una pequeña parte (4%) se dedicaba a la industria, principalmente en la elaboración de pan, aceite, vino, jabón y cerámica. Otro 10% ejercía profesiones liberales, como maestros, médicos, abogados y escribanos, además de aquellos empleados en la administración local. En esa primera década del siglo XIX, la villa de El Arahal se enfrentó a una serie de problemas graves, que afectaron tanto a su población como a su economía. Durante esta época, no solo se padeció la epidemia de fiebre amarilla, que impactó en la salud de los habitantes, sino que también se vivieron condiciones climáticas adversas.
El primer decenio del siglo XX se caracterizó por una intensa sequía que afectó severamente a la agricultura, provocando escasez de alimentos y malas cosechas de granos. Como resultado, los agricultores más necesitados se vieron en la necesidad de solicitar ayuda, y la hambruna se hizo presente en la localidad. Actas de la Hermandad de la Misericordia documentan la situación social angustiante, reflejada en la cantidad de personas en situación de pobreza que recorrían las calles de la villa. La Hermandad, sin recursos suficientes, no podía brindarles ayuda, ya que no contaba con los fondos habituales provenientes de arrendamientos de tierras ni con las donaciones que solían ser comunes. El propio ayuntamiento tampoco disponía de dinero para auxiliar a los transeúntes necesitados. Ante la falta de lluvias y la escasez de agua en los pozos, el alcalde Francisco de Paula Torres y Venegas solicitó una procesión con la imagen del Señor de la Misericordia, como rogativa para pedir la tan necesitada lluvia, esencial para los cultivos y el abastecimiento de agua en la villa. Además, la invasión napoleónica añadió otra dificultad. Las invasiones francesas en Andalucía se desarrollaron en dos momentos históricos y de ambos momentos hay constancia en nuestra localidad, uno el relacionado con la organización de las tropas hispanas y con la constitución de las denominadas Juntas Supremas, que se constituyó primero en Sevilla el 27 de mayo de 1808 y que se ampliaron a los principales pueblos sevillanos, entre ellos nuestra localidad, que en aquellos momentos estaba al frente de la misma, como alcalde, el Sr. Torres y Venegas, mencionado anteriormente.
Estas Juntas, aparte de planificar la defensa, también pretendían crear un estado de aversión hacia el invasor y de patriotismo de la realidad nacional, para lo cual comenzaron a publicar su periódico oficial, conocido como la Gazeta del Gobierno, que sirvió no sólo como de difusión de las noticias oficiales, sino fundamentalmente como medio de ideología política para difundir el espíritu de proclama, con la pretensión de recuperar lo perdido. Desde esta Junta Suprema de Sevilla se contactaba con las localidades cabeceras de partido para que procedieran a constituir inmediatamente sus respectivas Juntas de Gobierno y, para que, con el apoyo de los ejércitos, hacer frente a las tropas francesas y armen sus territorios según los medios de que pudieran disponer. La Junta Suprema de nuestra localidad estuvo presidida por Manuel de Villalobos, como así consta en un documento remitido a la Junta de Gobierno de Carmona. Ese documento refleja el sistema de control a seguir, para lo cual había que avisar de los nombres de los desertores de que tuvieran noticias, llevar un severo control del orden, de la entrada y salida de vecinos y forasteros en la ciudad y remitir toda la información a la Junta de Gobierno de Carmona, de la que dependía.
Edificio de San Roque, lugar de estancia de las tropas francesas en El Arahal La histórica batalla de Bailén, el 19 de julio de 1808, marcó un punto de inflexión en la Guerra de la Independencia, siendo la primera derrota en campo abierto del ejército napoleónico. En Arahal, este evento quedó registrado debido al ingreso de numerosos soldados heridos y prisioneros en el hospital de la Santa Caridad y Misericordia. Solo en 1808, llegaron 66 soldados de diversos cuerpos de infantería y caballería, como el regimiento Cantabria 36 y otros de órdenes militares, junto con una significativa cantidad de prisioneros franceses, a los que identificaban en su ingreso sólo como dragones. La mayoría de estos ingresos ocurrieron entre julio y agosto, aunque en 1809 también se registró una gran cantidad de soldados, especialmente en marzo, ingresados por enfermedades derivadas de las difíciles condiciones que enfrentaban, exacerbadas por la presencia de escuadrones en Arahal, como describe Francisco Luis Miguel en su artículo sobre el Regimiento de Caballería de Alcántara. En enero de 1810, la invasión francesa llegó a Andalucía, dirigida por el mariscal Soult con más de 55.000 hombres. Tras avanzar sin oposición, las tropas ocuparon localidades como Carmona, Marchena, Paradas, Morón y Arahal, donde permanecieron hasta agosto de 1812.
En Arahal, una de sus primeras acciones fue la prohibición de las órdenes religiosas masculinas, siguiendo las órdenes dictadas por el entonces José I. Ello obligó a los franciscanos de los conventos de San Roque y La Victoria a abandonarlos, siendo estos ocupados por soldados franceses. Sin embargo, Arahal experimentó una ocupación menos intensa que otras localidades vecinas como Marchena o Morón. Durante este periodo, el hospital mantuvo su actividad entre 1810 y junio de 1811, con 62 ingresos registrados, aunque luego las actividades disminuyeron significativamente, probablemente debido a la exclaustración de los hermanos obregones.
Desde junio de 1811 hasta septiembre de 1812 no hubo ingreso alguno en el hospital. Curiosamente, las autoridades municipales mantuvieron sus puestos, siendo el alcalde en ese periodo D. Miguel de Zayas Brenes, un notable hacendado que manejó con diplomacia los conflictos que surgían, incluyendo las incursiones guerrilleras, que aunque esporádicas, generaban tensiones. A pesar de la ocupación, las iglesias y las monjas dominicas fueron respetadas, aunque las hermandades locales suspendieron sus actividades cultuales, como documenta un acta de la Hermandad de la Misericordia de abril de 1813. Esta menciona la imposibilidad de realizar procesiones desde 1808 hasta 1813 debido, en parte, a la entrada de los franceses. Arahal, a diferencia de otras poblaciones cercanas como Marchena o Morón, no sufrió saqueos documentados. No obstante, la villa fue escenario de escaramuzas en 1812, como detalla José Mª Jiménez en su blog De un olivo a otro, mencionando al general Ballesteros, quien fijó su cuartel general en Arahal en agosto de ese año para organizar la retirada francesa. Desde Arahal, Ballesteros partió en persecución del ejército francés, que en su retirada se dirigió hacia la frontera a través del corredor mediterráneo, marcando así el fin de la presencia napoleónica en la región.
A partir de este período, nuestra villa entra de lleno en un momento histórico de especial importancia por lo que supuso el llamado nuevo régimen que, gracias a la Constitución de 1812 marcó un hito en la historia de España y tuvo efectos profundos en todo el país, incluida nuestra localidad que, como otros municipios adquirió una mayor autonomía, contribuyendo con ello a una gestión más cercana a las necesidades de la población y al impulso de reformas en sectores como la educación, la sanidad, la beneficencia, la justicia y la administración de bienes comunales. La Constitución de 1812 aunque no pudo consolidarse de manera estable, sembró las semillas de una conciencia política y social que seguiría creciendo en las siguientes décadas. Su influencia se mantuvo viva en la memoria colectiva y en los movimientos posteriores que lucharían por una España más justa y representativa.