Concentración
Firma de Opinión del economista y ex rector de la Universidad Loyola, Gabriel Pérez Alcalá

Concentración. Gabriel Pérez Alcalá
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Córdoba
Si analizamos la población de la provincia de Córdoba en lo que va de siglo, observamos que, desde el máximo que se alcanza en 2011 (803.000 habitantes, repitiendo la cifra de 1960) Córdoba viene decreciendo lentamente, habiendo perdido 25.000 habitantes en los últimos 15 años. Córdoba decrece al ritmo del 0,1% anual, mientras que España crece el 1,1 por año.
Y Córdoba decrece porque, frente a lo que ocurre en los grandes núcleos urbanos y provincias costeras, no recibe inmigrantes. En Córdoba sólo lo es el 3,6% de la población, frente al 14,1 de la media nacional.
Junto a este proceso de lento de crecimiento, la población cordobesa ha tendido a concentrarse, también lentamente, hacia la capital. Así pues, Córdoba lleva viviendo un lento proceso de caída demográfica, al tiempo que se va concentrando también lentamente. Y, al menos en mi opinión, los dos fenómenos están relacionados.
Es decir, que Córdoba como provincia, teniendo a más de 750.000 habitantes y estando localizada donde está, decrece lentamente porque está concentrándose lentamente. O, con otras palabras, si el proceso de concentración hacia la capital fuera más rápido y ésta alcanzara los 500.000 habitantes pronto, podría pararse el proceso de decrecimiento demográfico de la provincia.
O lo que es lo mismo, no teniendo costa, la mejor opción que tenemos los cordobeses sería concentrarnos en la capital. Y concentrándonos tener capacidad de atracción de inversión y población, voz e influencia política.
Dispersos, con localismos imposibles, no avanzamos. Cuanto más tardemos en agruparnos, menos oportunidades tenemos de huir de la maldición de la España vacía del interior.
No estoy diciendo con esto que no pensemos en el desarrollo de la provincia, sino que lo hagamos siendo conscientes de las dinámicas poblacionales.
Lo contrario es la lenta tendencia hacia la nada demográfica.
Gabriel M. Pérez Alcalá