El álbum de fotos

Córdoba

Hace un mes que se escapó el verano, pero algo queda. No puedo pasear por los Pirineos, pero sí puedo tocar sus montañas. Guardé servilletas, mapas, tickets de supermercado, ubicaciones, kilómetros, altura, desnivel. Y fotografías. No sé cuántas hice, demasiadas. No imprimí todas, pero imprimí.

Poder tocar una foto implica volver a ella. Por eso hay que imprimir. Porque revivir solo se consigue a través del tacto. Una foto en una pantalla no es una foto. Un álbum es artesanía: seleccionar, componer, recortar, incluso tirar. Un álbum es un proceso lento, incluso más lento que el propio viaje, pero igual de necesario. Cada página es un misterio y una emoción congelada. Y así llevo un mes, con el escritorio inabarcable, lleno de fotografías en tamaño 10x15, entre tijeras y pegamento, oliendo y reviviendo. Desde el momento que sales de la tienda y tocas el sobre arrugado donde se amontonan las fotografías ya empiezas a palpitar. Y esa sensación no la da nada más. Apenas guardo fotos en el móvil. Sin embargo, este es el álbum número 31 de mi vida.