Málaga 1975: la ciudad que se movía entre la crisis, la clandestinidad y un futuro que empezaba a abrirse
Medio siglo después, reconstruimos la Málaga que sobrevivía a la falta de libertades mientras empezaban a nacer los primeros cambios sociales.
Málaga 1975: la ciudad que se movía entre la crisis, la clandestinidad y un futuro que empezaba a abrirse
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Málaga
Cuando España escuchó el anuncio de la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, Málaga ya vivía un proceso de transformación que avanzaba entre tensiones económicas, restricciones de libertades y una sociedad cada vez más dispuesta a desafiar los límites de la dictadura. Medio siglo después, quienes lo vivieron permiten reconstruir la imagen de una ciudad joven, castigada por la crisis y, al mismo tiempo, inquieta por abrir un horizonte distinto. Ya puedes escuchar el reportaje.
Crisis económica y un modelo urbanístico desbordado
A mediados de los 70, Málaga rondaba los 400.000 habitantes. Era una ciudad joven, pero atrapada en un modelo económico frágil, muy dependiente del turismo y la construcción. La crisis del petróleo de 1973 golpeó de lleno a estos sectores y dejó al descubierto, en palabras del historiador de la Universidad de Málaga, Fernando Arcas, “una gran fragilidad en el modelo que había impulsado el crecimiento de los años 60”.
Miles de malagueños habían abandonado la agricultura tradicional del interior para instalarse en la costa en busca de trabajo, mientras otros se marchaban a Madrid, Barcelona o a países del norte de Europa en los planes de contratación masiva de mano de obra. Aquella salida constante de población moldeó a fondo la estructura social y laboral de Málaga. Cuando llegó la crisis, el flujo migratorio se frenó y quedó a la vista “una provincia con uno de los índices de paro más altos de España”, como advierte Arcas.
En paralelo, la ciudad crecía sin control. Barrios enteros se levantaron de forma acelerada en el norte y el oeste, la autoconstrucción se extendió y la especulación urbanística marcó la transformación del litoral. Arcas describe ese proceso como un crecimiento “verdaderamente salvaje” que dañó el medio ambiente y borró calles, edificios y símbolos de la memoria urbana.
Aun así, en medio del desorden empezaron a despuntar señales de modernización: clases medias emergentes, mujeres incorporándose al empleo, jóvenes universitarios y una institución clave recién nacida: la Universidad de Málaga.
Málaga 1975: una ciudad en crisis que empezó a empujar el cambio
Málaga 1975: una ciudad en crisis que empezó a empujar el cambio
El trabajo: salarios bajos, miedo y organización en la sombra
El ámbito laboral era uno de los más tensos aquellos años en la provincia. Los salarios eran bajos, el paro crecía y las protestas se vigilaban con lupa. “Era una Málaga oscura, con ausencia de libertades y una alta conflictividad laboral”, recuerda el sindicalista Antonio Herrera, que describe un clima donde la palabra “huelga” ni siquiera podía pronunciarse.
La represión no solo era administrativa. “Si te detenían acababas ante los tribunales de orden público y muchas veces en la cárcel”, explica su compañero Inocencio Fernández, que recuerda cómo incluso se mantenían prácticas como la “dote” laboral, una indemnización para que las mujeres dejaran de trabajar al casarse.
La palabra “huelga” estaba prohibida, las ordenanzas las redactaba la patronal y reclamar derechos podía costar el empleo o algo peor. “Si te detenían acababas ante los tribunales de orden público, y muchas veces en la cárcel”, resume Antonio Herrera.
Ante ese escenario, la organización obrera se recluyó en la clandestinidad. Reuniones en pisos discretos, salones parroquiales o casas alquiladas con chimenea —como la conocida “La Bagatela”, elegida por permitir quemar documentos comprometedores— mantenían vivas las redes sindicales. Desde esos espacios se prepararon movilizaciones decisivas, como las de Intelhorce, Citesa o las huelgas de la construcción.
Los trabajadores de Intelhorce se encierran en la Catedral de Málaga
Los trabajadores de Intelhorce se encierran en la Catedral de Málaga
Las mujeres: tutela legal y primeras conquistas
En 1975 las mujeres vivían bajo normas que hoy parecen de otra época. La licencia marital obligaba a pedir permiso al marido o al padre para decisiones básicas, y los anticonceptivos seguían penalizados. “El Estado trataba a las mujeres como menores de edad de manera permanente”, explica la exdiputada Chiqui Gutiérrez del Álamo, que recuerda cómo el adulterio femenino o la venta de anticonceptivos podían conducir a un proceso penal.
En ese ambiente, surgieron los primeros colectivos de mujeres en asociaciones de barrio y plataformas democráticas en Málaga. Allí se empezaron a cuestionar los roles impuestos y se impulsaron reivindicaciones que, años después, abrirían el camino a leyes como el divorcio o la despenalización parcial del aborto.
Periodismo: entre la censura y los primeros gestos de apertura
La muerte de Franco no trajo libertad de prensa inmediata. Los periodistas seguían obligados a enviar los textos a la Delegación de Información antes de emitirlos. “Nos tachaban frases, párrafos e incluso folios enteros”, recuerda el periodista Luciano González, que entonces trabajaba en Radio Popular.
Sin embargo, algunos medios locales empezaron a explorar discursos más abiertos. Radio Juventud, bajo la dirección de Juan Fernández Lozano, introdujo un tono más plural y ganó una audiencia creciente al ofrecer contenidos menos rígidos que los habituales.
Cultura: libros prohibidos, bares llenos de artistas y una universidad recién nacida
A pesar de la vigilancia política, Málaga bullía culturalmente. El Ateneo se había convertido en un espacio de encuentro para creadores y pensadores. El escritor Rafael Ballesteros lo recuerda como un lugar de “relación continua, inmediata y viva”, al que se sumaban espacios más informales como el mesón La Buena Sombra.
La Facultad de Filosofía y Letras en San Agustín (1974
La Facultad de Filosofía y Letras en San Agustín (1974
Uno de los núcleos culturales más singulares surgió en Capuchinos, donde una cooperativa de libros organizaba presentaciones, reuniones y vendía títulos prohibidos. “Se empezaron a traer libros de importación que no se vendían en España”, señala Pilar Guerrero, entonces implicada en aquella iniciativa que más tarde daría lugar a la librería Prometeo. El éxito de la cooperativa provocó su cierre por orden gubernamental, pero dejó sembrada una red cultural que resistió hasta la llegada de la democracia.
En el terreno artístico, el colectivo Palmo introdujo nuevas corrientes plásticas y contribuyó a modernizar el panorama malagueño. La fundación de la Universidad de Málaga en 1975 añadió un espacio decisivo para el debate y la formación de nuevas generaciones.
Una ciudad vigilada, pero decidida a cambiar
La Málaga de 1975 era un territorio desigual y muy controlado, pero también una ciudad que se movía. Protestas laborales, asociaciones de barrio, colectivos culturales, grupos de mujeres y una universidad emergente alimentaban un clima de cambio que anticipaba la transición.
Como resumen los que vivieron aquella época, la llegada de la democracia no fue un regalo, sino “el resultado de sacrificios, muertes, detenciones y cárcel”. Pero también de una ciudadanía que, incluso bajo la dictadura, decidió no resignarse.
Aquel 1975 dejó heridas, pero también abrió caminos. Y buena parte del modelo social, informativo y cultural que hoy define a Málaga nació en esa tensión entre la vigilancia y la voluntad de libertad.
