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Málaga: 50 años de libertad, memoria y desafíos entre generaciones

Cinco décadas de transformación social, política y urbana

Málaga: 50 años de libertad, memoria y desafíos entre generaciones

Málaga: 50 años de libertad, memoria y desafíos entre generaciones

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Málaga

Cuando España escuchó por la radio la muerte de Franco aquel 20 de noviembre de 1975, Málaga ya llevaba tiempo exprimiendo sus propias contradicciones: una ciudad joven atrapada en una crisis económica, un urbanismo disparado y una sociedad que empezaba a perder el miedo. Medio siglo después, SER Málaga reconstruye ese momento a través de quienes lo vivieron y quienes han llegado después. Un programa especial que se ha realizado en directo desde el Ateneo de Málaga.

Javier Salas, subdelegado del Gobierno en Málaga, ha recordado que estos cincuenta años de libertades representan “el periodo de mayor convivencia y desarrollo de la historia reciente”. Salas defendió la importancia de mirar atrás para entender el valor de la democracia y evocó su propia infancia, cuando “las cartillas escolares empezaban con la imagen de Franco”, como muestra de cuánto ha cambiado el país.

Javier Salas, subdelegado del Gobierno en Málaga y Esther Luque, periodista de la Cadena SER

Javier Salas, subdelegado del Gobierno en Málaga y Esther Luque, periodista de la Cadena SER / Cadena SER

Javier Salas, subdelegado del Gobierno en Málaga y Esther Luque, periodista de la Cadena SER

Javier Salas, subdelegado del Gobierno en Málaga y Esther Luque, periodista de la Cadena SER / Cadena SER

El subdelegado del Gobierno señaló como hitos clave la Constitución, el Estatuto de Autonomía y la expansión de la educación pública, que permitió “que muchos fuésemos los primeros universitarios de nuestras familias”. También advirtió de los retos actuales —sanidad, vivienda, empleo— y del riesgo que entraña la polarización para la cultura democrática.

Los recuerdos de dos voces de peso político en Málaga

Gabino Puche, economista y una de las figuras políticas con más trayectoria institucional de la democracia española, con más de cuatro décadas como diputado, senador y dirigente clave del centro-derecha andaluz, y José “Pepe” Asenjo, histórico dirigente del PSOE malagueño y exconcejal del primer Ayuntamiento democrático de 1979, compartieron sus recuerdos sobre los primeros años de la democracia en Málaga.

Puche recordó cómo la libertad significaba esperanza y confianza en que España lograría transformarse en un país moderno: “Libertad era todo lo contrario a lo que habíamos vivido; confiábamos en que se consiguiera la transformación del país”. Por su parte, Asenjo destacó el dinamismo de Málaga en aquella época, impulsado por la cohesión del movimiento obrero, juvenil y cultural, y subrayó que los primeros ayuntamientos democráticos fueron el germen de la Málaga moderna: “Ahí se puso de manifiesto que lo viejo no acababa de morir y lo nuevo comenzaba a surgir, y fue el momento en que la ciudad empezó a construir su futuro democrático y urbanístico”. Ambos coincidieron en que, pese a las dificultades de la transición, se vivió un espíritu de diálogo y consenso que hoy sigue siendo ejemplar para entender la democracia actual.

De izquierda a derecha: Gabino Puche,Pepe Asenjo y Esther Luque, periodista de la Cadena SER

De izquierda a derecha: Gabino Puche,Pepe Asenjo y Esther Luque, periodista de la Cadena SER / Cadena SER

De izquierda a derecha: Gabino Puche,Pepe Asenjo y Esther Luque, periodista de la Cadena SER

De izquierda a derecha: Gabino Puche,Pepe Asenjo y Esther Luque, periodista de la Cadena SER / Cadena SER

Una ciudad que crecía a base de parches

A mediados de los 70, Málaga rondaba los 400.000 habitantes, pero su economía tenía pies de barro. La crisis del petróleo de 1973 dejó al descubierto la fragilidad de un modelo dependiente casi por completo del turismo y la construcción. El historiador Fernando Arcas resume aquellos años con precisión quirúrgica: “un crecimiento salvaje” que arrasó litoral, memoria urbana y expectativas.

La migración del campo a la costa modificó la estructura social a marchas forzadas. Y cuando la economía se detuvo, apareció la factura: una provincia entre las más castigadas por el paro.

El trabajo: salarios bajos, miedo alto

La conflictividad laboral se vivía en susurros. La palabra “huelga” era impronunciable y reclamar derechos podía acabar en despido o en un tribunal de orden público. Los sindicalistas Antonio Herrera e Inocencio Fernández recuerdan un tiempo en el que la organización obrera solo podía sobrevivir en pisos discretos, salones parroquiales o casas como La Bagatela, donde la chimenea servía para algo más que calentar: quemar documentos.

Desde esa clandestinidad surgieron movilizaciones que marcaron época, como las de Intelhorce o las huelgas de la construcción.

Las mujeres: menores legales hasta 1975

La vida de las mujeres estaba completamente tutelada: licencia marital, control sobre la vida laboral y familiar, anticonceptivos penalizados. La exdiputada Chiqui Gutiérrez del Álamo lo resume así: “El Estado trataba a las mujeres como menores de edad”.

En ese contexto empezaron a surgir en Málaga los primeros colectivos feministas que, sin saberlo, iban a empujar reformas históricas como el divorcio o la despenalización del aborto.

La prensa: escribir mirando por el retrovisor

La muerte del dictador no trajo libertad automática. Los periodistas seguían enviando textos a la censura previa. Luciano González recuerda cómo podían tacharle párrafos enteros. Aun así, algunos medios locales empezaron a abrir ventanas: Radio Juventud, dirigida por Juan Fernández Lozano, apostó por un tono más plural que conectó con una audiencia deseosa de aire fresco.

Cultura y Universidad: la modernidad que brotaba en los márgenes

Entre prohibiciones y vigilancia, la ciudad bullía. El Ateneo era un hervidero cultural, mientras que bares como La Buena Sombra reunían a artistas y escritores. En Capuchinos, una cooperativa de libros introducía lecturas prohibidas que pasaban de mano en mano hasta que el Gobierno ordenó su cierre. De aquella experiencia nacería después la librería Prometeo.

También surgía el colectivo artístico Palmo, semilla de una modernización estética. Y, sobre todo, abría sus puertas la Universidad de Málaga, que ampliaría la vida intelectual de la ciudad.

Una libertad que costó detenciones, miedo… y vidas

La Málaga de 1975 era una ciudad vigilada, sí, pero también inquieta, empujando hacia la transición. Nada llegó gratis.

Lo recuerdan con fuerza quienes crecieron con la democracia como compañera de generación.

Maite Perea nació tres meses antes de la muerte de Franco. Su familia estuvo marcada por la militancia: detenciones, clandestinidad y pisos francos. Su testimonio enlaza la libertad con una palabra simple y contundente: supervivencia.

La abogada laboralista Cristina Morones, que ya creció en democracia, avisa del riesgo de olvidar: “El mayor peligro es perder la memoria”. Para ella, la libertad más valiosa es poder ser una misma sin miedo.

Juan Manuel Rodríguez recuerda el 23-F, los debates encendidos en el Congreso y el orgullo de un país que empezó a sentirse europeo. Y Mónica Campos, también de 50 años, resume lo aprendido: la libertad es poder elegir—qué decir, a quién votar y hasta qué ver en la tele—sin que nadie decida por ti.

La mirada de quienes cumplen 18: democracia con dudas pero con intención de votar

Cinco décadas después, la democracia ya no se vive con épica, sino con dudas. Cuatro estudiantes de la Universidad de Málaga —Gabriela, Valeria, Gabriel y Tarek— analizan un sistema que consideran válido pero desgastado. Les preocupa la vivienda, la deuda pública, la polarización y la sensación de no estar representados.

Coinciden en algo: la falta de cultura política hace que algunos voten por inercia, como si eligieran equipo de fútbol. Quizá por eso el CIS refleja que el 13% de los jóvenes no considera la democracia la mejor forma de gobierno.

Sobre el peso de la dictadura, hablan con distancia histórica, pero con claridad: fue un periodo oscuro, con libertades anuladas, que el país ha logrado superar… aunque advierten de que no conviene frivolizarla.

Eso sí: todos dicen que votarán por primera vez. No saben a quién, pero sí por qué: porque la pasividad es el agujero por el que se vacían las democracias.

La presidenta del Ateneo de Málaga Victoria Abón y Esther Luque, periodista de la Cadena SER

La presidenta del Ateneo de Málaga Victoria Abón y Esther Luque, periodista de la Cadena SER / Cadena SER

La presidenta del Ateneo de Málaga Victoria Abón y Esther Luque, periodista de la Cadena SER

La presidenta del Ateneo de Málaga Victoria Abón y Esther Luque, periodista de la Cadena SER / Cadena SER

Las voces de distintas generaciones coinciden en la misma idea: la democracia no fue un regalo ni está blindada. Requiere memoria, compromiso y vigilancia. Como dice una de las entrevistadas, “la libertad no se aprecia hasta que se pierde”.

 

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