El pintor maldito que Málaga olvidó: 120 años después, la historia de Martínez de la Vega vuelve a la luz
Un creador adelantado a su tiempo, marcado por la bohemia y la tragedia, cuya obra vuelve a reclamar el lugar que Málaga le negó en vida

Callejeamos tras las huellas del pintor maldito de Málaga: Martínez de la Vega
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Málaga
Mientras Andalucía recuerda hoy la histórica manifestación del cuatro de diciembre, otra efeméride mucho menos conocida asoma desde las calles de Puerta Nueva: hace exactamente 120 años fallecía Joaquín Martínez de la Vega, el artista almeriense que transformó la pintura malagueña y cuya vida turbulenta lo convirtió en leyenda. Recorremos su vida con la profesora Teresa Sauret y nuestro colaborador Fran Campos.
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Hoy por Hoy Málaga (04/12/2025)
Martínez de la Vega murió solo, enfermo y sin recursos en una modesta habitación del Mesón de San Rafael, el mismo edificio que aún sobrevive ,casi milagrosamente, entre avenidas y fachadas renovadas. Allí pasó años clave de su carrera, rodeado de pinceles, pasteles, papeles de estraza… y una bohemia que rozaba lo autodestructivo.
Pese a su final trágico, su obra marcó un antes y un después. Con una técnica ágil, moderna y emotiva, supo captar la sensibilidad del fin de siglo sin haber pisado Europa, absorbiendo las vanguardias a golpe de prensa gráfica y tertulia de taberna. En Málaga destacó por adelantarse a su entorno, más prudente y académico, y por conectar con una burguesía que comenzaba a coleccionar arte para demostrar prestigio y modernidad.
Entre sus vínculos más curiosos está su relación con la familia Picasso: fue él quien participó en el llamado “bautismo artístico” de un jovencísimo Pablo en el Conservatorio María Cristina, episodio regado, literalmente, con unas gotas de champán.
Su vida, sin embargo, quedó marcada por tragedias personales: la muerte de su esposa, la de su hija y una espiral de alcohol y drogas habitual entre los artistas existencialistas de la época. Esa trayectoria alimentó la etiqueta de “pintor maldito”, simplificación que muchos expertos consideran injusta para un autor innovador, arriesgado y de enorme talento.
Hoy, sus obras siguen repartidas entre el Museo de Málaga, el Museo Doña Paquita en Almería, la Catedral de Zamora e incluso el Museo del Prado. Pero su figura permanece en segundo plano, casi escondida como la placa que lo recuerda en el Mesón de San Rafael.
120 años después, recuperar su historia es también recuperar una parte olvidada de la Málaga artística: la de un creador brillante, inquieto y adelantado a su tiempo, cuya vida fue tormenta… pero cuyo arte sigue siendo claridad.




