Mi casero se llama Robin Hood

Zaragoza

En el último año, la demanda de habitaciones en pisos compartidos ha subido un 24%. Las inmobiliarias aragonesas no dan crédito. Yo tampoco entendía qué ocurría, hasta que mi colega sociólogo Daniel Sorando me lo explicó con una imagen contundente: “Es como Robin Hood, pero al revés”.

Aquel forajido robaba a los ricos para dar a los pobres; hoy, muchos propietarios rentistas hacen lo contrario: extraen recursos —a veces de forma abusiva— de quienes menos tienen. Se aprovechan de un mercado tensionado para endurecer condiciones y precios.

El resultado es demoledor: jóvenes y trabajadores precarios, con sueldos bajos y contratos temporales, quedan fuera del acceso a una vivienda digna. Y mientras tanto, el bosque de Sherwood se parece cada vez más a nuestro propio vecindario.