Expertas alertan del impacto de las pantallas en el desarrollo infantil: “Estamos criando huérfanos digitales”
El uso temprano y sin control de la tecnología afecta al lenguaje, la concentración y el sueño de niños y adolescentes. Piden educación digital coordinada entre familias, escuelas y empresas

Nasos Zovoilis

Zaragoza
La sobreexposición a las pantallas y su uso en edades muy tempranas pasan factura. “El hito de las 50 palabras a los dos años no se está cumpliendo. Hay un lenguaje pobre y una menor capacidad de escucha y comprensión”, han defendido expertas en esta materia durante una comisión en las Cortes de Aragón.
El impacto de la tecnología afecta al lenguaje, pero también a la concentración y al control de los impulsos. Es necesario regular su uso, pero también educar, y no solo a los jóvenes: también a la sociedad en general y a las familias en particular. En casi el 50% de los hogares no existen normas para el uso del móvil.
La exposición de los menores a las pantallas comienza entre los 12 y los 24 meses, mientras que el cerebro humano madura entre los 15 y los 20 años. Hemos adelantado el uso de la tecnología basándonos en falsas premisas, como explicaba la investigadora Carmen Elboj: “Lo que hemos vendido es que los niños y niñas ya eran nativos digitales. Que habían nacido con el móvil en la mano, que era un apéndice de ellos. En realidad, muchos niños y adolescentes son huérfanos digitales”.
La tecnología se ha convertido en una niñera: en las comidas, en los desplazamientos o para poder mantener una conversación. También se ha convertido en un recurso educativo, pero sin instrucciones de uso. Y las consecuencias empiezan a notarse. Uno de cada tres estudiantes de ESO hace un uso problemático de la tecnología.
Seis de cada diez duermen con el móvil y descansan menos. Se conoce como vamping al fenómeno que promueve la sensación de soledad y que supone un riesgo hacia la depresión. La experta Belén Cebollero considera que “la supervisión familiar es un factor importante para la prevención”.
También preocupa el aumento de la agresividad y la disminución de habilidades sociales, incluso entre los universitarios. “En las aulas percibimos la dificultad que tiene nuestro alumnado para leer un texto extenso o visualizar un vídeo de cierta duración”, señalan desde el ámbito académico.
La prohibición, en cualquier caso, sirve de poco, pero es necesario restringir el uso. Carmen Elboj hacía este paralelismo: “Es lo mismo que cuando hace años hubo un gran compromiso social con la prohibición de fumar en espacios públicos. Hubo mucho revuelo, pero ahora todos lo tenemos asumido. Nadie fumaría en un espacio rodeado de niños o en un hospital”.
La educación y la concienciación deben llegar antes del acceso a la tecnología, como sucede con la educación vial. Y debe ser coordinada entre colegios, familias y empresas, concluyen las expertas.




