Aroa Moreno: “He vivido junto al campo de fusilamiento sin saberlo”

Zaragoza

La escritora Aroa Moreno Durán ha presentado en Hoy por hoy Zaragoza Mañana matarán a Daniel, una novela que ha devuelto al presente las historias de los tres militantes del FRAP ejecutados el 27 de septiembre de 1975: José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz. A través de una narración que ha combinado la investigación documental con la ficción, Moreno ha reconstruido no solo sus últimos días, sino también el silencio que ha rodeado sus muertes durante décadas.

Durante el proceso de documentación, la autora ha conversado con Manuel Blanco Chivite, también condenado a muerte pero finalmente indultado. De él ha recuperado el poema Víspera de los fusilamientos, cuyos versos han dado título a la novela. Moreno ha explicado que, al principio, se había centrado en preguntar qué habían hecho los condenados, pero pronto ha comprendido que la verdadera cuestión era por qué España seguía aplicando la pena de muerte en 1975.

La novela ha alternado dos líneas temporales: la del pasado, centrada en los fusilamientos, y la del presente, en la propia búsqueda de la autora. Esta estructura le ha permitido mostrar no solo los hechos, sino también el vacío documental, los archivos censurados y la dificultad de reconstruir una memoria que ha sido deliberadamente borrada.

Uno de los personajes que más ha conmovido a Moreno ha sido Ramón García Sanz, “el Pito”, nacido en Zaragoza y criado en un hospicio. Su historia, marcada por el abandono y la pobreza, ha sido la más difícil de rastrear. “Me resistía a que fuera huérfano también en la memoria”, ha confesado la autora.

Unas cuantas casualidades la llevaron a esta historia

Aroa Moreno ha compartido las sorprendentes casualidades que han tejido su vínculo con la historia que narra en Mañana matarán a Daniel. Ha contado que vive junto al campo de tiro de Hoyo de Manzanares, lugar donde fueron ejecutados los tres militantes del FRAP. Durante un paseo con su hijo, poco después del confinamiento, ha escuchado ráfagas de disparos que han resonado entre las piedras del paisaje. Al investigar el origen del sonido, ha descubierto que se trataba del mismo campo militar donde ocurrieron los fusilamientos.

Ese mismo día, recibió el encargo de un medio de escribir una carta abierta a un exmilitante del FRAP, lo que ha reforzado su intuición de que la historia se le estaba presentando sin haberla buscado. Poco después, supo que el único testigo civil de la ejecución fue su antiguo profesor de religión, Alejandro Peña Medrano, quien ha quedado marcado de por vida por aquel momento. Además, ha recordado que su padre, que se encontraba haciendo el servicio militar, formó parte del grupo que veló el cadáver de Franco.