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Oviedo no para: De La Ascensión a La Balesquida

Este lunes dará el pregón Juan Carlos Rodríguez-Ovejero y el martes 7 de junio la Sociedad Protectora repartirá 3.800 bollos y vino

Capilla de La Balesquida, en la Plaza de Alfonso II / Ángel Fabián

Oviedo

Aún están las casetas de La Ascensión en el Oviedo antiguo y el Campo de San Francisco, y esta tarde arranca La Balesquida. Son dos de las fiestas más tradicionales, del Oviedo de toda la vida, de todo el calendario local. En realidad, La Balesquida, el conocido Martes del Bollu, es la semana que viene, el martes 7 de junio, cuando la cofradía que hunde sus raíces en el Medievo, hará el reparto de 3.800 bollos preñaos y otras tantas botellas de vino, para ser mayoritariamente degustados en el campo de San Francisco.

Es un no parar. Todavía con el ambiente de La Ascensión en la calle, arranca La Balesquida con el pregón del presidente de Ópera de de Oviedo, Juan Carlos Rodríguez-Ovejero. El día grande es el martes 7 de junio, pero una fiesta milenaria como esta, está jalonada de tradiciones que se repiten un año tras otro. Una de las más vistosas es la cabalgata del heraldo, que el domingo al mediodía recorrerá el casco antiguo de Oviedo para plantarse ante el Ayuntamiento y pedir permiso el alcalde para entregar el bollu y el vino el domingo en el Campo de San Francisco. Es una de las fiestas más queridas por los ovetenses, pero la Sociedad Protectora de La Balesquida tampoco está exenta de los inconvenientes de los tiempos. El martes repartirá 3.800 bollos, la menor cifra en muchos años, por un problema vegetativo que explica de forma muy gráfica su presidente, José Antonio Alonso, quien señaló que “el 80 % somos personas de más de 65 años. En estos dos años no os imagináis las defunciones que hubo. Es la sociedad de los abuelos, que son quienes hacen socios a hijos y nietos. El fallecimiento de un abuelo puede suponer siete u ocho bajas. Estos dos últimos dos años sucedió mucho”, por el ensañamiento del coronavirus con los mayores.

Y es que La Balesquida es una seña de identidad local, fiel guardiana de múltiples tradiciones. El vino que se reparte con el bollu es blanco, porque era del que se disponía en época medieval. Se invita a la Corporación a degustar bollu y vino en un recinto separado del público porque el alcalde salvó de la quiebra a la Cofradía en 1929 con una aportación de mil pesetas que, a lo que parece, aún le están pagando. Los juegos para los niños son exclusivamente tradicionales, incluso con elementos de madera: “Nada de pantallitas”, ha dicho Alonso.