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El Molinón vuelve a disfrutar y entierra el pasado

El Sporting de Orlegi se estrena en casa con una espectacular goleada al Andorra (4-1) en un ambiente radicalmente distinto a lo vivido en la etapa anterior

Los jugadores del Sporting izan a Uros Djurdjevic tras uno de sus goles al Andorra. / LaLiga

Los jugadores del Sporting izan a Uros Djurdjevic tras uno de sus goles al Andorra.

Gijón

Ni tres meses han pasado desde que el sportinguismo, hastiado, abandonaba El Molinón, muchos con la idea de no volver en bastante tiempo. Ese día el convencimiento generalizado era que no había futuro. Que solo quedaba penar por los campos de España hasta que, un día, se rematara la faena y el Sporting cayera definitivamente en el fango. Ese día, 29 de mayo, se había vivido en el coliseo gijonés una de las tardes más bochornosas que se recordaban: el único aliciente había sido corear las ocasiones y el gol de Las Palmas para que, al menos, no existiera riesgo de que el eterno rival ascendiera a Primera. Era la guinda a una temporada infame.

Ni dos meses han pasado desde que, de pronto, un fogonazo iluminó la oscuridad que se cernía sobre El Molinón y Mareo. Un nuevo grupo inversor apostaba por el club y acababa con 28 años de una entidad subyugada al proceder de la familia Fernández y su personal de confianza. Se abría un hueco para la esperanza. ¿Valdría para algo o sería el mismo perro con distinto collar?

Casi tres meses después de aquel enésimo ridículo, contra Las Palmas, apenas dos meses después de la venta del club, todo ha cambiado. En El Molinón se respira otro ambiente. Este sábado 20 de agosto quedará para la historia como el día en el que, por primera vez en 28 años, el Sporting jugaba en su campo sin los Fernández. También como el primer día en el que Alejandro Irarragorri y su gente (colaboradores, familia e importantes empresarios) vivían un partido en El Molinón. Pero, sobre todo, como el día en el que en 'El Templo' se confirmó que el clima es otro, que las ventanas se han abierto y que hay lugar para el optimismo. Y pasó lo que hacía falta que pasara: que el equipo ganó (de hecho, goleó) al Andorra, que contagió a su público y que hace pensar que este proyecto, deportiva y anímicamente, sí tiene futuro.

No le puede pedir más un sportinguista a una tarde de sábado. El resultado, espectacular; el juego, vibrante; el ambiente, de lujo. Incluso sol, que siempre se agradece, aunque a los espectadores de la grada Este puede que no les hiciera tanta ilusión. Lo sucedido durante los noventa minutos lo compensó: después de todos los impactos positivos del verano, y tras el empate inaugural en Anduva que supo a poco, el reencuentro del Sporting con su afición tenía que llegar a lo grande. Y así fue: 4-1 al Andorra, la afición encantada, Irarragorri y sus invitados (entre ellos, también la alcaldesa Ana González) más y el equipo, aunque prudente, dando el primer puñetazo encima de la mesa.

El Sporting no arrolló a su rival durante todo el encuentro. Ni falta que le hizo. De hecho hubo una fase de bastante equilibrio en la primera mitad. Se sabía de la querencia del Andorra por la posesión de balón (tuvo la pelota un 67% del tiempo del partido) y, aunque pretende mejorar en esa faceta, no le obsesiona en absoluto al Sporting de Abelardo cederla y esperar.

Los de Sarabia tocaban más el balón pero no generaban excesivo peligro. El Sporting, a la contra, se mostró mucho más peligroso. Amenazaba Juan Otero, que aunque irregular estuvo bastante más enchufado, trabajador y talentoso que en el estreno liguero, con una gran jugada en la que la combinación con un también mejorado Cristo González no cuajó.

En el minuto 22 el Sporting abría la lata después de una acción brillante de su fichaje más galáctico: José Ángel Valdés, 'Cote'. Su galopada, con caño incluido, acabó en un pase atrás que Djuka convirtió en gol con un taconazo al segundo palo. Volvía a quedar en evidencia la importancia del serbo-montenegrino, que apenas había participado del juego pero que volvía a ser garantía de gol en uno de los primeros balones que tocaba.

El Sporting mantuvo en plan, si cabe incluso potenciado: que el Andorra siguiera teniendo la pelota pero en zonas poco peligrosas. Apenas generó peligro, más allá de un disparo de Martí Vila desde fuera del área que Mariño desvió y que, con toda la tensión posible, acabó yéndose fuera. Antes del descanso aún tuvo dos ocasiones el Sporting: un cabezazo de Zarfino (a centro de Guille Rosas) y una gran acción de Cristo, que disparó desde lejos y obligó a Raúl Lizoain a hacer un paradón. Sería lo mejor que haría el portero del Andorra en una tarde que no recordará precisamente con mucho cariño.

Tenía el Sporting la situación controlada, pero la situación no era como para fiarse. Sufrió la grada de El Molinón en una acción embarullada en la que Insua no acertó a despejar un balón en el área y este quedó muerto en el punto de penalti tras golpear en la espalda de un jugador visitante.

Había que cerrar el partido y lo hizo Cali Izquierdoz, mostrando una de sus principales virtudes: rematando de cabeza, con todo el poderío, una falta lateral que botaba (quién si no) Cote. El lateral no ha marcado aún con el Sporting, pero más de la mitad de los cinco goles que acumula el Sporting llevan su firma compartida con la del anotador. Hay muchas incorporaciones prometedoras, pero la del zurdo de Roces es impresionante. Hace dos meses, hubiera sido imposible. Hoy está marcando las diferencias en Gijón y en la categoría.

Desde el momento del 2-0, ya todo fue coser y cantar. Djuka volvió a marcar en una jugada curiosa: un saque largo de Mariño que se come el portero visitante y el delantero rojiblanco, atento, gana el balón a su espalda para anotar el tercero. También el saque largo de Mariño fue fundamental en el cuarto tanto, ya en el minuto 89: peinó Campuzano y Aitor García, que acababa de entrar al campo, dejaba en el suelo a Lizoain para marcar. El Andorra ya se dejaba llevar y el onubense perdonó otra ocasión clara.

Un despiste defensivo del Sporting impidió que el marcador fuera redondo. No estuvieron finos ni Mariño ni la zaga y Alti aprovechó el regalo para marcar el gol de la honra. Pero no enturbiaba la tarde para un sportinguismo que disfrutó como hace tiempo que no sucedía. El estreno en casa fue a lo grande. Ahora hay que mantener el nivel. Pero las vibraciones son completamente diferentes. En el césped, en la grada y en el palco, atestado de gente poderosa vestida con camisetas del Sporting. Viéndoles disfrutar así, a Irarragorri no parece que le vaya a costar mucho para que, ante la inacción de otros, ellos "sumen sus voluntades" a un proyecto prometedor.

David González

David González

Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...

 

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