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El Sporting se redime con un triunfo que pudo ser escandaloso

Los rojiblancos se desquitaron del ridículo de Granada con un gran partido ante el Eibar, cuyo marcador debió ser mucho más abultado que el 2-0 final

Los jugadores del Sporting celebran el gol de Pedro Díaz al Eibar. / LaLiga

Los jugadores del Sporting celebran el gol de Pedro Díaz al Eibar.

Gijón

Ocho minutos de tranquilidad en El Molinón son un lujo que no todas las semanas pueden permitirse los sportinguistas. Fue tiempo suficiente para liberar la presión del estómago y dar un respiro a las sufridas uñas de los seguidores, que habían padecido durante los 85 minutos anteriores, en los que el equipo pudo arrollar al Eibar, desquitarse del desastre de Granada con una goleada similar al Eibar, pero la falta de puntería de los delanteros rojiblancos, incluso a puerta vacía, le dio al partido mucha más emoción de la debida. El triunfo final, tan importante como necesario, justifica el sufrimiento: el Sporting logró una victoria tan importante como necesaria, que le permite sumar 18 puntos, empatar con el Eibar en el sexto puesto y alejar los fantasmas de Granada. No solo por el resultado; también por la buena imagen mostrada por el equipo, que salvo la puntería lo hizo prácticamente todo bien.

El Sporting saltó al césped de El Molinón dispuesto a expiar sus pecados de Granada. Siguió todos los pasos que promulga la fe católica: en los días posteriores al desastre de Los Cármenes hizo examen de conciencia colectivo y acto de contrición, confesó públicamente sus errores, salió este lunes con propósito de enmienda y, como penitencia, tuvo que sufrir mucho más de lo debido para darle una alegría a su afición. En El Templo rojiblanco, el Sporting salió liberado de sus pecados, rozando además la virtud futbolística.

Fue el de este lunes el Sporting que quiere ver Abelardo: un equipo intenso, muy vertical, llegador por bandas y bien armado atrás. Los futbolistas salieron (esta vez sí) concentrados, enchufados y seguramente tocados en el orgullo por lo vivido en las jornadas previas. No vio delante al Eibar, a pesar del nivel del rival: a los dos minutos de partido ya había tenido dos ocasiones: Juan Otero le ganaba la espalda a Arbilla tras un pase en largo de Pedro Díaz y sacó un peligroso centro que blocó Yoel; unos segundos después Djuka tiró un sombrero de tacón y puso un gran centro al punto de penalti, donde un incombustible Zarfino se topó de nuevo con el portero del Eibar, que atrapó en dos tiempos.

Era el Sporting un vendaval en ataque, pero a la fórmula magistral de Abelardo le faltaba un detalle importante: está muy bien poner centros, uno tras otro, pero es fundamental encontrar un rematador para ellos. Y ninguno de los muchos que ponía el Sporting, por uno y otro costado, lo encontraba. Había que buscar el gol de otra manera. Djuka tuvo una ocasión clarísima para marcar, pero su limitación con la pierna izquierda volvió a quedar patente cuando se plantó solo en el área y Berrocal, que conocía perfectamente el talón de Aquiles de su excompañero, se limitó a perfilarse para tapar su disparo con la derecha. Es tal la falta de confianza del '23' rojiblanco en su pierna zurda que ni siquiera intentó rematar.

Era un tanto frustrante ver el paso de los minutos con un Sporting tan dominador, jugando tan bien al fútbol pero sin conseguir marcar. Pero irrumpió entonces un futbolista que protagonizó la mejor noticia, junto a la victoria, del partido: Pedro Díaz volvió a ser Pedro Díaz. Como cuando se sienta al piano, el sierense ofreció una exhibición de virtuosismo, rematada con el gol del minuto 27, en el que fue el más listo de la clase: se anticipó a Stoichkov para atrapar un rechace, se internó en el área, se escoró y sacó un disparo cruzado que por fin servía para abrir la lata.

Tuvo el Sporting ocasiones clarísimas para evitar el sufrimiento y pasarle al Eibar la patata caliente que se trajeron los rojiblancos de Granada. Pero hasta tres veces falló a puerta vacía; increíble pero cierto. Primero fue Djuka el que falló lo imposible: solo tenía que empujar un pase atrás de Juan Otero para lograr el 2-0, pero la mandó fuera. El trabajo y el esfuerzo siguen convirtiendo a Djurdjevic en un intocable para un amplio sector de la afición y para Abelardo, pero la evidencia es la evidencia: está absolutamente negado de cara a gol.

No menos claras fueron las ocasiones, también a puerta vacía, que fallaron Queipo y Zarfino, si bien la primera de ellas no hubiera subido tampoco al marcador porque Djuka estaba en fuera de juego previo.

En El Molinón empezó a cortarse la tensión. El Sporting se aculaba, el Eibar se crecía y protagonizaba algunos acercamientos que elevaban la tensión, especialmente a balón parado. Stoichkov remató desviado a la salida de un córner y Tejero casi saca partido de una falta lateral en la que remató solo, directamente fuera. Mariño, con dudas en las salidas exacerbadas con respecto a otros días, no acababa de dar confianza.

La tranquilidad definitiva llegó con otro golazo. Cristo bajó y arregló el partido: tras un robo de Zarfino, el canario tiró dos recortes estupendos y sacó un disparo imparable que golpeó en el palo y se fue para dentro. Lo celebró con rabia el canario, quitándose la camiseta y ganándose una amarilla prescindible, seguramente con la rabia de pensar qué más tiene que hacer para ser titular, sobre todo cuando su rival por el puesto está en un momento malo.

En todo caso, los debates son mucho más llevaderos después de una victoria de nivel, con buen fútbol y grandes sensaciones. También sufrida, pero dicen que así los triunfos se disfrutan más. Amén.

David González

David González

Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...

 

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