El Sporting pierde el miedo a los derbis
Los rojiblancos consiguen su primera victoria gracias a un merecidísimo triunfo ante el Oviedo (3-1)
Gijón
Algo está cambiando en el fútbol asturiano. La tendencia apunta a un cambio de ciclo. Dos derbis seguidos ganados por el Sporting; algo impensable hace algún tiempo. El de este domingo se lo llevó el equipo gijonés con toda justicia, dando al Oviedo de su propia medicina: ¿recuerdan aquellos partidos en los que unos sabían cómo jugar un derbi y otros no? Pues lo mismo, pero al revés. Mucho más intenso, activo, con un dato de posesión abrumador (68%) y con una idea clara de lo que aspira a hacer durante toda la temporada, el Sporting logró la victoria que necesitaba y precisamente la que mejor le viene para reforzar el proyecto, mejorar el clima en torno al equipo y respaldar la idea futbolística. Y, de paso, pone contra las cuerdas al eterno rival. Poco más se puede pedir.
No fue un derbi clásico, en los que el pundonor y la tensión suelen arruinar el juego. Hubo fútbol, especialmente por parte de un Sporting que esta vez fue sobrado de alma. Se mantuvo fiel el equipo de Albés a su filosofía de salir a por todas. Los primeros segundos del partido fueron reveladores: sacó de centro el Oviedo, pero el Sporting robó rápido y Juan Otero tuvo en sus botas el primer gol.
Al Sporting se le pusieron las cosas de cara gracias a un penalti que costó ver: entre David Costas y Lucas derribaron a Gaspar Campos. La primera duda era si la acción se habría producido dentro o fuera del área y, la segunda, la intensidad. Tras un par de minutos que se hicieron eternos, el VAR dictaminó que el penalti era pitable. Juan Otero, que en ese tiempo no perdió la concentración, engañó al portero del Oviedo y adelantó al Sporting.
Lo mejor estaba por llegar. A Cote se le preguntó el jueves por parte de la prensa qué soñaba con hacer en un derbi asturiano. Quizás la respuesta a la pregunta era lo que sucedió este domingo: marcar un golazo espectacular, con un zurdazo marca de la casa, para allanar aún más el terreno hacia la victoria.
Lo peor de la primera parte fue la lesión de Diego Sánchez, que obligó a un cambio de piezas: Olaetxea pasó a la defensa y Nacho Martín ocupó su plaza en el mediocampo. Calleja también movió fichas al descanso ante la inacción de su equipo: metió a un nada acertado Hassan (permanentemente abucheado por la que hasta hace poco fue su afición) y a Lemos por el amonestado Moyano.
Hubo un momento de temor cuando, nada más comenzar la segunda parte el Oviedo pilló descolocado al Sporting, Alemao se puso un sorprendente traje de extremo, dejó atrás a Cote, sorprendió a Olaetxea en la cobertura al alcanzar la línea de fondo y su pase atrás, al punto de penalti, lo aprovechó Ilyas Charia para recortar diferencias y enmudecer El Molinón.
Fue la fase más delicada del partido. Con el siempre peligroso marcador de 2-1, al Sporting le entraron las dudas de si ir a por el tercer gol o defender lo conseguido. El equipo reculó y, sin sufrir demasiado, se vio apurado. Albés reclutó a Gelabert para tener algo más la pelota y la pausa necesarias, pero al equipo le seguía costando. Queipo revolvió el ataque, pero tuvo mala puntería en un par de llegadas.
El cambio clave volvió a ser el de Campuzano, convertido en revulsivo oficial. La primera acción en la que participó acabaría en un gol de bandera: el catalán recibió a muchos metros del área y empezó a correr sin mirar a portería, pero teniéndola entre ceja y ceja. Se plantó ante David Costas y se la armó: esperó el momento justo para marcar un gol sublime. Gaspar Campos, que corría a su izquierda más libre de marca, solo pudo rendirse y aplaudir, en una celebración que desató la locura de todo el banquillo rojiblanco y de los 25.700 rojiblancos que acudieron a El Molinón. Así se logró un triunfo, el mejor posible para dar alas al proyecto.
David González
Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de...