El Sporting convierte a los últimos en los primeros
Segundo ridículo consecutivo del equipo gijonés, que encajó tres goles en 45 minutos por parte de un rival que llevaba nueve partidos sin ganar
Gijón
Hay derrotas que escuecen, otras que duelen y otras que son auténticas puñaladas. El Sporting lleva dos de las últimas, además en órganos vitales. No está muerto, pero hay que intervenir; toca pasar por quirófano. Dos de los peores equipos de la categoría le han sacado los colores en la misma semana. Si el partido de Cartagena fue terrible, la derrota (1-3) contra el Racing de Ferrol no sirvió para frenar la hemorragia. Fue el Sporting un equipo roto en defensa (esta vez sin el seguro de Yáñez, cuya torpeza en Cartagonova le costó cara, porque Christian Joel fue un coladero), sin chispa y sin puntería, con unas carencias en la plantilla que hasta ahora se habían disimulado. Dos derrotas imperdonables, en el fondo y en la forma, que dejan al equipo fuera del playoff y que siembran muchísimas dudas razonables. Ya no funciona ni el efecto Irarragorri, que de talismán ha pasado a gafe: con él presente, el Sporting ha protagonizado los dos peores partidos en mucho tiempo. Un rival que llevaba dos meses sin ganar un partido y que venía de encajar cinco en su casa por parte del Oviedo le ganó sin despeinarse al equipo de Albés. Después de desahogarse con algunos pitos, la afición rojiblanca se fue a su casa decepcionada y con muchísimas dudas sobre el futuro.
¿Dónde quedó aquel Sporting eléctrico, intenso, que apostaba por un fútbol propositivo pero que no se rompía atrás? Ya apenas se ve ni tras el pitido inicial: lo intenta, pero es engañoso, como cuando abres un refresco que ya se ha agitado demasiado tiempo. Tuvo en los primeros minutos un par de ocasiones, que hacían imaginar un escenario bastante diferente. No llegó Campuzano por poco a un centro de Cote y sí llegó, pero mal, a un balón servido por Dubasin que solo necesitaba que lo empujaran. Todo El Molinón se llevó las manos a la cabeza con la oportunidad perdida: Campu lo intenta, participa del juego, pero tampoco parece el goleador que (casi) todo equipo que acaba arriba necesita.
Ese comienzo fueron fuegos de artificio. Efecto gaseosa. El partido cambió radicalmente. Si a la falta de puntería sumas el coladero defensivo, se suma el hambre con las ganas de comer. El Racing de Ferrol solo tuvo que aprovechar los regalos del Sporting para ganar sin sufrir. En la primera mitad el choque quedó resuelto. Con una defensa de risa y un portero absolutamente superado, el escenario era desolador: todo lo que iba entre los tres palos, acababa en gol. Casi todo, para ser exactos: tres goles en cuatro tiros a puerta del Racing de Ferrol en los primeros 45 minutos. El primero, con tensión: revisado durante casi cinco minutos por si había fuera de juego previo al pase del gol. No hubo salvación a una jugada terrorífica de la defensa y del portero del Sporting, al que se le escurrió el balón. Un aperitivo de lo que estaba por venir.
El portero del Sporting también rozó el disparo de Dorrio que supuso el 0-2 en otra pifia de una defensa que sin Diego Sánchez no está a la altura. Rober Pier no está ejerciendo el rol que se le supone, Curbelo tampoco lo hizo antes de su lesión y el canterano ahora lesionado es el inesperado único líder de una defensa que hace aguas. La mejora Olaetxea cuando ejerce esa labor; el vasco, chico para todo, fue el único que tuvo puntería para meter al Sporting en el partido, marcando el 1-2 después de un gran centro de Nacho Méndez y una buena prolongación de cabeza de Campuzano.
Pero el tercer gol del Racing de Ferrol, en otra contra tolerada por un Sporting blando y confundido, dejó el partido visto para sentencia. Porque en la segunda parte el equipo rojiblanco lo intentó, pero sin arrollar a un equipo arrollable. El partido, a pesar de la diferencia en el marcador, era remontable, contra un rival cogido con pinzas. Y sin embargo el Sporting fue a medio gas. Los delanteros perdonaron todo lo que tuvieron y el único que probó verdaderamente al portero fue Nacho Martín, con un punterazo que prácticamente se encontró sobre la línea Jesús Ruiz. Tarde, a juicio de muchos aficionados, recurrió Albés a quien tenía que estar siendo una de las estrellas del equipo: el internacional Caicedo. Para lo que hizo, el entrenador podía habérselo ahorrado.
El Sporting está perdido. Encontrarse consigo mismo y con muchas de las cosas que se ha dejado por el camino. ¿Dónde está la competitividad de este equipo que, para empezar, ya no puede presumir de haber perdido por la mínima los pocos partidos que ha perdido? ¿Dónde está la solidez defensiva? (Esta está claro que se fue con Diego Sánchez) ¿Dónde está el Gaspar Campos que marcaba la diferencia en la categoría la temporada pasada? ¿Dónde está el Gelabert que prometía marcarla, aunque fuera a ráfagas, en los primeros partidos de esta campaña? ¿Y dónde está la profundidad de banquillo, esa que permite a los equipos aguantar las vicisitudes de una temporada más larga que un día sin pan?
El Sporting necesita el parón como agua de mayo, pero solo con relajar las piernas no va a bastar. Tanto o más que eso necesitaría que el club se mueva en el mercado de invierno. Señor Irarragorri, tome nota. Si no, será imposible.
David González
Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de...