Juan Carlos I mejora la imagen de Mallorca
Como mínimo, las escenas de un Rey que festeja sus manejos en paraísos fiscales yéndose de regatas obligan a reconsiderar quién influía a quién en Marivent
Imaginen por un momento que el circo del pasado fin de semana en la desafortunada localidad gallega de Sanxenxo hubiera tenido lugar en Mallorca.
Los comentaristas no se hubieran centrado en la imagen frívola del Rey, sino en su contagio de la atmósfera disipada de Balears.
Es decir, se le hubiera disculpado por el lugar en que se encontraba, un descargo de la responsabilidad sobre la geografía que nunca ocurrirá en la severa Galicia.
Con su euforia excesiva, el Rey ha distorsionado la realidad de un coqueto puerto de mar.
El espectáculo también obliga a revisar el influjo del emérito sobre Mallorca.
Desde fecha tan lejana como el verano de 1990, los periodistas Pedro J. Ramírez o Julián Lago culparon a Juan Carlos y a su hijo príncipe y principal de haberse contagiado de la degradación de las costumbres, en un paraíso vacacional como Balears.
Como mínimo, las escenas de un Rey que festeja sus manejos en paraísos fiscales yéndose de regatas obligan a reconsiderar quién influía a quién en Marivent.
En primer lugar, la ausencia de la Familia Real no ha supuesto la pérdida de un solo turista para Balears.
En segundo, tal vez los juerguistas eran los personajes coronados.