Sobre la negociación de la mediana
Santa Cruz de Tenerife
En la mar salada hay peces, calamares y crustáceos, y debajo petróleo, telurio, tierras raras y sueños de grandeza. De esa tira de agua que se extiende de la ribera africana a las costas isleñas, Marruecos reivindica el mar territorial marroquí hasta doce millas y una zona económica exclusiva de doscientas. Nos enfadamos mucho cuando Marruecos publicó la intención de reclamar lo que cree suyo. Pero es curioso que nadie –nadie- recordara entonces que España había hecho exactamente lo mismo, solicitar la extensión de las aguas canarias hasta las 200 millas (350 en la plataforma), y seis años antes de que lo hiciera Marruecos. Lo que ocurre es que España siguió el trámite y pidió autorización para la expansión de sus aguas a Naciones Unidas, mientras que Marruecos se limitó a aprobarla en su Asamblea y Senado, algo que carece de valor legal, y que no sirve más allá de proclamar que el Mazjen considera que el mar es suyo y que lo quiere.
Por eso, la segunda cuestión es la honra: hace dos años y medio, Torres juró por sus ancestros que Marruecos no tocaría ni un milímetro de las aguas canarias, y ha seguido diciéndolo aunque cada vez en voz más baja. También prometió que estaríamos en las negociaciones bilaterales para la mediana, las que empiezan hoy. Lo que no dijo Torres es que su Gobierno solo estaría en los encuentros técnicos españoles, no en la mesa en la que los de Exteriores se sientan con los enviados de Rabat. El consejero Julio Pérez, que es un profesional del encaje, una rara avis en el Gobierno floral, no tuvo ayer mucho problema en reconocer la verdad: que a él y a José Miguel Ruano donde les dejan estar es en las reuniones españolas.
Y es conveniente que estén, aunque sea para que Madrid no la pifie de nuevo. Que hay precedentes serios: cuando el BOE publicó el Estatuto reformado del 2018, se les olvido meter la parte de las aguas canarias, el anexo que incorporaba al Estatuto la ley canaria 44/2010, en la que por vez primera se fijaron las aguas del Archipiélago. Si el BOE es capaz de despistarse y no meter nuestro mar interior en el Estatuto, imaginen lo que serán capaces de olvidar los cuellos blancos de Exteriores cuando empiecen a rebozarlos en cuscús y cordero.




