Pulso institucional a los afectados por el volcán

Santa Cruz de Tenerife

Los gobernadores civiles fueron, durante el franquismo, figuras que se ganaron a pulso la antipatía de los gobernados. Los delegados del Gobierno son, unos más que otros, sus herederos como representantes del Estado en cada territorio. Pero son también, o deben ser, garantes de los derechos de los ciudadanos, y no sus represores.

Sus funciones les confieren una posición de dominio, que en ocasiones deriva en la tentación de caer en abusos de autoridad, como prohibir una manifestación de afectados por el volcán y otras lindezas. Entre ellas, acusarlos de estar manipulados, como una masa de borregos, por dos de ellos que han cometido el delito de tener una afiliación política distinta a la del actual delegado del Gobierno.

El pulso que las instituciones están echando a los afectados del volcán, por el simple hecho de hacerse oír, es una batalla vieja: la que libró David contra Goliat. El problema es que los políticos han entrado en modo electoral y no empatizan ya ni con los propios.

La isla de La Palma no se merece a un delegado del Gobierno que dice y hace las cosas que dice y hace el actual. Y que toma las decisiones pensando, no en los palmeros o en los canarios, sino en los ministros del Gobierno al que debe el cargo.