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Buitres contra guirres

Un pleno dividido del cabildo majorero declara ‘Dreamland’ como proyecto de interés insular

Somos nadie: Buitres contra Guirres

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Sería bueno que regresara Tibiabín a Maxorata. Quiero que venga con su hija Tamonante y que traigan la paz a Fuerteventura. Contaba Abreu Galindo en su Historia de la conquista de las siete islas canarias que antes de la conquista la isla majorera estaba dividida en dos reinos “uno desde donde está la villa hasta Jandía, y la pared de ella; y el rey desta parte se llamó Ayoze; y el otro desde la villa hasta Corralejo, y éste se llamó Guize”.  Estos reyes no se llevaban muy bien, pero en lo que sí se ponían de acuerdo era en seguir los consejos de Tibiabin y  de su hija Tamonante. Tibiabín era pitonisa, adivinaba el futuro, y adivinó que iban a venir unos señores a conquistar la isla, señores con mucho poder ante los que, según Tibiabin, no había más remedio que rendirse.

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Ya en esa época había preocupación por la protección de la tierra. El propio Abreu Galindo cuenta que en Fuerteventura había miles de asnos salvajes que provocaban daños en la tierra: “El año 1591 se mandó a hacer una mortería , por el mucho daño que hacían en la tierra, con muchos lebreles, y con mucha gente de a caballao, y la tierra apellidada; y mataron más de mil y quinientos asnos, que fueron manjar de cuervos y guirres, de que hay mucha abundancia en estas islas”.

Pues bien, este lunes se celebró un pleno del cabildo de Fuerteventura, y acabó  en una guerra política. La causa, la votación del proyecto Dreamland como proyecto de interés insular. La propuesta del presidente del cabildo, Sergio Lloret salió adelante con los votos a favor de su partido, Agrupaciones Municipales, y los del PSOE , de Podemos y de Nueva Canarias que están  en la oposición. Curiosamente, votaron en contra Coalición Canaria y el Partido Popular que comparten el  gobierno del cabildo con Sergio Lloret.  Según los promotores privados, Dreamland pretende ser el plató de cine más grande de Europa.

Para  salir adelante el proyecto que llevó al cabildo el presidente insular Sergio Lloret tuvo que usar su voto de calidad.  Según la organización Seo Bird Life , el proyecto Dreamland ocuparía unos  180 mil metros cuadrados junto a una zona que es hábitat de más de 30 de especies de aves, entre ellas hay tres en peligro de extinción: la hubara canaria,  el cuervo canario y el alimoche o guirre. El lugar donde quieren hacer un centro comercial y construir estudios para rodar películas de cine está a 440 metros de  espacios protegidos, la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) “Dunas de Corralejo e Islas de Lobos” y  la Zona Especial de Conservación (ZEC) “Corralejo”

Olor a podrido

Sorprende que un proyecto de este tipo salga adelante con los votos de la teórica izquierda, PSOE, Podemos y Nueva Canarias, aunque estos dos últimos partidos se han desmarcado de sus consejeros, que han usado la Ley del Suelo que aprobó Coalición Canaria y que tanto criticaron PSOE y Podemos la legislatura pasada. Llama la atención que el consejero Andrés Briansó, históricamente vinculado al movimiento ecologista y a la Coordinadora Salvar Tindaya, votase en  contra de lo decidido en la asamblea de su propio partido, y que en el pleno hablase de “las presiones recibidas”. De toda la vida lo que vota una asamblea se llama democracia, y lo que resulta voto inesperado que beneficia a quienes tienen el dinero se llama otra cosa. Cuentan que el último pleno del cabildo podía haberse hecho en el castillo de Hamlet, y un personaje de Shakespeare se podía haber disfrazado de Hubara para gritar : “Algo huele a podrido en Dinamarca”.

Conviene recordar que fue el político y empresario Blas Acosta, líder del PSOE majorero, quien trajo el proyecto al cabildo  cuando era su presidente, pero no llegó a plantear que se votara la declaración de interés insular. Y mientras Blas Acosta movía los hilos de la política, la empresa Riu vendió  ese terreno que poseía a los promotores del proyecto Dreamland  a ¡50 céntimos el metro cuadrado!, un precio de risa en la isla de Fuerteventura. Entre las condiciones de venta estaba que no podían construir camas hoteleras para no hacerle competencia. Pero llama la atención que Riu vendiera unos terrenos  a una sociedad de un dirigente patronal majorero que aparece como representante de una treintena de sociedades. Riu vende unos terrenos que podían multiplicar su precio con esa simple declaración de interés insular.

La operación urbanística  pone en peligro al guirre canario. Por eso decía al principio que habrá que llamar a Tibiabín, porque parece que la historia se repite, peligran las aves canarias (entre ellas el guirre que nombraba Abreu Galindo)  por una operación en la que han participado  buitres llegados de fuera…, aunque esta vez Tibiabin a lo mejor recomienda que no hay que rendirse.

 
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