La delgada línea entre la abundancia y la miseria

Las Palmas de Gran Canaria

Es día de entrega de alimentos. Con un pupitre de colegio colocado entre los coches aparcados a las puertas de un almacén en la calle Obispo Cervera, en la frontera de los barrios de Escaleritas y Schamann de Las Palmas de Gran Canaria, y un altavoz portátil con villancicos a buen volumen para amenizar la espera, varios voluntarios de la ONG Rescate Canarias ponen orden en el listado con los nombres, número de integrantes de la unidad familiar y necesidades de los usuarios inscritos, antes de proceder a llenarles de productos básicos los carritos de tela que cada uno ha vaciado previamente de la desesperación y resignación que les ha empujado hasta la cola. Tienen que elegir en qué gastar los mínimos ingresos que perciben: en comida o poder pagar el alquiler, la luz y el agua que al menos les permita vivir bajo un techo. Algunos ya no conservan ni eso y se encuentran en situación de calle.

En la acera de enfrente la fila de personas es amplia y aumenta sin cesar a cada minuto; de perfiles y procedencias diversas, incluso varios niños que acompañan a sus madres o abuelos corretean y juegan de un lado para otro, ajenos al drama que les rodea. Hoy esperan atender a unas 300 personas. La música y los gorros de Papá Noel con los que van ataviados los trabajadores, además de algún que otro adorno navideño que cuelga de las paredes del local, señalan la proximidad de la Nochebuena. Pero aquí lo de menos es la fiesta.

Como cada quince días, reciben con agradecimiento los alimentos que la entidad puede buenamente dispensarles para afrontar las próximas semanas. Esta tarde pueden disfrutar de una merienda con chocolate y algunos dulces, además de servicio de peluquería y duchas. El comedor social que gestiona esta Asociación es uno de los beneficiarios este año de los donativos que entregan los visitantes del Belén de arena de la Playa de Las Canteras, por lo que pueden permitirse algunos caprichos que para familias de otras latitudes de la misma ciudad resultarían banalidades. Pero muchos de los presentes saben muy bien que la línea entre la abundancia y la miseria absoluta es muy fina.

El contraste de las celebraciones por el Gordo y la cola del hambre

Desde la parte baja de la capital llegan los ecos de las celebraciones y brindis de quienes han resultado agraciados en el sorteo extraordinario del Gordo de Navidad. José Ramón Camba, responsable de Rescate Canarias, nos resalta el contraste de quienes "están disfrutando de todas estas cosas que les está pasando para bien al ganarse la lotería y otros que parece que están mendigando, pero lo que hacen es pedir algo que necesitan realmente y nosotros tenemos la oportunidad de darles". Y subraya que en la cola "hay personas que hasta no hace mucho tiempo se encontraban en una buena posición social, con trabajo, casas y coches y ahora se ven en una situación extrema" de la que les resulta muy complicado salir. Sobre todo reciben pagas no contributivas o pensiones "o son personas que tienen trabajo pero siguen siendo pobres porque el sueldo no les da para cubrir todos los gastos que antiguamente cubrían", añade Camba.

En el almacén distribuyen los productos conocidos popularmente en este tipo de instalaciones como "europeos", es decir, aceite, legumbres, leche, arroz, pasta, galletas o potitos para niños y, cuando se puede, yogures, pan, fruta o embutidos. "Ahora mismo no estamos dando nada navideño porque tampoco hay hasta que pasen estas fechas y las empresas entreguen algo, nos hacen retrasar la Navidad, pero el fin de esto no es que se lleven un turrón a su casa sino que puedan comer y tengan comida para la semana", concluye el dirigente de la ONG. Eso sí, en el comedor harán un menú especial para esta fecha.

"Esto ha pasado a ser toda mi vida y es una satisfacción"

Doramas Suárez es el encargado de organizar el reparto y a la quincena de compañeros que forman una cadena de montaje bien sincronizada para que la espera en la cola sea la menor posible. Con 31 años, lleva más de 16 colaborando con Rescate Canarias. Ha hecho de esta labor su vida. "Al final esto ha pasado a formar parte de toda mi vida, dedico todo mi tiempo a esto", afirma. Aunque reconoce que "en algunos momentos pasas por altos y bajos y te planteas si realmente vale la pena lo que estás haciendo, pero te das cuenta de que cada vez hay más necesidad y tienes que estar ahí para echar una mano a la gente, eso supone también una satisfacción".

Óscar Garcés es pensionista y lleva 6 meses asistiendo a esta entrega de alimentos porque la paga que recibe no les permite subsistir a él, su mujer y dos hijos. Más tiempo llevan Aleido Santana y Naty, unos cinco años. Él con ocho personas en casa y ella con su marido y una hija de 19 años, todos en paro. "Lo más complicado es no tener para pagar el alquiler y que te desahucien", explica Naty con unos 54 años que la tristeza y "muchos problemas" han multiplicado en su apariencia. "Al principio me avergonzaba venir, pero ahora lo veo como algo normal y que recomiendo a quienes lo necesiten", sentencia. Pese a todo, además del agradecimiento infinito que muestran por la ayuda que reciben, también aquí es tiempo de deseos e ilusiones. Por estar en esta fila no se pierde ni la dignidad ni la esperanza; y de vez en cuando, no sin esfuerzo, se permiten la gratuita licencia de soñar con otra vida diferente a la que les ha tocado.