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Hoy vi llorar a Eladio Monroy

Alexis Ravelo, célebre escritor canario de novela negra, en los estudios de SER Las Palmas en una imagen de archivo, falleció el treinta de enero de 2023 como consecuencia de un infarto. / Cadena SER

Las Palmas de Gran Canaria

Te juro, Alexis, que salí de mi casa en dirección a la calle Murga decidido a esperar a Eladio Monroy, y que me iba a plantar enfrente de su jocico a gritarle que dónde coño estaba este triste lunes  de enero, en qué lío, chanchullo, enredadera estaba metido que fuera más importante que subir a tu casa por la mañana a desayunar contigo, a entretenerte, a poner tus neuronas a moverse debajo de la calva para que fabricaran historias y tu corazón no se parara de forma tan traicionera.

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Te juro que estaba dispuesto a insultar a Eladio, a sacar el pibe de las Rehoyas que llevo dentro y soltar mi rabia disfrazada de palabrotas. Pero la cosa no acabó así. Al principio solo reconocí a Gloria, salía del bar Casablanca con cara de mala leche y un tipo apoyado en su hombro. Un tipo que lloraba como un niño al que le acaban de quitar su juguete preferido. En un momento el tipo separó la cabeza del hombro de Gloria y se tocó el mentón. Lo reconocí…Era Eladio Monroy. Me di la vuelta y crucé la acera y  renuncié a echarle la bronca.

Vi a Eladio Monroy  y me tragué las palabrotas como ahora me trago las lágrimas. Este final tan cabrón no lo esperábamos Alexis. Ya sé que tú no lo escribiste. Nos habías avisado muchas veces que dios estaba de vacaciones, pero por qué coño no lo imitó el diablo, por qué le dio por trabajar este lunes largo y triste.

No sé si Casimiro cerrará mañana el bar Casablanca por duelo. Si lo abre estoy seguro que la gente se peleará por leer los periódicos manchados de café en la barra. Aunque el papel saldrá húmedo de las rotativas, porque me consta, hermano, que unas cuantas colegas lloraban hoy en las redacciones de los periódicos  mientras escribían las crónicas de tu vida y tu obra.

Digo lunes y ya es martes. Me había echado en el sofá a descansar la cabeza, pero no podía. Esta tarde te abracé en tanta gente: en Thalía, en los Antonios de tu vida (Becerra y Rodríguez), en Trini, en Macame, en Emilio, en Santiago, en Angi, en Ginés, en Miriam, en Herminia, en Carlos…

Con cuanta gente buena te rodeaste siempre. No se me va de la cabeza la principal de las principales, Thalía.  Dejo para otro momento tu homenaje literario. Esto es un desahogo y un grito contra un final injusto. Me consuela pensar que a pesar del final injusto, la vida sí fue justa contigo, porque tu talento literario fue reconocido en las islas y fuera, ganaste miles y miles de lectores a costa de talento y esfuerzo, sin tener que emigrar, sin visitar cenáculos ni buscar padrinos. Escribiste con la misma honestidad brutal que viviste.

Esto es un agradecimiento no solo por tus libros, sino por tantos momentos compartidos desde el inicio de aquella amistad con un camarero con coleta en el Cuasquías (si el cabildo le pone tu nombre al próximo centro cultural en ese lugar, que además de libros despachen cerveza, por favor). Gracias por tantas canciones, risas y paliques compartidos en asaderos, parques, bares, bibliotecas y librerías. Dos pibes de barrio que compartimos tanto sin ser del mismo barrio.

Pensaba que los reyes magos no me habían echado nada este año. Pero  no fue así. La noche del 5 de enero en el parque San Telmo me invitaste a una cerveza y nos regalamos un lindo abrazo. Ya ves, empecé rabioso este texto y estoy acabando como un ñanga. Hoy vi llorar a Eladio Monroy en la calle después de sobrevivir a tres funerales. Y parece que yo también estoy perdiendo la vergüenza, reconociendo que me pesa este lunes triste. Los tipos duros no leen poesía, pero lloran cuando nos arrebatan el derecho a morir despacio y nos hacen vivir el peor de los tiempos como si no hubiera mañana.

@juangluján.

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