Un equipo de la SER logra entrar en un tubo lávico, origen de la destrucción del volcán de La Palma
El enfriamiento del entorno del cono del volcán de La Palma ha permitido a los científicos acceder a lugares donde nadie antes ha pisado. Un equipo de la SER acompaña a uno de ellos al interior de un tubo lávico de enorme interés científico
Un equipo de la SER logra entrar en un tubo lávico, origen la destrucción del volcán de La Palma
Javi Rodríguez
La Palma
Hace tan solo dos años la lava fluía a más de ochocientos grados centígrados en el interior de este tubo volcánico. Hoy un equipo de la SER ha puesto los pies por primera vez en su interior. Se trata de un conducto de unos cincuenta metros de largo, taponado en uno de sus extremos, por el que la lava se deslizó de forma muy fluida en las últimas semanas de la erupción de La Palma causando una enorme destrucción. Debido a su estrechez, la única forma de recorrer el conducto es gateando o en cuclillas. En su interior huele a humedad, y en contra de lo que se podría pensar, hace frío.
"Hace dos años estaba saliendo lava de aquí", explica Octavio Fernández, miembro de la Federación Canaria de Espeleología. "Aunque no tenga continuidad, este tubo tiene otra boca. No podemos pasar porque un tapón de lava lo impide, pero sí permite el paso del aire. Por eso su enfriamiento ha sido muy rápido", explica este espeleólogo que lleva décadas explorando las cuevas de Canarias.
Una trinchera de lava a cielo abierto que desemboca en el interior de la Tierra
La Tierra se abrió en la cara norte del cono principal del volcán de La Palma a través de varios conductos a finales de noviembre de 2021, casi un mes y medio después del inicio de la erupción. En esta zona, los científicos han logrado identificar al menos dos "hornitos", que es el nombre que tienen estos conductos al interior de la Tierra de los que surgió la lava. "Estos dos hornitos emitieron lavas fluidas que bajaron por el entorno del Callejón de la Gata, son pequeños mini volcanes formados por una lava cargada de gases que han quedado completamente huecos por dentro", explica Octavio.
Un equipo de la SER logra entrar en un tubo lávico, origen la destrucción del volcán de La Palma
La apertura de estos "hornitos" fue totalmente inesperada y el río de lava que generó parecía dirigirse directamente al entorno de Tajuya, en El Paso, una zona que se había salvado de la quema. Sin embargo, la lava se canalizó a través de un tubo lávico evitando otro desastre. "La erupción volcánica de La Palma fue capaz de mover más lava por los tubos volcánicos que por la superficie. Durante muchos días, la lava iba únicamente a través de estos tubos, y súbitamente, a kilómetros de los centros de emisión, uno de estos tubos rompía originando una nueva colada que podría generar afección", explica Octavio.
Nunca antes se ha podido estudiar con tanto rigor el valor científico de estos tubos en Canarias. "Es muy importante que en futuras erupciones volcánicas se tome con un poquito más de seriedad el estudio de los tubos volcánicos, porque son auténticas alcantarillas de la colada que mueven enormes volúmenes de lava y acaban produciendo problemas de afección a propiedades en lugares muy distantes a los centros de emisión". El acceso al tubo se produce a través de un enorme tobogán que proviene del "hornito", que se extiende como una inmensa trinchera a cielo abierto por la que bajaron inmensas cantidades de lava.
Un viaje al centro de la Tierra
Tanto el canal lávico como el tubo volcánico, están recubiertos de un polvo blanco, una especie de carbonato cálcico con un olor a humedad muy característico e intenso. Este polvo descansa en los huecos de los carámbanos y piedras afiladas como cuchillos que hace tan solo dos años eran gotas viscosas de magma a temperaturas imposibles. Los espeleólogos huyen del tópico: ni somos Julio Verne, ni estamos viajando al centro de la Tierra. "Vamos en paralelo a la superficie. Un tubo volcánico es un río subterráneo al que se le ha formado techo, pero no profundiza en el centro de la Tierra", explica el experto.
En las bocas de los hornitos se localizan grandes estalactitas de minerales efímeros, producto de la condensación de los gases a altas temperaturas. Muchos de estos minerales están basados en azufre, pero se requieren pruebas mineralógicas avanzadas para saber qué es exactamente cada uno de ellos. Con toda probabilidad, algunas de estas estalactitas desaparecerán antes de que ningún otro ser humano pueda verlas. "Cuando llueva, serán transformados en otros minerales y finalmente acabarán desapareciendo, ya no existirán", cuenta apasionadamente el espeleólogo.
Pisando las faldas del volcán de La Palma
Para acceder a los hornitos es necesario salir del sendero e intentar no dejar huellas. En la mayoría de los lugares creados por el volcán, casi ningún ser humano ha puesto antes un pie. Junto al "hornito bonito", el experto calcula que tan solo han estado unas pocas decenas de personas, todos ellos científicos. "Podemos andar por una superficie que está fría, pero a treinta centímetros podemos estar a 600 grados", explica Octavio, extremadamente cauteloso con las medidas de seguridad para acceder al lugar: máscara de gas con máxima protección, guantes, detector de gases, cascos, chaleco, ropa y calzado adecuados.
Reportaje: un viaje al centro de la Tierra en la isla de La Palma
Produce terror imaginar a grupos de turistas en fila india pisoteando un lugar como este. "Creemos que aquí hay un recurso turístico importante para la isla, pero con una red de senderos adecuada que minimice el impacto", explica Octavio. De hecho, ya existe un sendero por el que transitan los turistas, únicamente al entorno del cono, muy lejos del lugar al que han podido acceder los equipos de la SER. "Toda esta lava que estamos pisando forma delgadas galletas con cinco centímetros de grosor, debajo hay treinta centímetros de vacío, si se rompe, corres el riesgo de cortarte la pierna", advierte.
Para proteger a los visitantes y sobre todo al entorno, es fundamental trazar una red de senderos totalmente segura que todavía no existe. Sin duda, el espectáculo de la naturaleza que ofrece este lugar merece ser visto. "Aquí salió lava fluida como quien abre la compuerta de una presa. El chorro de lava que salía volaba treinta metros, fue una barbaridad la cantidad de lava que salió de aquí", explica Octavio sentado encima de un conducto que se adentra en las entrañas de la Tierra. "Aquí mismo salió una fuente hawaiana que formó estos hornitos en tan solo tres días", describe el experto.
El acceso al interior del hornito está rodeado de rocas ovaladas, son "bombas volcánicas" que el Tajogaite expulsó a gran velocidad. Octavio recoge una de ellas con gran delicadeza para explicar de manera muy didáctica su formación, antes de depositarla exactamente en el mismo lugar. Este tipo de rocas se forman cuando el volcán expulsa fragmentos viscosos de lava lanzados a kilómetros de distancia del cono. Durante el vuelo, las más fluidas suelen adquirir formas aerodinámicas, -de ahí sus formas ovaladas- a la vez que se enfrían en mayor o menor grado.
La vida coloniza las entrañas de la Tierra
"¿Somos nosotros las únicas cosas vivas que hay aquí dentro?", le preguntamos a Octavio en el interior del tubo volcánico. A lo que el espeleólogo responde: "De momento creemos que si, pero es posible que en los tubos de nueva creación ya estemos en procesos de colonización por microorganismos en algunos lugares. Estamos llegando a unos primeros resultados prometedores", explica. Los científicos estudian con mucho interés cómo se producen los procesos de "primocolonización", es decir, cómo la vida accede y se reproduce en entornos estériles y hostiles que sin embargo, poco a poco son colonizados por distintos organismos y formas de vida.
Entrevista a Octavio Fernández en el interior de un tubo volcánico
José Saramago dijo al llegar a Lanzarote que un volcán apagado es una gran lección de filosofía. Si lo dijo fue porque la quietud que se respira en las faltas de un volcán es perturbadora y conecta con sentimientos primarios. Por alguna razón y sin haberlo pactado antes, los pocos que llegan a este lugar hablan muy bajito, casi susurrando. Quizá por respeto a lo que hubo bajo nuestros pies, quizá por miedo a despertar a la bestia. Por el camino, más de 7.000 personas evacuadas, 12.211 metros cuadrados de tierra arrasada, casi 1.300 casas destruidas. Y en la superficie: una isla que tardará décadas en remontar el vuelo.