Sobre legislar ‘ad hominem’
Aunque eso es algo que deben decidir los jueces, es difícil sobreponerse a la convicción de que Koldo es un delincuente. Pero incluso hablar con un delincuente, ser hermano de uno o enamorarse de uno, eso no es delito. Toda esta miseria y zafiedad en la que nos revolcamos a diario, nos aleja del asunto más grave, que no es que haya sinvergüenzas pululando en el entorno del poder. Siempre ha sido así, y probablemente seguirá siéndolo, gobierne quien gobierne, porque el poder es un cantero de atajos y oportunidades para la gente sin escrúpulos.
Lo realmente grave para nuestra democracia no es lo que haya podido robar Koldo, eso no va a destruirnos. Lo verdaderamente grave es que nos estemos acostumbrando a una democracia en la que se legisla ad hominem, sólo para garantizar la continuidad en el Gobierno de quienes lo hacen. Lo que hemos visto ayer en la Comisión de Justicia del Congreso es mucho más doloso que todas las comisiones por mascarillas fraudulentas que se hayan cobrado durante la pandemia. Estamos viviendo un tiempo de servil sometimiento de la decencia y el sentido común al deseo de poder, en el que se legisla a medida, en el que se decretan cambios en las leyes para adaptarlas a las necesidades concretas de quienes empujan esos cambios, necesarios para lograr que Puigdemont siga decidiendo quien gobierna y durante cuánto tiempo. Con eso se abre la puerta a que a unos españoles se les aplique el Código Penal y a otros se les aplique lo que más les convenga. El ministro Bolaños cree que esa deriva desde la legalidad a la arbitrariedad, será considerado referente mundial.




