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Unamuno ya se había enamorado de Canarias antes de su destierro en Fuerteventura

Este 14 de marzo se cumplen 100 años desde que Miguel de Unamuno llegara a la isla majorera destituido como rector de la Universidad de Salamanca por la dictadura de Primo de Rivera. Sin embargo, el escritor ya había recalado 14 años antes en Gran Canaria, donde pronunció su célebre frase: "parece una tempestad petrificada"

Miguel de Unamuno a lomos de un camello. Casa Museo Unamuno

Las Palmas de Gran Canaria

Fuerteventura se viste de largo para celebrar el centenario de la llegada de Miguel de Unamuno a la isla. Tal día como hoy, pero hace un siglo y acompañado de Rodrigo Soriano, el escritor desembarcaba en Puerto Cabras, ahora Puerto del Rosario, desterrado por sus críticas a la dictadura de Primo de Rivera y al rey Alfonso XIII.

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Su paso por la maxorata fue clave para situarla en el contexto cultural y por eso, desde este 14 de marzo, el Cabildo, que preside Lola García, ha confeccionado un programa de actos que arranca este jueves con la reapertura de la Casa Museo que lleva su nombre, y que fue la pensión en la que se alojó hasta su marcha.

El padre de Niebla también contará con un gran mural obra del artista Matías Mata, de Sabotaje al Montaje, y que ya luce cerca de esa pinacoteca que acogerá la mayoría de actividades, que se extenderán hasta noviembre, para recordar su figura.

Mural de Miguel de Unamuno, de Sabotaje al Montaje. EFE/Carlos de Saá

Mural de Miguel de Unamuno, de Sabotaje al Montaje. EFE/Carlos de Saá

Fuerteventura, "¡qué fuente de calma!, ¡qué sanatorio!"

Hasta que fue indultado y se marchó a París, el escritor vasco vivió en una "eterna primavera" en Fuerteventura y le sirvió de inspiración para escribir su diario De Fuerteventura a París en forma de sonetos, si bien por carta a su mujer le confesó que el paisaje de la isla era "triste y desolado, pero tiene hermosura. Es una tierra acamellada". Este libro de poesía supuso una verdadera transformación para la isla y para la imagen exterior de los majoreros, que vieron como se disiparon muchos de los estereotipos que les rodeaban. Por ella transitó vestido de negro, se subió a las barquillas de los pescadores y a los camellos. El idilio de este filósofo universal con la isla fue tal, que llegó a expresar su voluntad de ser enterrado en ella, aunque sólo se quedó en eso, en un deseo.

Miguel de Unamuno durante su destierro en Fuerteventura. Casa Museo Unamuno

Miguel de Unamuno durante su destierro en Fuerteventura. Casa Museo Unamuno

Gran Canaria, su primera parada

Aunque durante los cinco meses que duró su destierro en Fuerteventura, quedó prendado de la isla y de los majoreros, lo cierto es que Canarias ya había conquistado 14 años antes a Miguel de Unamuno. En 1910 llegó a Gran Canaria invitado como jurado de los primeros Juegos Florales, que organizó la Sociedad El Recreo. Durante el mes que estuvo en la isla, convivió con los intelectuales de la época como Alonso Quesada. Sin embargo, y a diferencia de Fuerteventura, el paso de Unamuno por Gran Canaria estuvo marcado por la polémica. Tal y como recuerda el historiador Juan Carlos Saavedra, "su oposición a la división insular, o lo que es lo mismo, a la creación de la provincia de Las Palmas", hizo que fuera rechazado y abucheado por el público durante su participación en los Juegos, que se celebraban en el Gabinete Literario. Y es que, a pesar de las reivindicaciones de la sociedad de la provincia oriental, Unamuno, como el resto de integrantes de la Generación del 98, entendía una España lejos de nacionalismos y divisiones.

Esto hizo que Unamuno diera otra oportunidad a la isla y decidiera conocer sus profundidades. De la capital dio el salto a Teror, donde estuvo cuatro días. Luego fue Valleseco, Tejeda, Artenara y Moya. Conoció la Finca de Osorio, los Tilos de Moya y el santuario de la Virgen de la Cuevita, entre otros muchos lugares. Pero no fue hasta que llegó a la cumbre de Gran Canaria cuando quedó prendado por la inmensidad de sus paisajes naturales. "El espectáculo es imponente", dijo, para añadir que "parece todo ello una tempestad petrificada, pero una tempestad de fuego, de lava, más que de agua”.

La cumbre que hechizó a Unamuno

Para recordar el paso por la cumbre de la isla del que, en aquel entonces, era rector de la Universidad de Salamanca, en 1999 se inauguró en el Balcón de Artenara un monumento de bronce a escala real de Unamuno mirando a dos de los lugares que fueron para él "una tremenda conmoción de las entrañas de la tierra": el Bentayga y el Roque Nublo. La obra, en la que Unamuno apoya una mano sobre el barandal y con la otra sujeta su sombrero de caminante, es idea del artista Manolo González y se ha convertido en parada obligatoria en cualquier ruta por el interior de Gran Canaria.

Estatua del Balcón de Unamuno de Artenara, en Gran Canaria, del artista Manolo González. Cabildo de Gran Canaria

Estatua del Balcón de Unamuno de Artenara, en Gran Canaria, del artista Manolo González. Cabildo de Gran Canaria

 
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