Sobre la inutilidad del Senado
¿Para qué sirve el Senado? Prácticamente desde la aprobación de la Constitución del 78, se han escuchado quejas sobre la utilidad práctica de una Cámara de segunda lectura, que es lo que es el Senado español. Sostener una estructura política integrada por 250 senadores con todos los gastos que eso conlleva en personal y servicios, para ofrecer a las leyes una oportunidad de mejora, parece un dispendio en los tiempos que corren. Sin embargo, la existencia de dos cámaras legislativas es uno de las garantías en el parlamentarismo democrático para evitar que una sola Cámara representativa pueda dejarse llevar por el partidismo o por intereses espurio y aprobar leyes indignas. La mayoría de las democracias con larga tradición parlamentaria mantienen una cámara de revisión o segunda lectura.
En España, la capacidad del Senado de bloquear leyes emanadas del Congreso es sólo temporal. En caso de desacuerdo entre Senado y Congreso, prima lo que dice el Congreso. En realidad, son pocas las veces en que se ha recurrido a un conflicto abierto entre el Congreso y el Senado, porque en muy pocas ocasiones ha controlado el Senado un partido distinto al que controla el Congreso, lo que ha impedido grabes saraos. Hasta que la ley de Amnistía ha complicado las cosas.
Hace unos días, un Senado controlado por el PP y bastante subido a la parra, amenazó con evitar la aprobación de la amnistía, sencillamente no debatiéndola, congelando su trámite. Los más irredentos aplaudieron tal intención, que es un disparate similar a pedir al rey que no firme las leyes que no le gusten o le parezcan inadecuadas. No es de recibo: en democracia las instituciones tienen sus funciones y sus obligaciones, y la del Senado es tramitar las leyes que le llegan del Congreso, no aprobándolas si la mayoría lo considera pertinente, pero no impidiendo su debate y trámite legislativo.




