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Canarias y el océano: cuidar lo que queda antes de que se pierda

En solo seis décadas, Canarias ha perdido el 90% de sus peces costeros por la sobrepesca, la urbanización y la presión turística | El Hierro resiste como ejemplo de conservación marina frente al colapso ambiental que amenaza al resto del archipiélago

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Las Palmas de Gran Canaria

Este ocho de junio el planeta celebra el Día Mundial de los Océanos. Pero más que un motivo para festejar, es un llamado urgente a mirar de frente al mar, esa masa viva que cubre más del 70% de la Tierra, que respira por nosotros, que nos alimenta, que da sentido a la vida misma. El océano produce al menos la mitad del oxígeno que respiramos, alberga la mayor parte de la biodiversidad del planeta y es la principal fuente de proteínas para más de mil millones de personas. También sostiene economías enteras: se estima que, en apenas cinco años, alrededor de 40 millones de personas trabajarán en sectores directamente ligados a sus aguas. Y sin embargo, lo tratamos como si fuera infinito.

En Canarias, esa relación ancestral con el mar se ha vuelto cada vez más tensa, más desequilibrada. Aquí, donde los ecosistemas son tan frágiles como hermosos, los impactos se acumulan más deprisa que en ningún otro sitio. La capacidad de carga de un territorio insular es limitada: hace falta menos presión para que algo se rompa. Y algo se está rompiendo.

En apenas seis décadas, las islas han perdido el 90% de la abundancia de sus peces costeros. La sobrepesca, el desarrollo urbanístico junto a la costa y una masificación turística sin precedentes han transformado radicalmente la forma en que las personas se relacionan con el mar. Lo que antes era respeto, hoy muchas veces es abuso. Lo que era cultura marinera, hoy es negocio y ruido.

El mar también está enfermo por dentro. Cada día se vierten miles de litros de aguas residuales sin tratar, especialmente en islas como Tenerife, donde la falta de infraestructuras y la desidia institucional se mezclan con la falta de voluntad política. Esas aguas fecales destruyen praderas submarinas y arrecifes vitales para la biodiversidad, como si la riqueza marina fuera una mancha que hubiese que borrar. Carla Pérez, presidenta de la Asociación Océano de Canarias, considera "que es hora de escuchar a la ciencia. La sostenibilidad no es crecer más limpio, sino poner límites reales y proteger lo que queda para recuperar lo que ya hemos perdido".

El ruido tampoco es solo urbano: también llega desde fuera. "Las maniobras militares cerca del archipiélago amenazan la estabilidad de especies marinas ya de por sí vulnerables, como los cetáceos que cruzan estas aguas cada año. El tráfico marítimo, cada vez más intenso, multiplica las colisiones con animales que no entienden de rutas comerciales", mantiene Domingo Martín, de la Plataforma por el Mar Canario.

Y como si todo eso no bastara, "la crisis climática actúa como un telón de fondo constante: el océano se calienta, cambian las corrientes, llegan especies invasoras que desplazan a las locales. La acidez del agua aumenta con el CO₂ atmosférico, afectando a las algas y a los corales que sustentan la vida bajo la superficie", sostiene Pérez.

En medio de este panorama incierto, ha surgido también una nueva preocupación: la instalación de parques eólicos marinos. Los colectivos ecologistas, pesqueros y científicos alertan del riesgo de instalar estas infraestructuras sin un análisis profundo de sus consecuencias sobre la fauna marina y la actividad pesquera. "Porque las energías renovables, si no se planifican bien, también pueden convertirse en amenazas y que perdamos la pesca tradicional de Canarias, que ya está bastante debilitada desde hace años", dice Martín".

El Hierro como ejemplo de conservación

Desde la Plataforma por el Mar Canario, mantienen que la isla de El Hierro ha demostrado que otro modelo es posible. Con una gestión más respetuosa del entorno, sin grandes infraestructuras costeras ni vertidos masivos, la isla ha logrado conservar la calidad de sus aguas y proteger su biodiversidad.

Canarias necesita proteger lo que le queda antes de que desaparezca. No se puede restaurar un ecosistema si antes no se detienen las causas que lo destruyen.

 

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