Sobre el nuevo cero en La Palma

La Palma ha vuelto a sufrir un cero energético. A las 17:32 de la tarde del lunes, toda la isla se quedó sin electricidad por una avería en la central de Los Guinchos. Es el segundo gran apagón en menos de un mes, y lo más grave es que ya no sorprende a nadie. El presidente del Cabildo, Sergio Rodríguez, lo dijo sin rodeos: parece que seguimos fuera del primer mundo.

La central eléctrica de Los Guinchos tiene más de cincuenta años. Es el corazón del sistema energético insular, pero funciona con tecnología obsoleta, sin respaldo suficiente y con averías cada vez más frecuentes. El propio Cabildo advertía desde hace semanas que podía volver a pasar. Y ha pasado.

El problema no es técnico. Es político. La falta de inversiones sostenidas en la red eléctrica de La Palma demuestra que la isla no ha sido una prioridad para nadie. Ni para el Gobierno central, ni para la empresa concesionaria, Endesa. Mientras se habla de transición ecológica y de fondos europeos, La Palma sigue quedándose a oscuras: el apagón interrumpe servicios esenciales, paraliza la economía y pone en riesgo la seguridad. Pero nadie asume responsabilidades. Se asume lo inaceptable. Se aplaude que por fin vuelva la luz. Y se olvida que esto no debería ocurrir jamás. No se trata de pedir milagros, sino de exigir lo obvio: que La Palma tenga un sistema de generación moderno, diversificado, respaldado y protegido. Que no dependa de una sola central anticuada. Que no haya que esperar “dos o tres horas” para que se restablezca el servicio “si todo va bien”. Que exista un plan de respaldo y contingencia. Porque esta no es solo una avería técnica: es también el síntoma de que La Palma no cuenta