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Jon, el enanito garafiano que nos robó el corazón

Jonathan Pérez del Pino es de Garafía y trabaja como profesor en el IES Las Breñas. Bailó como el enano 6. en la Danza de la Bajada de la Virgen y no dejó a nadie indiferente

Cadena SER

Santa Cruz de La Palma

Es el Rey de los Enanos, sin duda. Al menos en esta edición. Intentó bailar la danza en 2020 pero no lo consiguió al no superar las pruebas. Sin embargo, en 2025 brilló como nadie. Era el enano Enano 6., y junto a su compañero 6, destacaron por sus energías y atrevimientos en la calle. Jon logró algo casi inédito hasta la fecha: brillar como un Rey iluminando las calles con su sonrisa. No solo con la danza. Lo hizo dignificando y resignificando al gigante que minutos después se convierte en enano. "Han sido muchos meses de trabajo para que todo saliera a pedir de boca, es lo que la gente se merecía", explica Jonathan en su primera entrevista en profundidad tras convertirse en el hombre del momento.

Jon es profesor de estética en el IES Las Breñas y estudió fisioterapia. "Estuve muchos años fuera de la isla, pero la pasión que tengo por los Enanos es gracias a mi madre, desde muy chiquitito he vuelto a la isla para verlos. Es como un punto de encuentro familiar con los amigos y también emocional", explica. "Lo más bonito para mí fue descubrir que mi ilusión de bailar los enanos era la ilusión de todos los palmeros", añade.

Un beso a Jon caracterizado de enano

Un beso a Jon caracterizado de enano / Cadena SER

Un beso a Jon caracterizado de enano

Un beso a Jon caracterizado de enano / Cadena SER

"Había rostros que brillaban más allá del vestuario. Uno de ellos es el de Jonathan Pérez del Pino. Su sonrisa lo dice todo: orgullo, entrega y una conexión profunda con lo que representa", escribe Mauro Castro en sus redes sociales. "La emoción le brota cuando pisa los escenarios que conectan con lo más profundo de nuestra identidad palmera. Aquí, vestido de rey, representa algo más que un personaje: representa a quienes siguen danzando por dentro al ritmo de sus raíces", añade el fotógrafo garafiano.

Una explosión de emociones

Jon se dio cuenta la noche de la danza que su ilusión era compartida por todos. Lo vio nítidamente desde el estrecho traje con miles de personas llorando simultáneamente de emoción a su alrededor. "Te das cuenta de que todo el mundo está allí para verte y están desde las cuatro de la tarde hasta las cuatro de la mañana para poder verte diez minutos, pero que esos diez minutos les aportan una felicidad inmensa", explica. "Es en ese momento cuando te das cuenta de que todo ha valido la pena", añade.

La bandera del Orgullo se cuela en los actos religiosos de la Bajada de la Virgen

La bandera del Orgullo se cuela en los actos religiosos de la Bajada de la Virgen / Cadena SER

La bandera del Orgullo se cuela en los actos religiosos de la Bajada de la Virgen

La bandera del Orgullo se cuela en los actos religiosos de la Bajada de la Virgen / Cadena SER

Vestido de Rey, se cruzó con una señora de noventa y dos años que se acercó para decirle que llevaba cuatro horas esperando junto a su marido en plena calle. Es algo inexplicablemente hermoso. "Recuerdo que me dijo que tenía noventa y dos años. Ella lloraba a mares cuando le estaba bailando y eso es una maravilla", añade, consciente de la dicha y la responsabilidad que lleva consigo. Jon no es un enano cualquiera, eso está claro. Se ha convertido en el Rey.

La personalidad del enano

El danzante no solo se ha hecho famoso por su sonrisa y su virtuosismo en la interpretación, sino por las patadas implacables que propinaba a troche y moche. "El enano lleva un poco de la personalidad de cada uno. Yo he sido bastante revoltoso y travieso siempre, eso todo el mundo lo sabe, así que bueno, pues algo de esa energía tenía que llevar el enano", explica Jon. Esa es una de las responsabilidades más grandes de un danzante, dar personalidad a su enano.

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La dirección de este año lanzó una consigna clara: los gigantes también deben tener personalidad antes de la transformación. Ahí está la clave del gran éxito de Jon, que vivió el reinado como un Rey, que supo hacer un papel creíble. "La dirección de este año tenía mucho interés en eso, que la primera parte fuera interesante", explica el danzante, calificando las ropas como preciosas y alabando el trabajo del taller de costura. Una interpretación brillante que habría sido imposible sin fieles escuderos como Chedey, uno de sus acompañantes.

El recuerdo más impactante lo guarda de su primera función en la calle. "Todo el mundo empezó a gritar desde los edificios, de todos lados, era como un estadio explotando, era impresionante", rememora. "También recuerdo otro momento en el que estaba dándole patadas a los niños y yo estaba riéndome sin ser consciente ya de lo que estaba haciendo, simplemente estaba pasándome lo bien", explica. El enano se apoderó de él. Así lo describió Ernesto, el más sabio de cuantos han danzado: bailar los enanos es cabalgar un animal desbocado, vas agarrado de las crines.

Dos orgullos y un cencerro

Por si fuera poco, Jon decidió convertirse en el primer enano en tres siglos que baila con la bandera del Orgullo LGTBIQ+ en la solapa. "Creo que es muy importante ocupar espacios y salir a la calle haciendo y siendo lo que a uno le da la gana. Es un acto político y reivindicativo, ensanchar los espacios y la visibilidad y la diversidad de todos esos espacios", explica Jon, que asegura no haber recibido ningún comentario negativo por colgarse la bandera LGTBIQ+.

El cencerrito en homenaje a su abuela

El cencerrito en homenaje a su abuela / Cadena SER

El cencerrito en homenaje a su abuela

El cencerrito en homenaje a su abuela / Cadena SER

La insignia LGTBIQ+ iba colgada sobre el pasador de su abuela y muy cerca de ambos colgaba un mini cencerro que homenajea sus orígenes garafianos. "Mi abuela era de las pocas cabreras que había en Garafía, recuerdo salir con ella por las tardes a pasear con las cabras siempre es algo que he tenido muy muy presente y concretamente ese cencerro me lo hizo un artesano que es el último artesano latonero que queda en la isla", explica.

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El llanto perfecto: lágrimas de alegría

El tipo de emoción que genera esta danza no es fácil de encontrar en ninguna situación cotidiana de la vida. El ciclo lustral amplifica esta sensación. Es un llanto que interpela al niño feliz que fuimos en la infancia, y que sale a pasear menos de lo que debería. "Es el llanto de la alegría de un niño, es un llanto de felicidad, de reconexión, en ese momento no tienes nada más, no hay problemas, no hay dolores, no hay muertes, no hay guerras, no hay nada, solamente disfrutar de ese niño", explica Jon. Su próximo objetivo es bailar en 2030 disfrutando mucho más. "Sin nervios, sabiendo cómo va a responder mi cuerpo, porque es algo muy físico y estás pendiente de cómo va a responder tu cuerpo a cada a cada función", explica el danzante.

Unas pruebas muy complicadas

Jon no superó las primeras pruebas a las que se presentó, pero en 2025 superó las expectativas. Es también un ejemplo de perseverancia. "La primera prueba es de polka, que es el baile que hacen los enanos, tienes que tener ritmo y resistencia. Luego tienes una prueba de resistencia física propiamente dicha, bastante dura, y por último una prueba de canto", explica Jon. "Las notas iban saliendo publicadas, entonces pues iba eliminando gente hasta que al final vamos quedando poquitos", rememora. El momento en el que salió la lista definitiva para este año fue una fiesta, puro júbilo. Y no es para menos: acababa de nacer el Rey.

Javi Rodríguez

Javi Rodríguez

(La Palma, 1991) Periodista vinculado a la Cadena SER en Canarias desde el año 2009, apasionado de los...

 

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