Vivir para trabajar o trabajar para vivir

Santa Cruz de Tenerife

Qué tal, buenos días. Este miércoles, en los que tanto se habla de la comisión de productividad, me he levantado con un asunto al que llevo dándole vueltas desde que hace unos días moderé un congreso para directores de Recursos Humanos.

La pregunta que siempre se pone sobre la mesa en estos foros es cómo es posible que con 150.000 parados en las Islas las empresas no encuentren a quien contratar y los teóricos candidatos desechen los empleos.

El trabajador suele justificarse en que las empresas piden mucho a cambio de poco dinero. Y el empresario que el canario de a pie se ha acostumbrado a la papita suave y que le vale con una paguita y algún ‘apañito’ en “b” para no aguantar a nadie.

Pero ya sabemos la razón, por la que no terminan de encontrarse.

Un estudio presentado por ‘Turijobs’ mostraba en ese congreso una página con dos columnas bien diferenciadas.

En la primera aparecía una lista de factores que las empresas creen que es importante para el trabajador a la hora de fichar por ellas.

En la otra columna aparecían lo que dicen los trabajadores que realmente les importa.

Y esas dos listas se parecen lo que un huevo a una castaña.

Las empresas creen que lo primero que miramos quienes buscamos un empleo es en la salud financiera de la organización, la equidad, una buena localización, la seguridad laboral y la reputación.

La conciliación y el salario aparecen en los lugares 8 y 9.

Y resulta que para quienes buscan un trabajo lo más importante es el salario y la conciliación.

También se tiene en cuenta que haya un buen ambiente de trabajo; el resto es lo de menos.

La conclusión es muy clara: las nuevas generaciones no quieren vivir para trabajar, sino trabajar para vivir.

Y mientras no asumamos que las prioridades han cambiado, el desencuentro seguirá creciendo.

Así que la próxima vez que oigamos a un empresario decir que “nadie quiere trabajar” o a un joven comentar que “no hay trabajos que valgan la pena”, pensaremos (por primera vez) que las dos frases son verdad y mentira al mismo tiempo.

Solo hay que entender que unos llaman amor a lo que otros llaman sexo.