Agustín Amaro, el dentista de Canarias que explora 'tribus' aisladas en Siberia: "Van a desaparecer y por eso me invitan a visitarlos"
Desde 2010, documenta las poblaciones de esta región de Rusia de menos de mil habitantes y sin contacto con extranjeros durante medio siglo
Agustín Amaro, el dentista de Canarias que explora 'tribus' aisladas en Siberia: "Van a desaparecer y por eso me invitan a visitarlos"
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Santa Cruz de Tenerife
Entre Canarias y Svalbard, hay 5.370 kilómetros de distancia. En diciembre del último año, la temperatura media en Tenerife fue superior a los 19ºC. Sin embargo, en Spitsbergen, la isla más grande de este archipiélago del Ártico disminuye hasta los -10ºC. A priori, el único vínculo entre ambos territorios es su condición de archipiélagos. Pero existe otro enlace: el tinerfeño Agustín Amaro, un dentista que, durante un viaje a esa región de Noruega, decidió que exploraría las 'tribus' aisladas de la Rusia siberiana.
En Tenerife, especialmente en el área metropolitana, el apellido Amaro es uno de los que más sonrisas saca. Tanto Agustín como su padre y hermano son dentistas. "Son dos mundos separados, son dos vidas que tengo", explica sobre su doble condición de odontólogo y explorador en 'Hoy por Hoy Tenerife'. Ya en 2003 tuvo una primera conexión con la cultura ártica. Durante un viaje a una Islandia que "aún no estaba masificada" entró en contacto con la historia de los exploradores del Círculo Polar Ártico. Tras este llegaría Groenlandia, Alaska e, incluso, la Antártida, pero fue en Svalbard donde conoció a su compañero e impulsor: Miguel Ángel Julián.
"Allí me encontré con Miguel, que era otro aficionado del mundo ártico, me contó que había estado por Siberia y me sonó interesante". Recuerda que, en 2010- e incluso actualmente- apenas había "literatura" sobre las poblaciones de esa región de Rusia. Aquel primer viaje con un desconocido, fue el primero de 13. "Vamos todos los inviernos para buscar poblaciones por encima del paralelo 50, de menos de mil habitantes y que ningún extranjero haya pisado en los últimos 50 años", explica en Radio Club Tenerife.
"Al llegar no sabes nada, te plantas con hasta 50 etnias y 300 idiomas distintos, todas tienen en común la hospitalidad con el extranjero y cómo se enfrentan al frío, te reciben en sus casas, tienen mucho interés en saber, insisten en que hablemos con ellos porque quieren que le contemos al mundo que existimos, les decimos que les pagamos por estar en sus casas, pero no nos dejan", detalla Agustín. Sobre cómo saben si son los primeros foráneos en pisar esos poblados en el último siglo, comenta que, por ejemplo, en Chukotka es fácil saberlo porque Rusia exige un registro.
"Dormimos en sus casas"
Desconoce el número de expediciones que han realizado, pero, parte de ellas, se estampan en 'El Ártico Siberiano', un libro en el que recogen las entrevistas y fotografías de estas etnias. "Recuerdo una muy bonita, a de Janti-Mansisk, que es una zona muy rica de petróleo y culturalmente variada, fuimos sin saber lo que íbamos a encontrar, pero nos recibió la televisión y el gobernador, nos llevaron por toda la región, fuimos conocidos, pero también intentamos ir por nuestra cuenta, escapándonos un poco", recuerda.
Esos viajes suelen extenderse durante dos meses. Un gran desembolso económico, que no está ajeno a la propia hospitalidad de las comunidades. "Muchas veces nos reciben en sus casas y dormimos en el suelo", explica Agustín. Sobre la forma de comunicarse, comenta que, aunque "chapurrea" algo de ruso, siempre encuentran a alguien que habla inglés, además de la lengua loca. "Si no siempre está el lenguaje universal de signos", apunta- con cierta ironía-.
Tunguska, el mayor impacto de un meteorito de la historia
A pesar de las diferencias culturales, esos pueblos se muestran accesibles. "Nos dicen que van a desaparecer por la globalización y la influencia de Rusia, por eso nos invitan, para que hablemos de ellos". Recuerda, especialmente, cuando en Koriakia "dos señores mayores se vistieron de la forma tradicional y uno de ellos se puso las botas de foca". Para conocer de una forma más certera su día a día, incluso les ha ayudado en sus trabajos. "Con un pescador estuve turnándome para cavar un hoyo en la nieve, tras dos horas no llegamos al mar, él, simplemente, se fumó un cigarro y se fue", rememora.
Su último viaje fue antes de que estallara la pandemia, de hecho, cogió el último avión que salía desde Moscú de vuelta a casa. Tras la crisis sanitaria, llegó la guerra de Ucrania, lo que ha complicado más sus expediciones. "No puedo volver a Rusia porque no tengo cuenta bancaria, si te quedas sin efectivo", argumenta. Quedan pendientes dos visitas: una a Tunguska, para conocer en la voz de las etnias el impacto del meteorito de 1908, y otra a Kolymá, donde hubo "una fiebre del oro".
¿Cómo son las sonrisas siberianas?
Aunque entre su profesión de dentista y su amor por las expediciones, en un primer momento, no haya conexión alguna, su cámara, sí es el nexo entre dos mundos paralelos. Y es que, una sonrisa, independientemente de su salud bucodental, transmite independientemente de que sea la de un canario o la de un vecino del pueblo más inhóspito de Siberia. "Las sonrisas de allí están mal, han entrado muchos alimentos procesados y azúcares, he tenido muchas peleas con los críos, también he tenido discusiones con los padres", culmina- lógicamente con una sonrisa-.
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