"Hará su ultimo vuelo 88 años después": los restos de un aviador abatido en la Guerra Civil retornarán a Tenerife desde Soria

Santa Cruz de Tenerife

Fue en agosto de 1937 cuando Antonio Soto, un aviador tinerfeño de San Cristóbal de La Laguna, cayó derribado tras un combate aire-aire en Ágreda, la provincia de Soria. Murió a bordo de aquel bombardero 'Katiuska', de origen soviético al servicio del bando republicano. Junto a él cayeron sus dos compañeros: el también aviador Luis Gil y el 'ametrallador' murciano Blas Paredes, el único superviviente del impacto. Una doble muerte para Soto. Sus restos quedaron en una fosa común perdida y su familia no pudo encontrarlo hasta 8 décadas después.

"Era el menor de siete hermanos", explica una de sus familiares, Sara Felipe, a Hoy por Hoy Tenerife. Esta sanitaria de profesión, junto a su marido Martín, que es el sobrino nieto de Soto, han podido "sanar la herida" tras este periodo de olvido. Antonio, que sufrió la pérdida de su madre con unos meses de vida, se crio en Cuba, hasta los 17 años, cuando regresó a España. "Sintió que tenía que servir a su país y se alistó en el Ejército del Aire", explica.

De esa forma, entró en el bando republicano. "Incluso se formó en Azerbaiyán antes de llegar a Vilafamés", detalla Felipe. Fue desde aquella localidad de Castellón donde despegó para cumplir un objetivo: bombardear un aeródromo del bando nacional en el Moncayo. "A la vuelta, un caza del Ejército Italiano lo derribó", cuenta a Radio Club Tenerife. Al lugar del accidente acudieron varios vecinos de Ágreda que cargaron los cuerpos de Antonio y Luis hasta el cementerio municipal.

"No podemos decir que los enterraran, los lanzaron a la fosa", explica Sara Felipe. Fue hace quince 15 años cuando se ejecutaron las labores de exhumación, a cargo de la Fundación Aranzadi, a petición del Ayuntamiento de Torrellas y junto con la Asociación Recuerdo y Dignidad. En aquel entonces, no pudieron contactar con la familia de Antonio en Tenerife, ya que, la búsqueda se estaba realizando, erróneamente, en otro punto de España.

"Un sentimiento agridulce

"El relato oral narraba que tanto Antonio como Luis Gil eran de La Unión, en Murcia, pero era erróneo. Solo el superviviente era de allí, explica una Sara Felipe agradecida a Michel Lozares, autor de 'Los aviones del Moncayo', libro que recoge el accidente del katyuska de Soto, y a la compañera de la Cadena SER en Soria, Eva Sánchez Ballesteros, quien informó de las exhumaciones. Gracias a ellos, dice, han podido recuperar los restos.

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Ahora, 88 después, los restos de Antonio regresarán a Tenerife. Supone un "sentimiento agridulce", ya que sus hermanos no pudieron encontrarlo en vida. "Ahora solo quedan sus sobrinas Isabel y Aurora, a su hermana María Luisa le decían que dejara de buscar, que ya sanaría esa herida con el tiempo", recuerda.

Si la burocracia lo permite será el 24 de enero cuando se haga un acto oficial de entrega en Soria. Esperan que ese mismo día, aunque "no es fácil que viajen los restos desde la península hasta Canarias" debido a que conocen las causas de la muerte. "Ese día hará su último vuelo", dice orgullosa esta historiadora aficionada. "Mi necesidad es decir su nombre en alto, defendían la democracia, es su reconocimiento", culmina.