SER Capaces| "Mi mujer dice que cuando voy solo por la calle me tropiezo con las mujeres, con los hombres nunca": Ángel Bezanilla, invidente santanderino de 68 años, ha completado tras jubilarse el grado profesional de canto en el conservatorio

Santander

Una semana más en Hoy por Hoy Cantabria en la sección SER Capaces conocemos la capacidad trasformadora que  tienen las personas con discapacidad,  para mostrar a la sociedad el ejemplo de personas que han cambiado dinámicas laborales, familiares y sociales para una adaptación reciproca. En este caso, hemos conocido a Ángel Bezanilla, de 68 años, un hombre que siempre ha sido muy activo, muy lanzado, muy libre y nunca le ha frenado el hecho de no poder ver. Nació con craneoncefalitis, su fontanela se cerró antes de tiempo y eso afectó al nervio óptico.

Ángel, sus ocho hermanos y sus padres vivían en Cueto y él se movía sin problemas, cogía el autobús y las horas las pasaba junto a un amigo cantando por distintos puntos de la ciudad y algunas monedas se sacaban. Y es que Ángel tiene una voz prodigiosa.

Su historia

Ángel comenzó a los 10 años a estudiar en un colegio que la ONCE tenía en Pontevedra y allí estuvo hasta los 15. Antes, en la sede que la organización tenía en la calle Juan de la Cosa, aprendió a leer y escribir braille. En Galicia se apuntó a todas las actividades artísticas que le ofrecieron. Participó en el coro, en el cuadro escénico, en el conjunto musical y también en la rondalla. Siempre cantando, a pesar de las advertencias del profesor de música que le pedía que no forzara tanto por miedo a que se quedara afónico.

De Pontevedra fue a Madrid donde terminó la educación obligatoria y después estudió "granja" que era una especie de módulo de formación que tenía la ONCE y que incluía apoyo posterior para montar, precisamente, una granja. Ese era su objetivo al regresar a Cueto, pero el fallecimiento de su padre le obligó a regresar antes de tiempo y comenzó a vender el cupón de la ONCE.

Estudios musicales

Cuando su hijo pequeño tenía 7 años se produjo su reencontró de verdad con la Música en mayúsculas. Todo porque su mujer, Maime, fue al conservatorio para  apuntar al niño que entonces resultó ser demasiado pequeño para comenzar. En ese momento, decidió apuntarse ella y eligió contrabajo. Ángel quiso entonces estudiar violín y como no había plazas se apuntó a canto. "Los profesores estaban preocupados, porque no sabían cómo se iban a arreglar para enseñar música a un ciego, pero yo siempre les dije que no iba a ser ningún problema. Yo soy muy constante. Estudio mucho. Las partituras, si no eran muy largas las pasaba yo mismo a braille y, si eran extensas, las llevaba, y las sigo llevando, a la delegación de la ONCE donde tengo una profesora de apoyo que las manda a Madrid y me las envían en Braille".

Un tesón que nos ha confirmado Felisa Palacio, periodista, que ha compartido con él su pasión por la música y que ha compartido con Ángel las clases de inglés para cantar ópera. "Lo más divertido de Ángel es cuando se hace pasar por vidente. Eso dice su mujer. Es que Ángel se hace enseguida con los espacios y llega a un lugar e incluso sabe dónde está el interruptor y da la luz", nos ha contado. Ángel concluye la entrevista bromeando: "Mi mujer dice que cuando voy solo por la calle solo me tropiezo con mujeres, nunca con los hombres".