La imprenta a Cantabria: una revolución silenciosa que también escribieron las mujeres
Los artífices de la primera imprenta fueron un vasco y un asturiano

Araceli González, la llegada de la imprenta a Cantabria
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Santander
La llegada de la imprenta a Cantabria supuso “una especie de revolución silenciosa”, afirma Araceli González Vázquez, antropóloga y científica titular del CSIC.
En la sección de Etnografía del programa A Vivir Cantabria, repasamos la llegada de la imprenta a Cantabria y el papel que desempeñaron las mujeres en el acceso a la cultura escrita que trajo dos grandes novedades: “la aparición de la prensa local y la consolidación de una literatura propiamente cántabra y publicada en Cantabria”, asegura la investigadora.
Los artífices de la primera imprenta
Contrariamente a lo que se ha repetido durante años, apunta Araceli González, la primera imprenta de Cantabria (1792) no la instaló un palentino, los artífices fueron un guipuzcoano y un asturiano: Francisco Xavier de Riesgo y Gonzalorena, nacido en San Sebastián, y el Obispo de Santander, Rafael Tomás Menéndez, originario de Luarca (Asturias).
Francisco Xavier de Riesgo y Gonzalorena ha sido tomado erróneamente por palentino simplemente porque era propietario de una imprenta en Palencia cuando, en 1791, el Obispo de Santander, Rafael Tomás Menéndez, solicita sus servicios en la ciudad de Santander y se viene a Cantabria. "Así que, en realidad, los artífices de la primera imprenta fueron un obispo asturiano y un impresor vasco", señala González Vázquez.
Francisco Xavier pertenecía a la saga Ezquerro-Riesgo, que continuó en Cantabria con su hijo Francisco y su nieto Clemente María de Riesgo y Orendain, impresores en Santander.
Primeras publicaciones
Bartolomé Riesgo, iniciador de la saga, imprimió en 1745 el ‘Diccionario trilingüe del castellano, bascuence y latín’ de Manuel de Larramendi. Francisco Xavier editó el primer libro publicado en Santander: una ‘Guía de la ciudad’ de Pedro García Diego, autor también del ‘Entremés de la Buena Gloria’, la obra más antigua con diálogos en 'cántabru'.
Tras Riesgo, llegaron José Manuel de Mendoza y Pedro Martínez. Mendoza imprimió ‘El Montañés’, primer semanario liberal en 1813, y su labor continuó con su hijo Hilario Francisco y, más tarde, con su viuda Rosa Gómez, considerada la primera mujer impresora en Cantabria.
Mujeres impresoras
El papel femenino fue clave en el siglo XIX y principios del XX. Eva María Plaza Díaz lo estudió en su trabajo ‘La imprenta en Cantabria: talleres regentados por mujeres’, donde identificó 13 impresoras. “Prácticamente todas eran viudas de impresores, pero demostraron estar más que capacitadas para regentar el negocio”, apunta Araceli.
Rosa Gómez Pérez fue la primera mujer que regentó una imprenta en Cantabria. Entre 1868 y 1869 imprimió el periódico ‘El Tío Cayetano’, donde publicó José María de Pereda. Sus ejemplares se conservan en la Biblioteca Municipal de Santander y se pueden consultar in situ o a través de la digitalización disponible en Internet.
Otra de las impresoras destacadas es Carmen del Diestro Gerner. Según la investigación realizada por Araceli González, era hija de Pedro Diestro Lastra y de Josefa Gerner Ugarte. La madre era de Santander y el padre de Miengo. Pero sus abuelos, el matrimonio Gerner-Ugarte, procedía, el Gerner de Langenau (Alemania), y el Ugarte de Vitoria-Gasteiz.
Carmen del Diestro estuvo casada con el impresor Francisco Fons Velarde, y a la muerte de éste, en abril de 1899, se encargó de la imprenta, situada en el número cinco de la calle Alta de Santander
“Sabemos además que Carmen del Diestro daba empleo a mujeres, como a Isabel Barros, que era operaria de su taller”, explica la antropóloga, quien destaca la importancia de esta imprenta en la que trabajaban litógrafos, encuadernadores, etc.
Además, Carmen del Diestro editó libros muy valientes. Destacan dos obras salidas de su imprenta: una de ellas en 1906 titulada ‘La prostitución’ (Notas de higiene social) y otra una obra muy montañesista: ‘¿Qué es La Montaña?’ de 1922.
Irene Toca era hija de Juan Toca y de Irinea Lecture, y había nacido en Matamoros (México). Se casó en Santander con Federico Villa, que era impresor en la ciudad. Federico murió en 1895 y ella se hizo cargo de la imprenta y de sus siete hijos.
La Imprenta de Irene Toca, de la Viuda de Federico Villa como también era conocida, es la que imprimió el ‘Cancionero pasiego’ de Fray Justo Pérez de Urbel en 1933, una obra muy importante para conocer la tradición oral pasiega.
Leontina Rigail era francesa y se llamaba en realidad Angélique Léontine Rigail. Había nacido en 1854 y era la viuda del impresor Escoubés. Su imprenta será la “Imprenta de la Viuda de Escoubès e Hijos” y estará situada en el número 30 de la calle de la Blanca.
La más enigmática de las impresoras cántabras, indica Araceli González, es Leoncia de Setién, la viuda de Juan José Mezo.
Mezo, nacido en Santander y de origen vasco por sus padres de Leioa, trabajó como administrador y editor del Boletín Oficial de la Provincia de Santander y más tarde en la imprenta de la viuda de González, Laureana Larrarte, otra impresora relevante de la época.
En este taller también trabajó su padre, Antonio Mezo, lo que dio lugar a denominaciones como 'Imprenta de la Viuda de González y Mezo Compañía', ubicada en la calle de la Compañía nº 5, donde estuvo el diario La Abeja Montañesa. En 1873, Juan José asumió la imprenta, que pasó a llamarse 'Imprenta de Juan José Mezo', hasta su muerte en junio de 1881.
A partir de entonces, su viuda, Leoncia de Setién tomó las riendas del negocio, que pasó a denominarse 'Imprenta de la Viuda de Mezo', consolidando así la presencia femenina en un sector clave para la difusión cultural en Cantabria.
La huella cultural y social
Estas mujeres no solo garantizaron la continuidad de los talleres tipográficos, sino que se convirtieron en agentes activos de la cultura escrita en Cantabria.
En una época en la que el acceso femenino al mundo empresarial era limitado, su labor demuestra que la imprenta fue también un espacio de emancipación y liderazgo.
Al frente de negocios que editaban periódicos, libros y obras de pensamiento, contribuyeron a la difusión de ideas liberales, montañesistas y sociales, y abrieron camino para que la voz femenina tuviera presencia en la esfera pública.
“Son mujeres que, desde la sombra de la viudez, se situaron en el centro de la producción cultural”, subraya la investigadora del CSIC. Su trabajo no solo preservó la memoria escrita, sino que impulsó debates sobre identidad, lengua y modernidad en la región. Hoy, su legado invita a repensar la historia de la imprenta desde una perspectiva más inclusiva y justa.




