Juan Zavala, el arquitecto que dejó su nombre en Cuenca junto a un legado bibliográfico
Arquitecto de prestigio a lo largo del siglo XX, en los años 60 se fijó en una casona del casco antiguo conquense que su viuda cedió después a la ciudad
Cuenca
Juan de Zavala y Lafora fue un arquitecto de prestigio que se acercó a la modernidad europea y dejó su firma en varios edificios del Bando de España en provincias y en la ampliación de la sede central. También practicó la arquitectura hospitalaria y, como ejemplo, ahí está el hospital La Fe de Valencia. A Cuenca se acerca en 1966 cuando compra un caserón que reforma como segunda vivienda y que hoy es la Casa-Museo Zavala. Lo hemos contado en el espacio El Archivo de la Historia que coordina Miguel Jiménez Monteserín y que emitimos cada quince días en Hoy por Hoy Cuenca.
Juan Zavala, el arquitecto que dejó su nombre en Cuenca junto a un legado bibliográfico
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MIGUEL JIMÉNEZ MONTESERÍN. De manera incuestionable el apellido Zavala ha quedado ya unido en el referente urbano y cultural de nuestra ciudad a un caserón palaciego situado en la calle de Pilares, en las inmediaciones de la Plaza Mayor. Destinado desde 2008 por azares diversos a albergar en exclusiva los fondos artísticos propios de la Fundación Antonio Saura y alguna que otra exposición temporal de arte contemporáneo durante el año, sus puertas han estado demasiado tiempo lastimosamente cerradas, aunque parezca atisbarse ahora un intento de reapertura continuada. Alzado en el primer tercio del siglo XVIII por la influyente familia Cerdán de Landa, del último de sus vástagos, Jesús Herráiz Cerdán, la adquirió el arquitecto madrileño Juan de Zavala en 1966. Lamentable fue que apenas pudiera disfrutar el nuevo dueño de la remodelación y acondicionamiento realizados bajo su dirección durante los años 1968 y 1969. La muerte le llegaría en Madrid el 13 de enero de 1970.
De familia acomodada y conservadora
Hijo de Alfredo Zavala y Camps (1858-1928) y de Isabel Lafora y Calatayud, había visto la primera luz en Madrid el año 1903 en el seno de una familia acomodada, católica y liberal. El padre, letrado del Consejo de Estado desde 1883, subsecretario de Hacienda y diputado por Orense en 1910, magistrado del Tribunal Supremo en 1911, coronó su carrera profesional al ser elegido académico de la Real de Ciencias Morales y Políticas (1923-1928). Alfredo (1893-1995), el hermano mayor, fue abogado del Estado en 1916, en la misma promoción que José Calvo Sotelo. Vinculados los dos Alfredos al ministerio de Hacienda, bajo la presidencia del liberal José Canalejas ocupó dos veces el padre de manera interina la cartera: en 1910 y 1911. De modo asimismo fugaz, la ocuparía su primogénito a lo largo del mes de abril de 1935, gobernador también del Banco de España, con este breve intervalo, entre 1934 y 1936, durante el bienio derechista de la Segunda República.
Pariente próximo fue el doctor Gonzalo Rodríguez Lafora (1886-1971), ilustre psiquiatra, discípulo de Ramón y Cajal, obligado por sus ideas políticas republicanas a exiliarse en Méjico desde 1938 y retornado a España en 1947 para reincorporarse a la docencia y la práctica clínica.
No fueron ajenos los vástagos de la familia al mundo cultural y artístico madrileño, formando parte de la aristocrática Sociedad de Amigos del Arte o asistiendo a los cursos y conferencias impartidos en la más cosmopolita Residencia de Estudiantes instalada en el madrileño paraje de los Altos del Hipódromo, frente a los Nuevos Ministerios. Juan de Zavala figura en el Curso 1928-1929 como socio de la Sociedad de Cursos y Conferencias que tenía su sede en este centro junto con su hermano Alfredo, la esposa de este Milagros Richi, y Consuelo, hermana de ambos Dicho esto, no conviene pasar por alto que fuera hermano de la madre Juan Lafora y Calatayud (1865-1936), reputado anticuario madrileño, cuya tienda, abierta en la Carrera de San Jerónimo, número 51, además de ofrecer un lugar donde tener tertulia a diversos artistas, marchantes distinguidos, arqueólogos e historiadores del arte, proveyó con selectas piezas a los museos estatales, así como a muchos coleccionistas nacionales y de fuera de España, no sin algún sonado escándalo a veces, como el suscitado por la venta de la píxide de la catedral de Zamora en 1911. En Cuenca compró un excelente retrato de Fernando VII, realizado en 1808 por encargo de la Junta Suprema Gubernativa de Cuenca. El lienzo terminó extraviado en la catedral de la ciudad, cuyo cabildo se lo vendió, junto con otras piezas y por seiscientas pesetas, en abril de 1903, cuando buscaba recursos con que afrontar el hundimiento de la torre del Giraldo ocurrido un año antes. En estas mismas circunstancia y ocasión en mayo del mismo año formalizó el cabildo conquense, con la previa autorización vaticana, pero sin que sepamos nada de si la hubo estatal, la venta a Lafora de las láminas de plata románica que recubrían el crucificado y la cruz del llamado “Calvario de Alfonso VIII” de aquella catedral por importe de cuarenta y dos mil pesetas. Con ellas formó el anticuario una pieza apócrifa, escasamente conocida y nada estudiada, hoy en posesión de particulares, conocida como “Frontal de Cuenca”.
Ante esta circunstancia, no parece hipótesis demasiado aventurada pensar que bastantes de las piezas artísticas reunidas por Juan Zavala las fuese adquiriendo a lo largo de los años mediante esta especial conexión familiar con el mercado anticuario que sus parientes, Beatriz Lafora y su marido Felipe Sánchez de la Fuente, mantuvieron en el mismo lugar de Madrid tras la guerra civil, en cuyos primeros días halló Juan Lafora muerte trágica.
La modernidad arquitectónica europea
Juan de Zavala concluyó sus estudios en la Escuela de Arquitectura de Madrid en junio de 1925 y viajó después para tomar contacto con cuanto de novedoso en materia arquitectónica se proyectaba entonces por Europa. En términos estrictamente cronológicos se contaba entre los arquitectos de la llamada generación de 1925, considerada la data del comienzo de sus actividades profesionales, autores de la mayor parte de la arquitectura de vanguardia realizada en Madrid hasta 1936. De hecho, aunque discrepase sin duda de sus planteamientos, mantuvo al parecer una cordial relación con Fernando García Mercadal (1896-1985), pensionado en la Academia Española de Roma y viajero también por los principales países europeos de 1923 a 1927, donde entró en contacto con los más señeros arquitectos de entonces. Proselitista de las nuevas corrientes estéticas y técnicas que se expresaban en el denominado racionalismo arquitectónico, Mercadal buscó difundirlas desde el escrito y la realización de sus propios proyectos, procurando además que visitaran Madrid y diesen conferencias en la Residencia de Estudiantes eminentes figuras como Walter Gropius, Theo van Doesburg, Erich Mendelsohn y Le Corbusier. En 1928 fue invitado por este a asistir a la histórica reunión celebrada del 25 al 29 de junio en el castillo suizo de La Sarraz, donde se fundó el CIAM (Congreso internacional de arquitectura moderna), disuelto en 1959, y cuyo cuerpo ejecutivo electo era el CIRPAC (Comité International pour la Réalisation des Problèmes Architecturaux Contemporains). Le Corbusier se proponía establecer en cada país un organismo que luchara por difundir y establecer los logros de la nueva arquitectura. Zavala, joven arquitecto con prometedor futuro profesional, le acompañó entonces y firmó con Hendrik Petrus Berlage, Le Corbusier, Victor Bourgeois y otros la declaración allí redactada como primer manifiesto arquitectónico conceptual en torno a la arquitectura moderna. En 1930 Mercadal impulsaría la fundación en Zaragoza del GATEPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea).
Los primeros trabajos
En 1927 entró a formar parte como vocal del comité de redacción de la revista Arquitectura, al que pertenecería hasta 1933, y en colaboración con José María Rivas Eulate, del mismo comité, Zavala obtuvo el primer premio en el concurso de anteproyectos para el edificio del Ateneo Mercantil de Valencia que se había de levantar en la Plaza del Ayuntamiento, finalmente plasmado en el proyecto definitivo, confeccionado en 1931 entre Fernando Arzadún Ibarrarán, José María Rivas Eulate y Zavala y dirigido al cabo por Emilio Artal y Cayetano Borso. En 1928, junto con Rivas, ganó el Concurso para el Dispensario Antituberculoso y Antivenéreo de Palencia. Con Eduardo Garay y sin éxito esta vez participó en 1931, en el concurso para el edificio Carrión o “Capitol” de la Gran Vía madrileña número 71 que obtuvieron con enorme éxito Luis Martínez Feduchi y Vicente Eced.
Junto con José María Arrillaga y Martín Domínguez, se presentó en 1934 a un Concurso de anteproyectos para la construcción de poblados en las zonas regables del Guadalquivir y el Guadalmellato, en el que tan sólo obtuvo el equipo sendos accésits. Vinculado al Banco de España desde 1925, fueron varias las sedes provinciales en cuya traza y ejecución intervino. Con José Yárnoz Larrosa (1884-1966), en 1929 la de Tarragona y en 1930, las de Orense y Ávila. Con Romualdo de Madariaga (1894-1970), la de Zaragoza, en 1936. Este mismo año trazó él solo los planos y dirigió la edificación de las sucursales de Teruel, Melilla y Tortosa.
La Guerra Civil 1936-1939
Simpatizante, como el resto de la familia, del partido de Niceto Alcalá Zamora Derecha Liberal Republicana (Partido Republicano Progresista desde 1931) y afiliado a la UGT desde septiembre de 1936, permanecería en Madrid, durante la contienda y en la sede central del Banco, ausentes de él los otros cinco arquitectos de la plantilla, dirigiría las imprescindibles tareas de mantenimiento y salvaguarda del edificio en aquella difícil circunstancia. En octubre de 1937 adecuaría los sótanos a las exigencias de uso impuestas por el continuo bombardeo aéreo de que la ciudad era objeto desde un año antes por parte de los militares sublevados contra el gobierno republicano.
Dará idea del terrible ambiente social y político que en la capital asediada se vivía el comprometido encuentro de Zavala con la beligerante justicia popular ocurrido en septiembre de 1937. La necesidad de neutralizar las actuaciones de los componentes de los diversos grupos que integraban la activa Quinta columna compuesta por simpatizantes clandestinos con los rebeldes exacerbó la hostilidad hacia ellos de las autoridades y sin duda también de cuantos, fieles a la República, padecían a diario las duras penalidades derivadas del brutal asedio. Es fácil intuir que en aquella situación angustiosa de miedo y violencia cundiesen las delaciones, más o menos fundadas, dirigidas contra personas cuyo comportamiento observado podía levantar la sospecha de entendimiento de inmediato con el enemigo o bien se documentaba su afiliación a alguna organización abiertamente hostil a la República. En manos de la Brigada de Investigación Social, una ficha, al parecer procedente de San Sebastián, referida a un Juan Zabala, residente allí y afiliado a Falange, puso en marcha un procedimiento judicial que, tras su detención en el propio Banco de España, condujo el 16 de septiembre a nuestro arquitecto a la Prisión Provincial de Hombres de Madrid, también conocida como “cárcel de Porlier” por su ubicación en esta calle de la capital. Los roces en el trabajo diario y quizá la animosidad sentida contra el hermano del Gobernador de la entidad durante el bienio cedista, ausente de Madrid además, debieron suscitar la antipatía de algún obrero que no dudó en corroborar de inmediato las sospechas policiales con su torcido testimonio, indicando, de su cosecha, que Zavala había residido largas temporadas en la capital donostiarra, afirmación a la que este respondió con firmeza en su primera declaración afirmando tajantemente que tan sólo había estado allí de paso, camino de París. El día veinte se iniciaría el procedimiento judicial y el veintidós, una vez aclarado el incidente que podría haber causado la denuncia añadida, solicitó Zavala su excarcelación presentando dos avales para garantizar que no eludiría a la justicia. Tan pronto presentaron sus credenciales como fiadores Fernando García Mercadal y Vicente Eced, uno y otro arquitectos y, como él, afiliados al Sindicato Nacional de Arquitectura e Ingeniería de la UGT, obtuvo la libertad provisional, con obligación de acudir cada quince días ante el Jurado de Urgencia número 5. Los dos fueron inhabilitados al acabar la guerra. En justa correspondencia, Zavala sería a su vez avalista de Mercadal en el expediente de depuración que se le abrió en julio de 1939. Ya en libertad, el 23 firmaban asimismo en su favor los diez y ocho trabajadores, afiliados a la UGT y la CNT y ocupados del mantenimiento de la sede bancaria. En el juicio oral celebrado por fin el 5 de noviembre quedó sobreseído el expediente incoado por desafección al Régimen en tanto se iniciaba seguidamente un juicio sumarísimo por falso testimonio contra su denunciante de cuya conclusión nada sabemos.
Tarea profesional durante la posguerra
Concluida la incivil contienda, con casi cuarenta años, se incorporó como sanitario a la División Azul y en julio de 1942 se le concedió la Cruz del Mérito de Guerra de 2ª clase. Siguió luego trabajando para el Banco emisor. Proyectó la sucursal del Banco de España en Larache (Marruecos) y en 1948 la de Las Palmas. En 1955 se inauguraría el edificio del Banco en Barcelona y el del Almería, ejecutando el proyecto de Romualdo de Madariaga.
Obtuvo además en 1943 la jefatura del Servicio de Arquitectura del Plan de Instalaciones en el recién creado Instituto Nacional de Previsión, organismo con el que el nuevo régimen franquista se proponía coordinar desde el Gobierno los varios sistemas de asistencia sanitaria y seguridad social de índole privada hasta entonces existentes.
Viajes pos España
Ambos destinos le hicieron obligado andariego por tierras hispanas, lo que repercutiría sin duda en su afición a coleccionar libros de viajes realizados en diferentes épocas por la península. De hecho, los numerosos proyectos de reforma en las sucursales de una y otra entidad, la edificación de nuevas sedes y delegaciones, la construcción de edificios hospitalarios y el alzado a la vez de muy distintos edificios particulares, le llevarían a recorrer de continuo y en todas direcciones la geografía española. Visitar asiduamente el país a partir de la década de los cuarenta del pasado siglo pudo tal vez aficionarle a conocer el testimonio de quienes muchos años antes le había precedido por los mismos caminos, quizá con semejante inquietud de ánimo y parecida curiosidad en los ojos. Los años de la posguerra dictatorial estimulaban la reflexión de algunos espíritus lúcidos en torno a la inclemente realidad española observada. Es posible que las impresiones de aquellos esforzados trotamundos parecieran a Zavala, holgadamente situado en el bando de los vencedores de la reciente contienda, un adecuado punto de partida desde el cual intentar la comprensión de aquél país sojuzgado, tan anclado e inmóvil aún, con el que, día a día, entraba en contacto al visitar pueblos y ciudades. Al fin y al cabo, en cuanto a sus persistentes miserias y escaseces, tampoco era entonces demasiado diferente del descrito en los relatos de los viajeros de un siglo antes.
Teoría y práctica en los edificios de Zavala
No podemos analizar aquí en detalle la obra arquitectónica de Zavala, pero conviene apuntar al menos que, cuidadosamente ordenados e inventariados, se conservan en el Archivo Municipal de Cuenca la gran mayoría de los proyectos diseñados por él a lo largo de cuarenta años de actividad profesional. Mudos aguardan a alguien competente, capaz de salvar las generalidades, en cierto modo tópicas, con que suele despacharse su obra y de establecer en suma las líneas maestras que en lo estético y técnico fueron guiando la traza de esos planos situándolos adecuadamente en el contexto del quehacer hispano de la época. En los encargos oficiales hubo de constreñirle muchas veces la obra preexistente sobre la que intervenir en una reforma de calado diverso. En otras ocasiones, ignoramos el mayor o menor grado de su personal acuerdo, quizá se le impondría una estética de signo oficial, expresión de la solvencia de la primera institución bancaria del país, tradicional e historicista, al uso del tiempo. En los edificios del Instituto Nacional de Previsión, del que fue Arquitecto Jefe del Departamento Especial de Arquitectura, marcaría su hacer de forma necesaria la escueta funcionalidad derivada de las exigencias de la asistencia sanitaria. En la línea práctica de otros países, estimaba que, en un hospital moderno, no deben construirse de manera definitiva sino la estructura y las fachadas, regulándose las líneas de circulación y el emplazamiento de los servicios. Aparte de los muros cortafuegos no debería haber otros muros de carga interiores fijos y con ello el resto de la distribución podría variarse con facilidad.
Sólo un examen atento y avisado de tales trabajos oficiales, junto a los particulares llevados a cabo mientras, permitirá determinar el grado de originalidad de nuestro arquitecto inmerso en una modernidad arquitectónica abruptamente interrumpida apenas iniciada. Contamos de entrada con la expresión neta de algunas de sus ideas en torno al tema expuestas en una monografía de síntesis publicada en 1945 en una colección divulgativa referida a los grandes temas de la cultura del siglo XX. En La Arquitectura pasa revista a los supuestos teóricos y técnicos que, según él, habían ido guiando en Europa la creación de edificios desde las postrimerías del siglo XIX sin hacer mención alguna al CIAM. Escrito en la aislada España de ambas posguerras –la propia y la europea-, le vemos replegarse y proponer en él un estricto seguimiento del clasicismo, en los volúmenes si no en las formas, como infalible remedio al racionalismo estéril, el monumentalismo o el neohistoricismo y, sobre todo, al vacío regionalismo casticista cultivado entonces por los arquitectos más o menos afines con la vigente ideología oficial franquista.
Arquitectura y política
Distante de forma expresa del escueto racionalismo objeto de sus juveniles intereses, considerándolos “error y vacilación”, conecta Zavala con la proscripción formal de que en la inmediata posguerra se le hizo objeto en España, queriendo interpretarlo en clave de insoportable expresión de una modernidad “republicana” desarraigada de la tradición, hipotético vehículo además de ciertas ideas de igualdad social conectadas con un momento especialmente difícil de la economía europea sobrevenido y bien perceptible al finalizar la década de los veinte. Para don Juan, sus volúmenes puros y desnudos resultaban desorientados. Llevados del afán de novedad absoluta, cesaron de someterse a la ordenación y la serenidad ineludibles en todo buen hacer arquitectónico, aglomeraciones de cubos en difícil equilibrio, carentes de la corporeidad prestada por los volúmenes y no necesariamente por las formas de las arquitecturas tradicionales. Mal traducida en su versión hispana, aquella corriente no fue sino moda fugaz y pasajera, ropaje exterior únicamente visible en manifestaciones formales de muy escasa calidad en la ejecución material, además. Formas sólo vacías y perecederas de suyo por cuanto tan sólo revelaban la estructura de las obras subrayando sin más “verticalidades” u “horizontalidades. No le llevaba sin embargo aquella expresa incomprensión del racionalismo arquitectónico, más o menos coyuntural, deudora en parte de la ortodoxia oficialista del tiempo, a adherirse sin más al mimético clasicismo, harto ramplón y adocenado las más veces, practicado a comienzo de los cuarenta del siglo XX en España, imitando servilmente a Juan de Herrera o a Villanueva. Si mirando atrás proscribía sus
«cubismos desenfrenados y su indiferencia absoluta hacia toda significación nacional»,
criticaba a la vez que, en aquellos días,
«un clasicismo, muchas veces completamente inactual y casi siempre anodino, se acuse en las nuevas construcciones.»
Así mostraba sus criterios acerca de la novedad arquitectónica alemana y lo que cabía esperar de ella:
«Ahora se trata de organizar un nuevo renacimiento de los estilos clásicos. El nazismo, con criterio certero, ha comprendido que un Estado fuerte necesita una arquitectura que lo represente y el llamado estilo moderno de la anterior etapa política no era apto para cumplir tal misión; en primer lugar, por no ser los materiales que le caracterizaban, cemento, metal y vidrio, apropiados para manifestar el espíritu encarnado por la nueva idea política, que reclamaba la nobleza de la piedra y la severidad de los mármoles y bronces como medio de expresión. (…) y, por último, porque este arte moderno –precisamente en Alemania, sobre todo-, se había erigido en portavoz de lo que las tendencias políticas opuestas al nazismo, izquierdistas y comunistas, representaban.»
Resulta paradójico y quizá muestra a la vez de compromiso con un proyecto político y de adhesión al retórico voluntarismo oficial al uso que, en 1945, coincidiendo justo con la derrota de las fuerzas del eje Berlín, Roma, Tokio y sumida España en la terrible postración material de su autárquica reconstrucción interior posbélica, sostuviera Zavala que el auténtico clasicismo a recuperar entonces había de ser sobre todo vigoroso, como signo peculiar de un período que quería subrayar grandeza y poderío:
«Y lo mismo que en otros países se ha producido esta arquitectura de resurgimiento clásico, al querer evidenciar en la edificación la fuerza de los respectivos Estados, también en España se sigue un camino análogo.»
De la evolución posterior de sus ideas arquitectónicas, en clave social y estética a la vez, apenas nos han llegado otros testimonios así de explícitos. Un apretado resumen quedaría expuesto en la conferencia que con el título “Tendencias actuales de la Arquitectura” pronunciaría en la V Asamblea Nacional de Arquitectos celebrada en Barcelona en mayo de 1949. En ella, aun manteniéndose dentro de su línea estéticamente conservadora, apunta distintas críticas a la situación entonces de la arquitectura en España, así en el aspecto puramente técnico de la ejecución de las obras como en lo referente a su inspiración estética.
Arquitectura hospitalaria
Su lenguaje artístico hubo de ir cambiando con el paso de los años manifestándose en la elegante traza de grandes hospitales ligados al Seguro Obligatorio de Enfermedad, como el de Sevilla, denominado “García Morato” cuando abrió sus puertas en 1955, o el de Córdoba, cuyo titular era el “Teniente coronel Noreña”, iniciado en 1950 e inaugurado en 1957, hoy desaparecido. Obra suya fue también el centro de salud de la Ronda de Segovia en Madrid, asimismo comenzado en 1950, y el de Vallecas. En 1949 fue miembro del jurado que premió el proyecto para la Casa sindical del Paseo del Prado de Madrid (Hoy Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad) presentado por Francisco de Asís Cabrero, ejecutado después con Rafael Aburto, otro de los concursantes. Aportando su respaldo, daba sin duda prueba evidente de comprender y apoyar la propuesta de las nuevas formas y estructuras que en el, para muchos, sorprendente edificio, se desarrollarían, con muy evidente compromiso, puesto frente al Museo del Prado.
Casi al final de sus días, en 1967, con Fernando Flórez Plaza (1919-1995), realizó el proyecto del primer edificio de la Ciudad Sanitaria de la Seguridad Social la Fe de Valencia, inaugurado en febrero de 1969, donde se tuvieron en cuenta unas esenciales premisas referidas a la funcionalidad, la investigación y la docencia propias del centro. Cuando murió, en enero de 1970, parece que trabajaba, con José Yárnoz Orcoyen, en el proyecto de ampliación del Banco de España en Madrid que finalmente llevaría a cabo Fernando Moneo entre 2003 y 2007.
De si hubo o no evolución y distanciamiento del conservadurismo artístico oficial en que inscribió tales reflexiones una vez llegado a la madurez vital habrán de dar cuenta los diversos proyectos suyos conservados que aún aguardan interpretación e inteligente lectura.
Un notable legado bibliográfico y artístico
Muchos muebles, cuadros y diversos objetos artísticos coleccionados a lo largo de su vida habían venido ya a ornamentar el renacido caserón conquense de los Cerdán de Landa y con ellos la selecta y exquisita biblioteca reunida por Juan Zavala. Poco después de fallecido, su viuda, Antonia Gallardo, ofreció al Ayuntamiento de Cuenca la cesión a la ciudad de la casa y cuanto ésta contenía, cuyo mobiliario se vio posteriormente acrecido al morir ella en 1976, sumándosele una parte importante del ajuar y enseres del domicilio del matrimonio sito en el madrileño Paseo de Moret.
Compuesta en total la biblioteca de Zavala de unos tres mil volúmenes, más de un tercio de ellos habrían de calificarse de notables por su antigüedad, contenido o ejecución preciosa. Además de la arquitectura, los viajes por España, la literatura, los temas madrileños, las litografías y los grabados, junto a varias notables ediciones del Quijote, contenido y época hacen singulares, cuando no raros, a muchos de aquellos.
Al margen de la mera consideración emblemática que las obras de los tratadistas clásicos de arquitectura recopilados pudieran tener para un profesional, en el caso de Juan Zavala, pensamos que la cuidadosa selección por él realizada de diferentes ediciones de los escritos de Vitruvio, Alberti, Palladio o Vignola, se debió principalmente a una particular manera de entender la realización del propio oficio al reflejar y definir sin duda el talante estético de su poseedor. No lograría reunir la totalidad de un género. Faltan, es verdad, algunas piezas significativas documentadas en otras bibliotecas de arquitectos del pasado, sin embargo, la diversa singularidad y rareza de buena parte de las piezas conseguidas, tanto como su coherencia significativa, ponen muy bien de manifiesto lo certero de una búsqueda bibliográfica, inspirada por una amplia e inequívoca cultura artística. Clasicista era el ideal estético de Zavala, el concepto que pretendía guiase su quehacer, y a nutrirlo y fundarlo con solidez se dedicó, reuniendo cuantas obras a su vez “clásicas” pudo, disfrutando primero con ellas en íntimo coloquio lector e inspirándose para su empleo oportuno también en las ideas y criterios allí expuestos con “autoridad” por quienes los escribieron. Choca a la vez la casi total ausencia en los anaqueles de trabajos referidos a arquitectos contemporáneos y por ello el intento de trazar el perfil intelectual de este bibliófilo requerirá, entre otras cosas, ponderar cualitativa y cuantitativamente el de sus lecturas.
Paco Auñón
Director y presentador del programa Hoy por Hoy Cuenca. Periodista y locutor conquense que ha desarrollado...