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Opinión

La violencia ultraderechista y la complicidad silenciosa

La firma de Nicolás García Rivas, catedrático en Derecho Penal

Nicolas Garcia Rivas

Firma de opinión | La violencia ultraderechista y la complicidad silenciosa

Seguramente todos recordarán aquel día de Reyes de 2021 en el que vivimos el asalto al Congreso de Estados Unidos por parte de un numeroso grupo de fanáticos ultraderechistas, alentados por el todavía Presidente Trump. Los asaltantes trataban de impedir la nominación oficial del nuevo Presidente electo del país, Joe Biden, para así bloquear el sistema constitucional y dejar al estrafalario y dañino Trump como Presidente en funciones.

La Fiscalía de aquel país comenzó enseguida las pesquisas contra los asaltantes (registrados videográficamente por cámaras públicas y privadas desde horas antes del asalto), e inició actuaciones penales contra más de 700 personas de 50 Estados y decretó el procesamiento de algunos de ellos. En marzo de este mismo año, el líder de los “Guardianes de la lealtad” fue condenado por conspiración para sedición. Ahora le toca el turno a los “Proud Boys”. Se trata de un delito castigado con 20 años de prisión para quienes conspiran para derrocar, derribar o destruir por la fuerza al Gobierno de los Estados Unidos o para oponerse por la fuerza a la autoridad de los legítimos gobernantes. Se trata, por tanto, de un delito claramente político y sus autores pueden tildarse pura y llanamente de golpistas.

Este modo de actuar del ultraderechismo, mediante intentos de golpes de Estado (Franco, Pinochet, Videla) está ligado a un modo violento de ejercer la política que entronca con un uso de la violencia como mecanismo de resolución de conflictos. En una investigación financiada por el Gobierno español que he dirigido los últimos 3 años en relación con el radicalismo violento, los investigadores hemos llegado a la clara conclusión de que la amenaza real para las sociedades llamadas “occidentales” no proviene del terrorismo islamista sino más bien del llamado “terrorismo doméstico, blanco o supremacista” que ve en cualquier manifestación de crisol cultural una amenaza para la propia supervivencia de los rancios y clasistas valores que defienden.

En nuestro país, la iluminada Olona vocifera constantemente esa afirmación desopilante según la cual la violencia no tiene género, sólo apta para ignorantes o canallas, o la de que los menores no acompañados -de tez oscura- son los responsables de la delincuencia; a fuerza de repetir afirmaciones como esas y de que muchos callen de manera cómplice, la ultraderecha se sigue armando y ocupando espacios hasta que finalmente nos eche a todos a las mazmorras, como pretendían los asaltantes del Congreso norteamericano, estimulados por el sátrapa Trump.