Adiós a mojar el churro: futuro incierto para una mítica churrería de Cuenca

Cuenca

La churrería de la plaza de España de Cuenca regentada por Antonio Pérez Jiménez tiene los días contados. Tras más de 50 años al pie del negocio, el propietario de este establecimiento ubicado en el edificio del Mercado alcanza la jubilación y no ve un relevo para que el negocio siga abierto, como nos ha contado en una entrevista en Hoy por Hoy Cuenca.

“Los turistas vienen a Cuenca y lo primero que hacen es visitar las Casas Colgadas y todos los monumentos. Después vienen a desayunar a la churrería. Pero la segunda vez que vienen a Cuenca, primero vienen a la churrería y después van a ver lo demás”, cuenta Antonio.

Este churrero mítico en los desayunos de Cuenca y de la provincia (muchos son los visitantes que, llegados desde los pueblos o incluso de otras ciudades, comienzan su jornada en la capital con un chocolate con churros), recuerda que tenía él 9 años cuando sus padres “cogieron un traspaso de una churrería que estaba en una caseta en la calle donde estuvimos hasta que hicieron el actual Mercado y accedimos ya a un local mediante subasta”, recuerda. “Recuerdo que mis padres trabajaban con un quemador de petróleo y un ventilador. Luego fue evolucionando al gas y a la electricidad actual que es una comodidad”.

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A pesar de que tenemos el recuerdo de que la churrería siempre ha estado en la esquina del edificio del Mercado con la calle Gregorio Catalán Valero, no siempre fue así, cuenta Antonio. “Estábamos en un puesto colindante con el que tenemos ahora. Hubo una reforma en el edifico y estuvimos dos años en la calle, en una caseta metálica acondicionada donde estuvimos dando servicio a nuestros clientes. Cuando terminó la última reformad del edificio, hace 27 años, entramos en el local que ocupamos actualmente. Lo montamos íntegro. Estaba diáfano y tuvimos que hacer toda la obra nosotros con el consiguiente gasto”.

Madrugadores

Antonio se levanta cada mañana a las cinco y cuarto y llega a la churrería desde su residencia “en la periferia”, dice, “a las seis menos cuarto”. “Los fogones empiezan a funcionar a las seis, calentamos aceite, preparamos masa y sobre las siete menos cuarto estamos despachando churros para los clientes de los bares. Al público abrimos a las siete de la mañana”.

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¿Los mejores churros del mundo?

Los churros de Antonio se degustan cada mañana por toda la ciudad. Tras 50 años de trabajo son muchos los establecimientos hosteleros de Cuenca que compran su producto “además de servir a residencias de mayores como San José o Las Hoces que les suministramos churros una vez a la semana”.

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“La receta no es difícil una vez que le coges el punto a la masa”, explica el churrero. “Radica en la temperatura del agua templada que según el frío o calor que haga se va aumentando o disminuyendo. Luego se le añade harina hasta que la masa se compacta. Después va a unas máquinas automáticas de las que salen los churros. Hacemos entre 400 y 450 cada día”.

El precio del chocolate

Estos churros y porras se mojan habitualmente en café con leche o en chocolate, producto que está actualmente con su precio más elevado de la historia. “Llevo dos años en los que el precio del chocolate ha aumentado un 40 %”, apunta Antonio. “Yo no lo he repercutido en los clientes a los que no hay que presionar mucho y a veces toca asumir una serie de riesgos. Tenemos los precios más económicos de toda la ciudad. En los comentarios de internet los clientes valoran calidad y precio y los califican como los mejores churros de Cuenca”.

Futuro incierto

Antonio ya tiene 67 años y quiere dejar el negocio. “Mi intención sería que hubiera continuidad, que se pudiera traspasar a otras personas a las que yo, lógicamente, enseñaría y formaría”, asegura. “El problema es el edificio ya que no sabemos qué va a hacer el Ayuntamiento, si lo va a reformar o si lo va a hundir”.

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Ese edificio del Mercado de Cuenca está actualmente desalojado de todos los servicios municipales que se han ofrecido en sus oficinas durante décadas. El mal estado del inmueble obligó a los gestores municipales a precintarlo. Solo la churrería de Antonio aguanta en su esquina. “Nos hemos quedado solos y sin miedo”, dice. “Sí es cierto que, al estar el edificio acordonado, la gente se frena un poco, pero los clientes siguen viniendo”.

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“Yo estoy en la jubilación activa, es decir, que puedo seguir trabajando, y estoy así precisamente a la espera de ver qué puedo hacer con el negocio. Lo que sí es seguro que no voy a abrir churrería en ningún otro sitio. Ni tengo edad ni necesidad de exponer mis ahorros”, dice Antonio que asegura sentirse “muy agradecido a los conquenses por la fidelidad que nos han prestado a lo largo de más de 50 años de actividad”.