Ernesto Torrijos, albañil, nazareno y tallador de bastones de Cuenca
Albañil de profesión, natural de Abia de la Obispalía, es nazareno del Huerto de San Antón y ahora vive en la residencia de mayores Hospital de Santiago
La vida de Ernesto Torrijos, el tallador de bastones y garrotas de Cuenca
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Cuenca
Ernesto Torrijos nació en 1940 en Abia de la Obispalía (Cuenca). Ahora le encontramos viviendo en la residencia de mayores Hospital de Santiago de Cuenca donde estos días podemos ver la exposición de cuadros y de bastones tallados a mano que él mismo elabora. De su pueblo conserva los recuerdos de la infancia, la devoción a la romería del Santo y el mote. “Eso es una casa de cuando era pequeño en mi pueblo”, dice. “Empezaron a decirme que era igual que mi tío Paquillo y me quedé con Paco”.
El hijo de Constanza
Ernesto Torrijos, hijo de Constanza, nació en casa de la abuela Esperanza “con la que me crié más que con mi madre que se tuvo que venir a Cuenca a trabajar”, recuerda. “Estuvo de cocinera casi toda la vida. Primero en un hospital encima del garaje de Alegría en la calle Antonio Maura, luego se fue a la Beneficencia y después al 18 de Julio en el parque de San Julián”.
A los catorce años se vino ya a vivir a Cuenca, ciudad en la que fijó su residencia. “Mi madre se volvió a casar y me vine con ellos”, dice. “Y empecé a trabajar. Con quince años estaba sacando chopos del vivero central igual que una persona mayor. Ganaba el mismo jornal. Luego estuve un año y medio de camarero en el hogar con Julián y con Pedro. Después, con diecisiete años me coloqué de albañil que me daban doscientas diez pesetas cada semana. No me lo pensé”.
La mili
Con 20 años para 21 se fue a hacer la mili a Ceuta. “Me lo pasé bastante bien. Era muy activo. Como se me da bastante bien el trabajo con las manos, me lié a hacer cosas de hebra de hilo y me sacaba unas pesetas. Hice el campamento en Ronda y luego la mili en Ceuta. En total dieciséis meses”.
María, su mujer
El 15 de marzo de 1966 Ernesto Torrijos se casó, dice, “con la mujer más guapa y buena del mundo, mi María”. Y se emociona. “Conocí a mi mujer cuando llegué a Cuenca. Éramos vecinos en los Tiradores. Con catorce o quince años ya estábamos tonteando, como yo digo, y estuvimos once años de novios. La boda fue sencilla porque dinero no había mucho, pero matamos un par de corderos”.
El albañil
Albañil. Esa ha sido su profesión, “muchas veces centrada la tarea en la rehabilitación de iglesias de la provincia”, dice. El trabajo le llevó a vivir en algunos pueblos como Arguisuelas donde nació su hija. “Luego me llamó el contratista Luis Cruz y me fui de encargado a hacer el hotel de Cañete. Tenía un 600 con el que nos veníamos a Cuenca mi mujer y yo cada fin de semana”.
Por aquellos años jóvenes se divertían jugando el fútbol. “En Arguisuelas teníamos un equipo y nos íbamos en tractor a jugar a Pajarón, a Pajaroncillo, a Carboneras, a Cardenete, a Monteagudo de las Salinas”.
Aficiones
Años después se compró un terreno en Arcas, cerca de la capital, y dio rienda suelta otra de sus aficiones: criar animales. “De todo. Tenía dieciséis conejas de cría, cabras, faisanes, codornices, perdices, ovejas, pavos reales, gorrinos y una yegua. Aquello ha sido mi casa. Una reunión de familias”.
Aficionado a la caza con galgos comenzó de joven matando zorras. “Para que no se comieran las ovejas, los corderos, las gallinas. Entonces no había jabalíes”, recuerda. También ha cogido muchos hongos. “He cogido muchos hongos. En Cañete había días en los que me traía hasta sesenta kilos. Además, nunca me he perdido en el monte”.
Devoción
Entre sus aficiones o devociones, destaca la romería del Santo de su pueblo, Abia de la Obispalía. “Venía gente de los pueblos de alrededor, de Poveda, de Huerta, de Villarejo Seco. Por mediación de un vecino que lo pagó, le pusimos una campana a la ermita que está a unos cinco kilómetros. Llevábamos en procesión a San Jerónimo. Al llegar allí, los mozos invitan a sardinas asadas y el cura a huevos cocidos”.
En Cuenca ha sido nazareno del Huerto de San Antón. “He sido bancero desde muy joven. No he faltado más que un año que estaba en la mili. El Lunes Santo íbamos a Villar del Infantado a por ramas de olivo para el paso. He sido capataz y hermano mayor por turno. He ido en la procesión hasta los ochenta años”.
Los bastones
Una vez jubilado, Ernesto Torrijos descubrió una nueva afición: tallar bastones y garrotas. “El primer bastón lo hice al encontrarme una raíz de enebro en el cerro del Telégrafo de mi pueblo. Le hice una cabeza de galgo. Aquí en la residencia tengo veinticuatro, más las que tengo en casa y las que he regalado”, dice.
Ahora, además, pinta cuadros y talla animales de madera. “Y así ha sido mi vida hasta que llegó el momento de venirme a vivir al Hospital de Santiago donde ya estaba mi mujer y donde estoy siendo muy feliz”.
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Paco Auñón
Director y presentador del programa Hoy por Hoy Cuenca. Periodista y locutor conquense que ha desarrollado...