Opinión

Interés común e interés particular

La firma de opinión del abogado, decano del Colegio de Albacete y Presidente de la Comisión de Deontología del Consejo de la Abogacía Española, Albino Escribano

Albino escribano, decano del Colegio de la Abogacía de Albacete / Cadena SER

'Interés común e interés particular', la opinión de Albino Escribano

España, según medios internacionales, es una de las pocas democracias plenas del mundo. En la lista hay poco más de veinte países. Es un motivo para sentirse orgulloso el de vivir en un país cuyas instituciones y principios respetan los criterios democráticos. Y sin duda esta situación deriva del gran trabajo que durante la transición se realizó por todos aquellos que tuvieron la oportunidad de contribuir a construir un nuevo sistema basado en la ciudadanía.

Parece imposible que aquella labor se llevase a cabo encabezada por políticos si observamos las actitudes y hechos de los que hoy, de uno y otro partido, nos gobiernan. Quizá no sean las cosas diferentes. Alguien dijo que la soberbia del ser humano le lleva a considerar que su época siempre es la más problemática.

Sin duda el tiempo de la transición debió ser muy complejo, con muchos problemas, pero si nos atenemos a los hechos, la actuación de todos los que intervinieron entonces, en interés común de todos, nos ha llevado al periodo de mayor paz y prosperidad en la historia de nuestro país.

Por eso no se entiende que aquellos que aspiran o se encargan de la gestión de los asuntos públicos por mandato de la ciudadanía, cuestionen la labor llevada a cabo hace varias décadas por otras personas, descalificando a aquellos que, por comparación con los actuales, brillan de forma reluciente.

Sin duda el motivo se encuentra en que es más fácil destruir que crear. Para destruir no se necesita nada, para crear hay que entregarse. Quizá, más que criticar, deberían ocuparse de trabajar para solucionar los problemas reales de aquellos que les votaron y que sienten que viven en un mundo distinto.

En esa misma dirección de despiste se enmarcan los intentos de limitar la libertad de información de los medios de comunicación y la independencia de los que tienen que impartir Justicia.

Parece que entre la multitud de noticias que a diario se publican, la mayoría de las cuales emanan del poder y son financiadas por el poder, hay algunas que escapan a su control y eso no les gusta. Pues en eso consiste la democracia y la libertad.

Es cierto que hay noticias vomitivas y que las redes sociales se están empeñando en apartarse de las personas sensatas, pero la libertad de información y de expresión no puede depender de lo que interese a quienes sólo deben ocuparse de la gestión de los asuntos públicos, y no de decirnos como hemos de pensar u opinar, y que tienen la obligación fundamental de respetar las decisiones de otros poderes del Estado, so pena de deslegitimar las suyas.

Estamos en varias campañas electorales a la vez. Normalmente suelen plantear lo que pretenden hacer. Aunque luego esto no sirva para nada, cabría exigir no que nos digan lo que van a hacer, sino cómo lo van a hacer. Y después de cada explicación un nuevo cómo. Si tras varias respuestas razonables y aceptables a esa cuestión se podría llegar a la conclusión de que tienen un programa, no una mera declaración de intenciones, sino un plan ordenado y pensado de lo que será su actuación futura, aunque luego se dediquen a la ocurrencia diaria. Ya vendrán las próximas.

Y mientras tanto se podrían dedicar a gestionar los problemas de la ciudadanía y no a crear otros nuevos e innecesarios. La libertad de información es buena y necesaria. La independencia judicial es buena y necesaria. La libertad del ciudadano soberano para pensar por si mismo y para actuar dentro de la ley garantiza y legitima un sistema.

Los problemas de un sistema vienen cuando aquellos que han sido designados para gestionarlo no saben lo que deben hacer. O sabiéndolo, sus intereses no concuerdan con el interés común.