La última monja: el declive de un convento de Cuenca por la falta de vocaciones
Sor Eulalia es ya la última de las hermanas de las Justinianas que habita el monumental convento de San Pedro de la plaza Mayor de la capital conquense
La última monja: el declive de un convento de Cuenca por la falta de vocaciones
Cuenca
Lo primero fue llamar al timbre de la puerta en la calle de San Pedro número 1. Está casi en la esquina con la plaza Mayor, frente a la catedral y es la entrada a uno de los conventos más grandes de Cuenca, el de las Madres Justinianas de San Pedro, más conocidas como las Petras. Al otro lado de un interfono moderno en un edificio antiguo, aparece entre alguna interferencia chirriante una voz femenina y delicada.
Pregunto por sor Eulalia, la última monja que ha quedado viviendo hoy en día en este inmenso convento. Un zumbido eléctrico y un click dejan abierta la puerta. Desde ese momento y hasta que sor Eulalia nos recibe, ya en el interior, pasan cinco minutos, un tiempo que atestigua las enormes dimensiones del edificio.
La espera se produce en un vestíbulo en penumbra con dos puertas oscuras sobre pareces blancas. Al frente, una doble puerta de mayor tamaño. Al otro lado se oye de nuevo esa voz femenina y delicada. “Pase”, dice. Abro uno de los portalones y me encuentro con un diminuto recibidor y un mostrador. Al otro lado está sor Eulalia, la última monja de las Justinianas de Cuenca.
Una vida de clausura
Sor Eulalia nació en 1954 en la localidad conquense de La Almarcha en el seno de una familia numerosa, “soy la quinta”, dice. Su familia se dedicaba a la agricultura.
Además, su abuelo era carnicero, oficio y negocio que heredó su padre. Allí se crió sor Eulalia. Sus padres le dieron una educación “como entonces se podía”, dice. Y recuerda el colegio, el trabajo en casa y el contacto con la iglesia. Allí fue un sacerdote quien le habló de las comunidad de las Madres Justinianas y le puso en contactos con ellas.
Desde muy joven ingresó en este convento para no volver a salir. Son ya muchos años. “Muchísimos”, dice. Sobre la vocación, “Dios llama a quien quiere”, asegura sor Eulalia, “no lo elige nadie por decisión propia sino que es algo que sientes interiormente”. Eso le paso a ella. “Y hay que estar agradecidos de esa llamada porque, como dice el Evangelio, muchos son los llamados pero pocos los escogidos”.
Cada vez menos monjas
Según los datos facilitados por la Oficina de Estadística y Sociología del Obispado de Cuenca, en esta provincia hay un convento masculino, el de los Franciscanos de Tarancón con una comunidad de en torno a seis frailes.
Sin embargo, hay veinte conventos femeninos (de los cuales nueve son de clausura), incluyendo comunidades de religiosas de vida activa. El número actual de monjas en la diócesis de Cuenca es de 168. Comparado con hace diez años, entonces había un total de 25 comunidades y el número total de religiosas era de 230. Esto quiere decir que hay cinco comunidades o conventos que han cerrado o la comunidad de religiosas se ha marchado a un convento de otra diócesis.
Madres Justinianas
La Orden de Justinianas Canónicas Regulares fue fundada por San Lorenzo Justiniano, primer patriarca de Venecia. Su presencia en España es continuada desde 1490 cuando se fundó el convento de la Madre de Dios en Murcia. La Orden, de vida íntegramente contemplativa, tiene también el monasterio de la Inmaculada en Onil (Alicante) y el de San Pedro de Cuenca. Más recientemente han abierto una casa en Arequipa, la ciudad blanca del Perú.
La comunidad se asienta en la oración, la penitencia, la contemplación y la clausura mediante los votos de castidad, pobreza y obediencia. Desarrollan una estrecha vida fraternal dedicada a los quehaceres domésticos y artesanales, especialmente la costura y los bordados.
Coser y bordar
La vida en el convento comienza muy pronto: “nos levantamos a las seis menos cuarto o antes”, dice. Tras el aseo personal llegan las primeras oraciones. “La primera es mental y después participamos en la liturgia de la Iglesia”.
Luego el desayuno y el trabajo. “A las nueve y media comenzamos a trabajar, a coser y a bordar”, dice. Esta comunidad religiosa hace detentes, mantillas, escapularios y todo tipo de ropa para la liturgia, sacerdotes y monaguillos. “Recibimos encargos del obispo sobre todo para las parroquias más pobres”.
Sor Eulalia ha dedicado su vida a la oración y a la costura. Y está muy contenta con su trabajo. “Si quieres te enseño algo”, dice. Pero ya no cose. Los años pesan. “Me operaron de la vista y ahora tengo pendiente una revisión”.
El convento de San Pedro
Este convento de Monjas Justinianas de Cuenca fue fundado en el año 1509 por el canónigo de la Catedral de Cuenca, Alfonso Ruiz. El edificio actual es del siglo XVIII y da a tres calles. La fachada principal cubre todo un lado de la plaza Mayor de Cuenca. Adosada a esa pared hay una fuente. De estilo barroco, cuenta con una coqueta iglesia cuya obra dirigió Martín de Aldehuela. En el siglo XIX se acometen restauraciones en el edificio que fue totalmente saqueado y en gran parte destrozado en 1936 durante la Guerra Civil. Actualmente está catalogado como Bien de Interés Cultural desde 2002 en la categoría de monumento.
Tras las paredes de este enorme convento se suceden los días. Fuera discurre la vida de la ciudad. “Participamos en todas las actividades que se celebran en Cuenca”, dice. “Nos sentimos unidas a todos los eventos aunque lo hacemos desde otra perspectiva”, añade.
Faltan vocaciones
Pero no salen a la calle. “Solo para ir al médico”. Sor Eulalia habla en plural de todo lo que hace, pero desde hace unos meses su vida transcurre en singular. Ahora, reconoce, "es muy doloroso caminar por este enorme edificio yo sola. Se echa mucho de menos a las hermanas con las que he convivido”.
Cuando sor Eulalia ingresó, hace más de cincuenta años, “la comunidad era bastante numerosa”, dice. “Seguían llegando vocaciones, pero con el paso del tiempo las mayores fueron falleciendo y ahora las jóvenes no quieren comprometerse y entrar a los conventos para dedicar una vida de clausura al Señor”.
Ya en los últimos años, desde que quedaban pocas monjas, un restaurante de la aledaña plaza Mayor de Cuenca les lleva la comida cada día. “Hay momentos en los que se echa de menos a las personas con las que hemos convivido”, confiesa sor Eulalia, “pero también hay otras personas que saben estar al lado de las que estamos solas para apoyarte y ayudarte”, añade, algo de lo que está muy agradecida.
A pesar de ser la única monja en este convento, Sor Eulalia tiene compañía por las noches. “Hay una mujer que viene a hacer algunas tareas de limpieza y que se queda a dormir por las noches”.
El futuro
Conforme se ha ido reduciendo la comunidad de las Justinianas en este convento, también se ha perdido el interés por el exterior, por la sociedad que se mueve a gran velocidad más allá de estos muros. Sor Eulalia ya no ve la tele. En la paz del convento ya no entran noticias sobre cómo está el mundo. “Nosotras rezamos por España y por el mundo”.
Lo que sí tiene claro es que, de momento, ella se queda aquí. “Aquí estoy bien”. Y el futuro decidirá qué hace mañana. “No se sabe lo que nos deparará el futuro. Ni siquiera sabemos que va a pasar dentro de media hora”.
Paco Auñón
Director y presentador del programa Hoy por Hoy...