Cuento de Navidad
Los sueños que se empapan en whisky y heroína suelen acabar en pesadillas y dejan resacas que duran años y consumen vidas
La mirada de Toledo: Cuento de Navidad (24/12/2024)
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Toledo
Buenos días, Carlos. Buenos días, oyentes.
Acabar apaleado en la celda de los borrachos de aquella triste comisaría de Nueva York fue seguramente lo que le salvó de morir de frío tirado en la calle de la ciudad que tanto soñó y a la que no acababa de sentir como su hogar. Derrotado, borracho, cayó, otra vez, en el sopor etílico en el que nunca sabes si lo que te viene a la cabeza es real, ya ocurrió o está por llegar.
En pleno delirio alcohólico, soñó con ella el tiempo suficiente para verla, para sentirla y para decirle que sí, que estaban por llegar los días felices en los que cruzarían el país en un descapotable tan grande como la barra del bar que tantas noches les sirvió de apoyo para abrazarse.
El sueño empezó a dejar de serlo cuando el inesperado canto de un grotesco coro formado por los mismos polis que le habían apaleado comenzó a entonar viejas canciones irlandesas acompañado por flautas y guitarras y que cesó en seco, como cuando en una peli sabes que va a pasar algo importante.
De pronto, ella llenó todo el espacio de la pantalla de su delirio. Y allí estaba otra vez, otra maldita vez, la mirada perdida que desfiguraba su gesto cuando se pinchaba tirada en aquel colchón después de cada bronca, después de arrojarse a la cara, y sobre todo al alma, los reproches e insultos tras los que se escondía la frustración y la rabia por el fracaso y el hambre.
Y es que los sueños que se empapan en whisky y heroína suelen acabar en pesadillas y dejan resacas que duran años y consumen vidas.
- Yo podría haber sido alguien, pero tú me quitaste los sueños cuando te encontré por primera vez.
- Los guardé conmigo, cariño, los puse junto a los míos.
- Yo no puedo hacer esto sin ti; he construido mis sueños a tu alrededor
Las campanas no dejaban de sonar, era el día de Navidad.
La historia no es mía, la grabó el grupo irlandés The Pogues en 1987 con la voz lacerada y rota del irrepetible Shane MacGowan.
“Fairytale of New York” fue la canción que sonó en su funeral hace sólo un año y es el único villancico que no me canso de escuchar cada navidad. Por favor, rechace imitaciones.
Felices fiestas.
Hasta el martes que viene. Besos.
Javier Mateo
Educador social y exconcejal del Ayuntamiento de Toledo.